La vida es cíclica, lo que se puso de moda hace un tiempo descansa para volver con fuerza. Este es el caso del subgénero cinematográfico que viene de la literatura llamado whudunit, abreviatura inglesa de “Who has done it?”, o en nuestro idioma, ¿Quién lo ha hecho? o ¿Quién es el asesino? Obviamente, los grandes exponentes literarios son, entre otros, Sir Arthur Conan Doyle, el creador de Sherlock Holmes, y sobre todo, una mujer cuyas obras parece que no pasan de moda, la incombustible Agatha Christie.
El whudunit en el cine y en las series casi siempre ha funcionado. A la gente le gusta sentirse detectives, ponerse en la piel del investigador o investigadora, examinar los hechos, ver qué dicen los sospechosos y adivinar el final. En esta estela y, desde el año 2000, hemos tenido miles de series de televisión como Castle , Bones o Los misterios de Laura que se apoyan en esta estructura, y miles de películas, reanimadas desde el año 1996 con la llegada de Scream, el gran whudunit del terror.
Reinventando al detective más célebre de Agatha Christie
Después de muchas adaptaciones literarias de Agatha Christie en los años 70 y 80 y una serie de televisión, que duró más de 20 años, de su detective más célebre, Hercules Poirot, parecía que Agatha ya había dicho todo lo que tenía que decir en lo audiovisual… hasta que llegó Kenneth Branagh y la reinvención del detective en Asesinato en el Orient Express del 2017 y su secuela de 2020 Muerte en el Nilo. El whudunit volvía a estar de moda.
Y a esto se agarró Rian Johnson para coger todo lo que funciona de este género y rehacerlo de nuevo en su película de éxito de 2017 Puñales por la espalda. Cogió a un Daniel Craig en su ocaso como James Bond y le reinventó para hacer un personaje que recordaba ligeramente a Hercules Poirot, el detective de Agatha Christie. A eso le sumó un elenco lleno de estrellas de todos los tiempos y un guion muy inteligente y así se construyó un éxito de crítica y de público. Actores clásicos de la talla de Jamie Lee Curtis, el desaparecido Christopher Plummer, Don Johnson o Toni Collette lucían de maravilla entre nuevas generaciones como Ana de Armas, Chris Evans o la, por aquel entonces, estrella emergente por la serie Por 13 razones Katherine Langford. Fue tal el éxito que Netflix firmó con el autor 2 películas más de las aventuras de Benoït Blanc, el detective encarnado por Daniel Craig. Ahora nos ha llegado la segunda, El Misterio de Glass Onion.
Pero lo mismo que hizo brillar a la primera parte es lo que ha hecho pinchar a esta segunda: El misterio en sí. Con tantísimos años de whudunit, de novelas de Christie y de guiones de películas de adivinar el asesino, conseguir una trama inteligente que no sea una más era muy difícil, y en la primera parte lo consiguió con creces. De hecho, en esa primera entrega, el espectador se pregunta durante toda el metraje dónde está el misterio, porque el film te va resolviendo todo lo que pasa durante la marcha, hasta el final, donde el autor te deja ver que no has entendido nada de nada y te presenta el misterio real y al asesino.
Esto no lo encontramos en Glass Onion
Pues, precisamente, esto no lo encontramos en Glass Onion. En esta ocasión, un adinerado magnate se encuentra en peligro en una reunión entre sus propios amigos de toda la vida a la que también acude el detective Benoit Blanc. Pretende repetir la fórmula de la primera parte, pero, en esta ocasión, el misterio no empieza hasta pasada la mitad de la película y no hay forma de que el espectador lo sepa previamente atando cabos. Sencillamente, no está. La introducción de personajes es demasiado larga.
Y hablando de personajes, si en la primera parte Johnson jugaba con los estereotipos rozando lo exagerado pero sin superar esa línea, en esta segunda parte la línea se queda 375 pueblos atrás. Histrionismo en cada uno de los personajes, incluido su inspector protagonista. A estas alturas y después de dos películas, no sabemos aún NADA de la vida de Blanc. Por ejemplo, el mismo autor ha desvelado que el detective es homosexual, pero no hay ni rastro ni detalle de una vida personal. De hecho, el histrionismo de este personaje se desata en esta segunda entrega hasta tal punto que ya ni esconde que pretende ser un Poirot moderno, plagiándole/homenajeándole frases tipo “Soy el mejor detective del mundo”.
Y, sin entrar en spoilers, el final decepciona y se adivina desde el momento del asesinato. Lo que Johnson entendió en la primera parte, que escritores como Christie o Conan Doyle ya habían inventado millones de formas de asesinar a alguien, se le olvida en este film, porque opta por opción más obvia y muchas veces usada. El público está muy resabiado después de tantísimas películas y series de detectives y, este género en concreto, arrastra millones de fans.
A pesar de todo, sigue habiendo fe en esta saga y, aunque haya atraído espectadores, esperamos que Johnson reconduzca la saga en la tercera parte para que tengamos muchas historias de Benoït Blanc
Puñales por la espalda. Nota: 8
Puñales por la espalda 2: El Misterio de Glass Onion. Nota: 5