novela negra

Un cirujano en la novela negra

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Raymond Chandler tiene una precisión quirúrgica al crear a sus personajes. En unas pocas frases, rápidas como lances de esgrimista, disecciona esa personalidad que brota en palabras. Practica unas pinceladas que parecen aleatorias pero que son perfectas incisiones para sacar el espíritu del individuo. En esta nueva entrega de Los trazos de la lectura, recorremos las lindes de la magistral novela negra creada por este autor.

Crea frases que componen una imagen que resulta vívida, tanto como el cine. Desde el atuendo, hasta los gestos del personaje. No en vano, Raymond Chandler está considerado como uno de los creadores del cine negro clásico. Sus obras fueron llevadas al cine y escribió y adaptó guiones al lado de Billy Wilder o Alfred Hitchcock.

“Medía aproximadamente un metro noventa y de blando no tenía casi nada. En sus ojos color gris piedra brillaban unas chispitas de luz fría. Llenaba un traje de talla grande de franela gris oscuro con una rayita blanca y lo llenaba con elegancia. Su porte revelaba que era un hombre difícil”.

La dama del lago

 La cara de Philippe Marlowe, el detective privado por excelencia, está inquebrantablemente unida a la del actor Humphrey Bogart (a pesar de que Chandler en un principio prefiriera a Cary Grant para el papel protagonista). Le bastó protagonizar el  El sueño eterno, junto a Lauren Bacall, para hacerse con el detective creado por Chandler, tan duro que no necesita llevar pistola y con un humor seco que queda patente con exageradas y agudas metáforas.

“Su voz era la voz exageradamente despreocupada de los tipos duros de las películas. El cine los ha hecho a todos así”.

El sueño eterno

Humphey Bogart y Lauren Bacall en un fotograma de ‘El sueño eterno’.

Las novelas de Chandler, sus cuentos o incluso la recopilación de sus cartas, son buenas compañeras de toalla. Tienen el atractivo de la trama de intriga, sin los sobresaltos de la sangre ni los golpes efectistas y exagerados de superproducciones de acción. Su prosa tiene elegancia y sus protagonistas y secundarios están armados con más fondo que el armario de una influencer. Son tan contundentes sus oraciones que hay que leer con lápiz en mano para atrapar esa genialidad y que no se diluya en la página.

Leer a Chandler tiene un efecto contagioso a la hora de descodificar la realidad cuando estás en la órbita de su literatura. No puedes evitar fijarte en el atuendo de un compañero de asiento en el tren. Ni impedir sumergirte a interpretar qué ocultará ese traje pantalón de esa señora, tan pulcro como el lavabo de un hotel japonés. Y que lleva pelo de peluquería un martes de verano, y labios rojos tan correctos que solo sabe pintar así quien se dedica a ello o invierte una porción considerable de la mañana en perfilarlos.

Nada en Chandler resulta aleatorio 

Hard boiled (cocido hasta endurecer) es un subgénero de la novela negra o policial, con toques violentos y personajes en decadencia. Dentro de esta corriente acompañan a Chandler otros maestros como Dasihell Hammett o antes Carroll John Daly (aunque sus obras son imposibles de encontrar traducidas al español). Estos autores iniciaron hacia 1920 la creación de detectives duros de pelar pero con principios, los suyos propios, y una fina ironía que desgranan con ácidos comentarios.

Sam Spade, de Hammet (al que también encarnó Bogart en El halcón maltés), de hecho sirvió de patrón para cortar los ángulos de hombre rudo pero sensible, con el que Chandler confeccionó a su Marlowe. Pero también los protagonistas de Daly, creados para relatos publicados en revistas estadounidenses, fueron referente aunque menos reconocidos.

Sofisticado y mundano

A veces, Chandler alude al exotismo de un material, una ropa o un adorno, para hacernos soñar a través de ellos, como unos pendientes de aro de jade o unas medias de seda «más transparentes que quepa imaginar; o una alfombra que «parecía nieve recién caída sobre el lago Arrowhead«. Una sofisticación, que no tiene que ver con materias primas y sí con el hecho de conocerlas, apreciarlas y saber ponerlas justo ahí, en el medio de una trama y crear ese ambiente tan bien reflejado en el cine negro de los 50. «El blanco hacía que el marfil pareciera sucio y el marfil hacía que el blanco resultara exangüe».

“Su sonrisa era tan desfallecida como una gorda en un baile de bomberos”

La ventana alta

Pero sus personajes, en especial Marlowe, saben ser vulgares, mordaces, si la situación lo requiere. Sabe pararle los pies a un malo, de esos de película, y, seguramente, solo lo hace como defensa y no como ataque. Y airea esa pose de cinismo y descreimiento que es eso, una pose que se cae a ratos.

