Solo una empresa más que decida irse de España y Pedro Sánchez tendrá que adelantar las elecciones. Porque la siguiente abrirá la caja de los truenos. Parece que en el Ejecutivo no se enteran o no quieren verlo, pero sería un detonante que haría desfilar una detrás de otra y cuidado con eso, que en Cataluña se les llenó la boca a sus politicastros negando la mayor antes del referéndum ilegal. Hasta se reían de la posibilidad. La fuga fue de miles. Un daño (mejor dicho, una torpeza) irreparable.
De momento, Ferrovial le ha propinado un directo a la mandíbula al Gobierno, que ha demostrado cuán de cristal la tiene. De repente, Pedro Sánchez y sus chicos se dan cuenta de que se han pasado de frenada con las empresas y como estrategas del tres al cuarto, echan espumarajos de rabia y lanzan amenazas no del todo veladas, con lo cual, encima, acrecientan la sensación de inseguridad en las compañías. La constructora que preside y comanda Rafael del Pino se irá a Países Bajos donde no aparecen ‘impuestos caídos del cielo’ y el rating es mejor, lo que se refleja en algo más de 70 puntos básicos de prima de riesgo a su favor.
Porque no existen los beneficios caídos del cielo. Es un término mentiroso; peligroso diría, que señala a las empresas que comienzan a ganar algo más de lo que ‘alguien’ considera normal. Prohíbe el derecho a que las cosas vayan bien. Mientras, se oculta el hecho de que lo que sí aparecen son los impuestos caídos del cielo: aquellos inventados ad hoc. “De solidaridad” los llaman, debe ser que los anteriores eran para que florecieran las amapolas a tiempo.
Siguiendo con Ferrovial y los motivos técnicos de su cambio, la deuda holandesa está al 2,95%, mientras el bono español está al 3,65%. El coste medio de la deuda viva en Países Bajos es del 1,87% y en España del 2,44%. Los primeros tienen poco más del 50% de deuda sobre PIB, España supera el 100%.
La deuda y el rating de cada país fija precios para los emisores locales que quieren emitir bonos u otros activos crediticios. Casi ninguno tiene una calificación mejor que la del país. Por tanto, Ferrovial, empresa muy intensiva en deuda, puede ahorrarse un montón de dinero en costes de la deuda pagando un tipo de interés 70 puntos más bajo en Holanda que en España. Pero un montón.
Los ingredientes para la marcha de empresas están puestos: costes financieros mayores a otros países de la Unión Europea y la inseguridad jurídica. Insistimos: impuestos caídos del cielo. El pasado viernes, otra subida de cotizaciones sociales a las empresas anunciada como gran idea, aplaudida por ese personaje preclaro que es Yolanda Díaz y un irreconocible José Luis Escrivá, del que dicen quienes le conocen de los tiempos del BBVA que hay que exorcizar y sacar al personaje maligno que le ha poseído.
España está siendo rescatada de facto por el Banco Central Europeo (BCE) desde hace años, ya que le está comprando toda la deuda pública. Pero ahora, ha subido tipos y afirma que no sólo retira los programas de compra, sino que comienza a vender en el mercado el 25% aproximado del montante total de deuda española que tiene en sus balances.
En un país sin crecimiento y con unas cifras de paro que son menos creíbles que los doctorados de ciertos políticos, España tiene que ir con mucho cuidado con su rating, porque puede estar en el alero. Los problemas hipotecarios están cocinándose a fuego no tan lento: antes de que lleguen las vacaciones estivales habrán tenido lugar nuevas revisiones y la cuota mensual habrá repuntado en gran medida.
Con un PIB per cápita en niveles de 2007 o peor, los salarios son lo que son. Nadie quiere ni pensar lo que podría ser que retornara la mora hipotecaria. De momento, el esfuerzo familiar ya está por encima del 40% de la renta disponible, lo cual comienza a acercarse peligrosamente al umbral del 45%, a partir del cual saltan las alarmas.
En ese escenario, que no está nada lejano, o actúa de nuevo el BCE de salvavidas o llega la debacle. Curiosamente, llegaría en etapa electoral. ¿Tocaría lo de siempre? Es decir, ¿que venga la derecha a hacer (presuntos) ajustes, con la izquierda mediática y social vociferando en contra? Qué hartura de país.
Zapatero despreció la prima de riesgo. O, mejor dicho, ni sabía lo que era. Tomó un país que estaba empatado con Alemania o incluso mejor que la gran economía de la Eurozona, y lo devolvió a casi 500 puntos. Algo demencial. Cuando estallaba la crisis de Lehman Brothers, es decir, cuando saltaba la chispa para la deflagración de un colapso bancario global, su gran solución fue el Plan E, cerca de 12.000 millones de euros de gasto público, no se sabía muy bien para qué. En un país donde ya se había gestado un gran déficit estructural.
Los inversores lo olieron y redoblaron sus ataques a la deuda española. Zapatero, humillado, tuvo que dar la vuelta pocos meses después y anunciar el mayor plan de recortes nunca visto en España, porque le colapso nos había alcanzado.
Nadie le pedirá nunca responsabilidades por aquello, pero lo cierto es que Iberdrola, Telefónica o Santander se tuvieron que unir a toda prisa para crear el Consejo Consultivo para la Competitividad, una especie de dream team de las corporaciones españolas, para intentar poner en valor el tejido empresarial frente a la nula calidad de nuestros gestores públicos. La CEOE, en una enorme crisis de prestigio tras Díaz Ferrán, ni estaba ni se le esperaba. ¿Era tan urgente? Sí, porque estábamos a un escalón de ser bono basura y todo apuntaba a que íbamos de cabeza a ese pozo, sin que se tomaran medidas desde el Ejecutivo.
“Este tío no se da cuenta de que nos van a bajar a bono basura y de inmediato vamos todos detrás”. Esto lo decía un presidente de uno de los promotores del Consejo, sobre Zapatero. No es un run-run: se lo escuché yo en persona. Eran momentos en los que los líderes del Ibex tenían su deuda privada en máximos históricos y caer a bono basura a la vez que la deuda pública española significaba su defunción.
Se salvaron los muebles: España no cayó a high yield y Zapatero tuvo que adelantar las elecciones, siendo barrido del mapa. La prima de riesgo y el rating le pasó por encima.
Justo lo contrario de lo que le ocurrió a Aznar, quien llegó al Ejecutivo en 1996 sin cumplir ningún criterio de Convergencia, pero que logró entrar en el Euro por la puerta grande al final de la legislatura, con todos los criterios cumplidos y muy cerca de Alemania. El propio Aznar presume, en cuanto puede, que llegamos a superar a los germanos en diferencial de deuda. Sin duda fue una pequeña distorsión del mercado, pero eso fue una realidad, que el vallisoletano se apunta en cuanto puede.
¿El resultado de aquello? La población le dio una mayoría absoluta en 2000, siendo el único caso de la democracia española donde el votante ha acudido a las urnas a premiar al presidente electo. Una elección de premio, no de expectativa. La prima de riesgo pone y quita presidentes, vaya si lo hace.