conciencia
Joaquín Yver Jaramillo y su libro 'Manual del votante neoliberal y libelos antifascistas' publicado por El Garaje Ediciones.

Una obra para desperezar conciencias y arrancar sonrisas esperanzadoras

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A la realidad le falta días de humor, una perspectiva que genere optimismo y confianza o por lo menos que aligere esa imperiosa presencia de malas noticias, porque todo tiene regusto a catástrofe. Esta perspectiva de mordacidad e ingenio es la que practica y a la que invita el libro Manual del votante neoliberal y libelos antifascistas (El Garaje Ediciones), de Joaquín Yver Jaramillo. Una obra para pensar que también dibuja sonrisas.

“La palabra surrealista no me gusta, todo es surrealista ahora”, me dijo hace poco una amiga. Y me dolió porque esa pasaba a ser otra palabra que se gastaba por sobredosis y a mí me gusta, me resulta muy descriptiva. Ahora, doy circunloquios para despachar una idea que antes me salía así, en un pispás. Surreal es eso que está por encima de lo real, como que lo sobrevuela, lo ve desde arriba y todo queda, en ese contrapicado, un poco chato. Y ahí viene la deformación y la imaginación que lo doblega.

Joaquín Yver Jaramillo tiene esa visión surrealista que apelotona la realidad, la disecciona en fragmentos, la moldea y nos la presenta como muchos hemos visto pero no hemos sabido retratar. Su libro Manual del votante neoliberal y libelos antifascistas (publicado por El Garaje Ediciones), no es un ensayo de politólogo sesudo, pero tiene mucha filosofía, de esa de andar por casa, de sabiduría cotidiana, ácida y afilada. Sí, se mete entre las uñas y escuece, porque dice verdades y delata mentiras, que algunos, pomposamente, llamarán posverdades (y he ahí otra palabra deshilachada a fuerza de pronunciarse y escribirse ni atenerse a la posología, pero esa no me duele porque nunca me gustó).

Joaquín Yver Jaramillo, en la presentación del libro en Madrid.
Foto: Redes sociales

Cuando me dijeron el título, Manual del votante neoliberal y libelos antifascistas, pensé en una densa presentación de un libro espeso. Nada que ver. Es un manual ameno, de textos cortos que dan para pararse a pensar, a paladear su profundidad, con un retrogusto ácido y necesario. Como fue la presentación, que ya advertían de la ironía, humor y genialidad, que es cosa de familia, con la que luego te topas en las páginas de este libro.

Para Joaquín Yver lo de escribir parece que le sale así, rápido y como con rabia, también con el cinismo imprescindible para contemplar la vida y no apearse de ella, y con toques cómicos, que eso sí que ayuda a tragar la áspera realidad.

Muchos de los fragmentos de este manual fueron escritos para las redes sociales (www.instagram.com/joaquinyver; www.facebook.com/joaquin.y.jaramillo) y publicados en ellas y conservan ese toque ágil, de pincelada al vuelo. Imagino que una vez desatada la pulsión de autor (dice que él no se considera escritor, “si acaso autor”) la cosa se le fue de las manos. Y ese descontrol, controlado, dio para este libro, 250 páginas, y “260 gramos para disfrutar de esa forma irónica de ver la vida, a los otros, a la política, la salud mental y la otra, la economía y las utopías (que a esa palabra, sin embargo, ahora no le va bien, se dice poco)…

«Qué bonito sería que en vez de los rinocerontes se extinguieran los jueces filofascistas»

También mira Yver Jaramillo a los caseros, al suyo le dedica el libro, porque como inquilino sabe lo importante que es tener contento a quien te alquila el techo bajo el que vives, no vaya a ser que decida montar un alquiler vacacional para especular un poquito, ¡ya tantos lo hacen!

De profesión regidor de teatro, el autor tiene en su haber cuatro obras teatrales: Imayin-Imagine, Tutto per Gina, Andrófilo Licántropo y De Kryptón a Metropolis. También ha firmado otros tres manuales, que parece su formato predilecto: Manual de Barrancos, Manual de regiduría de musicales y Manual de amores imposibles. Este recién salido es, pues, su cuarto libro de instrucciones para la vida.

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Entre los fragmentos, cortitos, destaco estos como muestra del estilo de Joaquín Yver, que a veces parece que hace greguerías, otras filosofía de lo cotidiano y muchas lanza soflamas para desperezar conciencias:  

“Y ahora el núcleo de la tierra se está frenando. Todo me pasa a mí.”

“El individualismo está sobrevalorado, te lo digo YO.”

En prosa poética las cosas, hasta las más feas, parecen mejores, pero no es fácil sacarle esa punta a la fealdad, para eso hay que tener el ingenio afilado y este autor lo tiene.

“La economía domestica, sin tilde”. Magia esa del lenguaje que trasviste a las palabras y a una frase entera con un simple signo ortográfico y habilidad de quien sabe verla y hacer malabares semánticos con ellos.

“Por momentos nos gustaría ser él, o ella, otrarnos”, concepto precioso el de otrarse’.

“Si el mundo se acaba en el 2030 me quito bastantes años de hipoteca. Ni tan mal”.

“Ya queda menos de medio ambiente”, aquí la preposición alcanza papel estelar.

Inma Muro

Periodista especializada en temas de denuncia social. Más de venticinco años de trayectoria en medios de información general e investigación. Entre ellos las ediciones digital y en papel de la revista Interviú. Gabinetes de prensa, comunicación institucional y agencias de publicidad.