No me puedo resistir a dejar unas cuantas frases y descripciones sacadas del grueso volumen Todo Marlowe (1.390 páginas), de la Serie Negra de la editorial RBA. Una joya que acarreo de casa en casa y de vacación en vacación, como una biblia que tuviese que tener presta para consultar.

Palabras maestras

El picoteo de frases, escogidas sin más criterio que el efecto que me hace leerlas y subrayarlas, como quien recoge conchas de mar, es mi invitación a adentrarse o recuperar la excelente prosa de Raymond Chandler. Palabras que como llave maestra abren esas ganas de adentrarse en el universo Chandler:

“Sus ojos azules eran todo lo remotos que pueden ser unos ojos”.

“/…/ dientecitos de depredador –tan blancos como médula fresca de naranja y tan relucientes como porcelana /…/”

“Había luz detrás de algunas ventana y radios que se lamentaban a grandes voces de que cayera la tarde”

El sueño eterno

***

“Paciencia agriada”

“Era un hombre grande, aunque no medía más allá de metro noventa y cinco ni era mucho más ancho que un camión de cerveza. Se hallaba a una distancia de unos tres metros, con los brazos completamente caídos y un humeante cigarro olvidado entre los enormes dedos de la mano izquierda”.

Llevaba una corbata estilo Ascot con un lazo anudado quizá hacia 1880. La piedra verde del alfiler no llegaba a tener el tamaño de una manzana.

“La sed forcejeaba con la sospecha y acabaría ganando. Siempre lo hace”.

“Se trata de una encantadora dama de mediana edad con una cara como de masa de pan”.

Adiós muñeca

***

“Medía aproximadamente un metro noventa y de blando no tenía casi nada. En sus ojos color gris piedra brillaban unas chispitas de luz fría. Llenaba un traje de talla grande de franela gris oscuro con una rayita blanca y lo llenaba con elegancia. Su porte revelaba que era un hombre difícil”.

“Una buganvilla escarlata susurraba contra el muro de la fachada principal”.

“De pie era un hombre tosco y fornido. La gordura era solo buen humor”

 “Patton escupió sobre el terciopelo negro de la sombra de un arbusto”

“Con el ceño fruncido y lleno truenos mudos”

“Tenía los ojos de color de un sorbo de agua”.

“Miré el reloj. Miré la pared. Miré al vacío”

“Hacía calor aquella tarde. Pero no era un calor como el de Pasadena. Había un olor soñoliento a flores y sol, un suave siseo de aspersores detrás de los setos y tapias, el claro traqueteo de segadoras que se movían delicadamente sobre céspedes tranquilos y confiados”.

“Vista a diez metros de distancia, parecía tener mucha clase. Pero a los tres metros parecía una cosas diseñada para ser vista a diez metros”.

“El peinado era tan artificial como el vestíbulo de un club nocturno”.

La dama del lago

***

“Su rostro gris y compungido era lo bastante largo como para dar dos vueltas alrededor de su cuello”.

“Después de tantos años, todavía o he aprendido a ponerle a una chica un cigarrillo en la parte de la boca que a ella le gusta”

La hermana pequeña

En The Dancers están acostumbrados al tipo de gente que hace dudar de que las clases particulares de tenis mejoren a las personas”.

“/…/ dijo con su voz de acero inoxidable”.

“Estaban junto al rodapié con ese aire de disipación que tienen siempre los zapatos.”

“Nunca se sienten de espaldas a una cortina verde. Siempre sale mal.”

“Nadie me miró al cruzar la frontera, como si mi rostro fuese tan anónimo como las manecillas de un reloj”.

“No me iba a costar nada detestar a aquel tipo antes incluso de conocerlo”.

“Era un hombre que hablaba poniendo muchas comas, como en una novela con empaque”.

“La noche parecía muy tranquila. Quizá la carta de un muerto trae consigo su propio silencio”.

“Para mí una noche en blanco es tan rara como un cartero gordo”.

“Hay un hombre triste como ese en todos los bares tranquilos de la tierra”.

El largo adiós

***

“Parecía inconmovible. La mayoría de los gordos lo parecen”

Playback

Inma Muro

Periodista especializada en temas de denuncia social. Más venticinco años de trayectoria en medios de información general e investigación. Entre ellos las ediciones digital y en papel de la revista Interviú. Gabinetes de prensa, comunicación institucional y agencias de publicidad.