Marie-Anne Lee tenía 39 años y llevaba una vida normal en West Sussex, Reino Unido, cuando decidió ser madre subrogada para una prima suya que padecía esterilidad. Estaba casada, tenía un niño y una niña de 6 y 10 años y trabajaba como profesora de Primaria especializada en necesidades especiales. Su testimonio es otra prueba más de que la gestación subrogada no es un cuento de hadas
Marie-Anne Lee actuó por conmiseración con su prima y de manera totalmente altruista porque ella se lo pidió. Incluso cuando su prima le ofreció una nueva cocina, ella lo rechazó, porque la idea de aceptar cualquier beneficio a cambio de ese acto de bondad la haría sentir como si fuera una forma de subrogación comercial, una transacción que ella encontraba aborrecible. “Mi padre y su padre son hermanos y nosotras crecimos juntas como hermanas, nos veíamos mucho y fue primera dama de honor en mi boda”.
Hoy tiene 49 años y está incapacitada laboralmente como consecuencia de aquella experiencia devastadora. “Ya no puedo trabajar en lo mío. Cuando tu profesión es la educación, tener constantes ataques de pánico, miedo a los hospitales, a los niños, a los bebés, a las embarazadas… es que algo no funciona bien y no hay apoyo especializado para las mujeres que arrastramos un daño irreparable tras haber sido madres subrogadas”.
Debido a su imposibilidad para quedarse embarazada, la prima de Marie-Anne descubrió que tenía cáncer y decidió salvar sus óvulos antes de someterse a tratamiento. “Tras su tratamiento contra el cáncer y consciente de que nunca podría ser madre, me pidió ayuda para gestar los embriones que tenía congelados, y lo hice porque ella me lo pidió y porque la quería como a una hermana, pero sigue manteniendo que fui yo quien me ofrecí y es incapaz de reconocer que me pidió ayuda”.
La única condición de Marie-Anne era poder ver y tener contacto con la criatura. “Le dije claramente que no podría vivir sin volver a ver a ese bebé que traería al mundo para ella. Por supuesto, hay confianza, y serás la madrina del niño, me respondió. Aquellas palabras me siguen atormentando. No eran más que promesas para lavarme el cerebro y coaccionarme emocionalmente para que la ayudara”.
Tras hablarlo mucho, Marie-Anne contó con el apoyo de su familia, de sus hijos y del que era su marido por aquel entonces. Compartieron todas las emociones con ella antes, durante y después, pero les preocupaba que la experiencia le acarreara gastos, por lo que su prima y su marido aceptaron compensar el lucro cesante de la licencia por maternidad y contratar un seguro de vida por si le ocurría algo.
Todo iba bien hasta que Marie-Anne tuvo que ingresar en el hospital por fuertes dolores en el primer trimestre de gestación. “Creo que mi prima pensó que estaba teniendo un aborto espontáneo y no podía hacer frente a esa situación”. A pesar de disponer de coche propio, su prima le dijo que no tenía manera de desplazarse para acompañarla y como su marido tuvo que quedarse en casa con los niños se vio sola y tuvo que regresar a casa de madrugada y en taxi cuando le dieron el alta al cabo de 24 horas.
Su prima y su marido comenzaron a controlarle la dieta y a dictarle qué exámenes médicos debía hacerse. Al final del embarazo empezaron a dar muestras de incomodidad, su prima le dijo que la gestación subrogada no era la situación ideal para ellos y las cosas se complicaron más. “Quiso obligar a un ginecólogo a realizarme un examen físico interno tras una exploración prenatal. El ginecólogo le explicó claramente que no era necesario, pero se lo tuvo que explicar otras dos veces para que ella cejara en su empeño. Por su expresión, me di cuenta de que el ginecólogo no se sentía cómodo con aquella situación de gestación subrogada que estaba presenciando”.
En otra ocasión, la prima de Marie-Anne le envió a un matrón amigo suyo para hablarle de algo importante, pero sin anticipar de qué se trataba, por lo que Marie-Anne le pidió a su propia comadrona que estuviera también presente en la conversación. “Venía con el encargo de supervisar la gestación subrogada, me habló de las ventajas del parto por cesárea e insinuó que mi prima prefería que fuera así. Me explicó que mi prima y su marido le habían dicho que si el feto venía con alguna anomalía y nacía con alguna discapacidad no lo querían y yo tendría que quedarme con él si me negaba a abortar”.
