El líder del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, interviene durante una sesión de control al Gobierno en el Senado. Alejandro Martínez Vélez / Europa Press
El líder del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, interviene durante una sesión de control al Gobierno en el Senado. Alejandro Martínez Vélez / Europa Press
/

Al señor Sánchez no le sienta bien el jet lag

2 Min. lectura

Si algún interés tienen los debates que se escenifican en el Senado entre el presidente del Gobierno, que lo es por delegación de la mayoría de investidura, y el presidente del PP, que lo es por elección de sus pares, es el de observar cómo evoluciona la técnica monclovita de destrucción de la imagen del líder de la oposición.

Se elaboró un primer argumentario, que inauguró a finales de julio la ministra de Educación Pilar Alegría, al referirse a Alberto Núñez Feijóo como “vago en conocimientos”. El orondo ministro Miquel Iceta lo redondeo unos días después: “actúa como un ignorante, un sectario y un incompetente”. Estos insultos tenían un hilo conductor: Feijóo es un títere en manos de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Diaz Ayuso. Fue tal la perturbación insultadora, que uno de esos llamados ‘barones socialistas’ tuvo que pedir sosiego.

¿Qué papel le reservan los argumentarios al señor Pedro Sánchez Castejón en sus confrontaciones senatoriales con Feijóo? Hasta el debate del pasado día 22 de noviembre -el primero fue el 6 de septiembre y el segundo el 18 de octubre- el presidente del Gobierno, que jugaba con ventaja en sus diatribas, buscó reducir al líder de la oposición a un personaje sin capacidad, sin conocimientos que, como consecuencia de ello, no tenía otro recurso que el insulto. Ideas que se repiten en sus intervenciones en las sesiones de septiembre y octubre, en un trato displicente hacia el señor Feijóo.

El presidente del Gobierno, que jugaba con ventaja en sus deribas, buscó reducir al líder de la oposición a un personaje sin capacidad, sin conocimientos que, como consecuencia de ello, no tenía otro recurso que el insulto.

Pero, algo cambió el pasado día 22. Quizá lo sucedido en las jornadas previas nos ayude a entenderlo. Del 15 al 16 el presidente estuvo en Bali, en la cumbre del G20. Lució elegante e informal. Su aportación más destacada no se destacó, pero se sabe que participó en algún karaoke con los líderes mundiales. Después aterrizó en Corea del Sur y regresó a España para entrevistarse -el día 21- con el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg y al día siguiente con Feijóo y el lío de la ministra Montero, Irene.

Ustedes tienen que entender a Sánchez. Tanto trajín no es vida y no es justo que un líder de su talla mundial (¡qué diría hoy Leire Pajín!, aquella ministra que exclamó: “El próximo acontecimiento histórico en el planeta será la coincidencia de Zapatero en la UE y Obama”), se vea sometido a un cara a cara con alguien al que desprecia integralmente. Además del jet lag.

Sirva esto como explicación, que no como excusa, de la ruptura de la disciplina monclovita. Cuando Sánchez insultaba a Feijóo lo hacia por los bajinis, para ofuscarle. Sin perder la compostura. No fue así en el último cara a cara. Feijóo concluye su intervención, Sánchez toma la palabra y: “¿Dónde ha dejado su moderación? ¿En objetos perdidos, con su supuesta autonomía política? Señor Feijoo, usted con sus insultos no daña a este Gobierno; daña a la convivencia y a la democracia. Le veo muy alterado, le veo muy preocupado.” Una coz. Así inició el presidente su respuesta al líder de la oposición. El resto es irrelevante. Parece que Feijóo no sale de su asombro, no por el exabrupto, esperado, si no porque, de ser un títere de Ayuso, pasó a serlo de Federico Jiménez Losantos y ahora lo es de un plumilla de El Mundo. ¿Mañana qué? Se teme lo peor.