Después de esta conversación que provocó un profundo shock en Marie-Anne, intentaron tranquilizarla asegurándole que ésa no era en absoluto su intención. “La manipulación deliberada y la explotación de la confianza es un patrón de comportamiento que, por desgracia, he visto después en muchos casos de gestación subrogada, en los que nunca se cumplen las condiciones de confianza, comprensión y expectativas de la madre subrogada”.
Llegó el momento del parto. “Mientras yo estaba dando a luz, el marido de mi prima empezó a impacientarse y a preguntar cuánto iba a durar aquello, porque le parecía que ya se estaba alargando demasiado”. Marie-Anne no recuerda lo que sintió cuando por fin nació la niña y pudo ver su cara, todo está borroso en su mente. La sostuvo apenas unos minutos mientras su prima cortaba el cordón umbilical y luego pasó a sus brazos. Fue preciso detener una hemorragia posparto y tomar pastillas para que no le subiera la leche. Cuando le dieron el alta, salió del hospital con la niña en brazos, porque esa era la política del hospital, de modo que el traspaso de la bebé a su prima tuvo lugar en el aparcamiento. Pero lo peor estaba por llegar.
“Durante el embarazo me repetía a mí misma que aquel feto no procedía de mi óvulo y conseguí no desarrollar ningún apego. Creía que como no teníamos ningún vínculo genético, mi cuerpo era literalmente sólo un huésped. Por lo tanto, mi cuerpo convenció a mi mente de lo mismo. Todas las madres subrogadas tienen que hacerlo, pero justo cuando acabas de dar a luz y estás tratando de recuperarte te presentan un certificado de nacimiento que dice que eres la madre, te obligan a firmarlo y te amenazan con consecuencias económicas y legales si no lo haces”.
El acuerdo contemplaba que Marie-Anne les cedería la bebé nada más nacer y que viviera con ellos hasta que se hiciera efectivo el traspaso de la filiación, aunque le aseguraron que mantendrían todo el contacto que Marie-Anne quisiera. De hecho, le prometieron quedarse en la zona durante una semana después del parto para una separación gradual de la niña, pero se marcharon a los dos días con el pretexto de que no encontraban donde quedarse, lo que no era cierto.
Esa ruptura abrupta entre Marie-Anne y la pequeña y la posterior negativa a garantizar el contacto entre ambas quebró la confianza de Marie-Anne con su prima. “Y cada vez que hacía un plan para visitarme con la niña, la noche antes ponía una excusa para no venir. Me di cuenta inmediatamente de que el contacto entre la niña y yo no se iba a producir y me derrumbé psicológicamente. Estaba rota y profundamente traumatizada”.
Su prima y su marido vendieron su historia a los medios de comunicación con ecografías de Marie-Anne durante el embarazo sin contar con su permiso. “¿Cómo se puede ser tan cruel como para publicar ecografías tuyas sin tu consentimiento y luego, cuando te quejas, te acusan de acoso? Se comportaron como si hubieran sido mis dueños durante nueve meses, por lo que cualquier evidencia de esos nueve meses era suya. Las acusaciones de acoso no eran más que un intento de intimidarme para que guardara silencio. Me sentía como si viviera en un universo paralelo en el que nada tenía sentido. Dejaron caer que el éxito de su misión fue utilizarme como una forma barata de vientre de alquiler al que sólo hay que sumar el coste legal de la operación”.
En estas circunstancias y ante la actitud manifiestamente hostil hacia ella, Marie-Anne se vio incapaz de ceder la filiación de la bebé a su prima y a su marido. “No entendía lo que estaba pasando, no me dejaban ver a la niña y me veía incapaz de dar consentimiento, porque era evidente que intentaban borrarme completamente de la vida de la pequeña al negarme el contacto con ella”. Llegaron a reprocharle que el aumento de los costes legales les impedía ahorrar dinero para la educación de la niña en una escuela privada.
“El NHS (servicio nacional de salud británico) fue incapaz de proporcionarme el apoyo adecuado, ya que no dispone de tratamiento especializado, y mi prima era consciente de mi estado pero, a pesar de que los profesionales le dijeron que me ayudara a conseguir terapia, se negó a hacerlo alegando razones económicas. La clínica de fertilidad de Londres tampoco me ofreció terapia alguna para tratar mi angustia y mi trauma. Una vez se benefician de ti, ya no importas a nadie”.
El grave deterioro de su salud mental fue diagnosticado de trastorno de estrés postraumático complejo, circunstancia que aprovechó su prima para intentar incapacitarla judicialmente y poder prescindir así de su consentimiento para conseguir la patria potestad de la pequeña, pero la evaluación psiquiátrica a la que se sometió Marie-Anne voluntariamente evitó su incapacitación legal. Después intentaron utilizar el caso de una madre subrogada que había muerto en el parto como ejemplo de que el consentimiento de una madre subrogada puede ser prescindible, lo que tampoco les funcionó, y finalmente coaccionaron a Marie-Anne para que diera consentimiento al traspaso de la filiación como única forma de tener algún contacto con la niña, al tiempo que la amenazaron con que, si se negaba, se vería obligada a pagar una pensión por alimentos.
En abril de 2016, Marie-Anne traspasó la filiación de la niña, pero lleva más de diez años sin poder verla y sin relación con su prima después de haberla ayudado a tenerla. En un artículo en el que su prima narra su experiencia con el cáncer y cómo finalmente logró hacerse con una niña por gestación subrogada, no hay ni una palabra de gratitud ni de reconocimiento hacia Marie-Anne. Ni siquiera nombra a la mujer que sacrificó su salud mental para hacerla feliz. “Tienen una necesidad constante de eliminar cualquier atisbo de mi existencia de la vida de la niña, otra razón por la que necesitan que me calle, que no hable. Creo que la causa de su comportamiento es que están resentidos conmigo porque soy la madre biológica de la niña”.
Los hijos de Marie-Anne quedaron profundamente marcados emocionalmente al ver a su madre con graves trastornos mentales. Sufrieron el trauma de verla extremadamente angustiada, incapaz de desarrollar estrategias normales de resiliencia cuando más la necesitaban. En cuanto a ella, el daño en su salud mental continúa y sigue sin poder trabajar diez años después de que ocurriera todo.
“No puedo superarlo, pero lo que sí puedo hacer es hablar de ello, explicar lo que me pasó e intentar cambiar algo de esa normalidad con la que se ve la gestación subrogada, una falsa normalidad de cuento de hadas a la que contribuye la forma en que la presentan algunos medios de comunicación. La gente me pregunta por qué no sigo con mi vida, por qué no lo olvido. ¿Le dirían eso a una mujer que llora la muerte de un hijo? Así es como me siento, de luto por una hija que me arrebataron en el aparcamiento de un hospital apenas unas horas después de traerla al mundo. Me despierto cada mañana con la esperanza de que todo sea un mal sueño, una pesadilla; pero no, ésta es mi realidad”.
“Lo que me ocurrió a mí les sigue ocurriendo a otras mujeres como yo que tienen que permanecer en silencio. No quiero que ninguna mujer tenga que pasar nunca por lo que he pasado yo: que nos mientan, que nos controlen y que nos hagan sentir que somos completamente superfluas y un problema del que deshacerse cuando hemos cumplido nuestra parte y ya no nos necesitan. La gestación subrogada debería prohibirse. ¿Por qué se está considerando hacerla más accesible? No hay ninguna forma segura de gestación subrogada, ni comercial ni no comercial, como se ha visto en mi caso. No recomiendo a ninguna mujer que sea madre subrogada, ni siquiera por un ser querido. Todo se basa en la explotación de un cuerpo, de la confianza y de los seres humanos. ¿Cómo se ha llegado a tratar a las mujeres con tan poco respeto? Cuando el coste es tan alto, ¿por qué sigue siendo legal?”.
“Seguiré gritando más fuerte. Si hablar de ello disuade a alguna mujer de ser madre subrogada y posiblemente salve su vida, su salud y su bienestar psicológico, entonces daré por hecho mi trabajo”.