Entender la historia del siglo XX y, en concreto la II Guerra Mundial, pasa por leer a Jacques Pauwels. Este historiador, de origen belga y afincado en Canadá, desempaña en su libro “Grandes Negocios con Hitler” (El Garaje Ediciones), uno de los episodios más oscuros del siglo pasado. Revela, con gran profusión de datos y bibliografía, cómo fue posible el ascenso de nazismo. El gran capital y empresas multinacionales, alemanas del resto de Europa y de Estados Unidos, apoyaron el surgimiento de un gran líder que parase los pies a la revolución rusa, a las ideas de Justicia e igualdad social, al marxismo. Además, sacaron grandes beneficios de armar primero al nazismo, luego a los aliados. Crónica Libre estuvo con Pauwels en su reciente visita a España para presentar esta obra. Una publicación imprescindible para saber qué pasó realmente en la primera mitad del siglo pasado y entender qué ocurre en la actualidad.
Marcas y multinacionales que hoy todos conocemos y consumimos, hicieron gustosos los camiones que necesitó Hitler en su afán expansionista; vistieron a sus tropas de asalto o incluso dotaron de sistemas informáticos al millar de campos de concentración donde el nazismo encerró a opositores, judíos, homosexuales, gitanos o personas con discapacidad mental o física. Muchas grandes compañías se beneficiaron de la mano de obra esclava de los prisioneros para enriquecerse. Incluso laboratorios farmacéuticos, que siguen fabricando remedios que están en todos los botiquines domésticos, experimentaron con los presos de los campos de concentración.
Nombres que hoy continúan entre las multinacionales líderes en el panorama internacional (General Motors, IBM, Bayer, Ford, filiales de Coca-Cola, Hugo Boss…) salieron indemnes de ese apoyo interesado a pesar de que en los juicios de Núremberg ya se señalase a estas marcas como “responsables”. Todo esto se desprende de años de exhaustiva investigación del historiador Jacques Pauwels, que con esta nueva entrega concluye la trilogía que reescribe la historia del siglo XX.
En Grandes Negocios con Hitler, Pauwels desvela como al finalizar la contienda mundial algunas de esas grandes empresas cambiaron de nombre, otras ni eso, pero sus consejos de administración siguieron siendo los mismos. Grandes fortunas, europeas y de Estados Unidos (Thyssen, Ford o los Bush, aparecen en las páginas de este libro) habían apoyado a Hitler pero todo quedó enterrado. Nadie recordó los discursos de admiración a Hitler de Henry Ford o el dinero enviado a la causa nazi. Hollywood se ocupó de ‘blanquear’ el rastro presentado al führer como responsable máximo.
– En su libro se puede leer: “Culpar a Hitler de toda atrocidad ayuda a olvidar que fueron las grandes empresas alemanas y multinacionales las que le pusieron en el poder”. ¿Es más fácil encontrar un culpable y dejar el sistema como está?
– Los historiadores, los políticos y los medios de comunicación del mundo occidental tienen desde hace mucho tiempo la costumbre de presentar a personalidades, individuos, como responsables de importantes acontecimientos históricos. En la historiografía anglosajona, esto se denomina la teoría de los grandes hombres de la historia.
Y entre estos hombres hay hombres buenos» y «hombres malos», tanto Churchill como Hitler. La función de este enfoque es ocultar, camuflar por así decirlo, la realidad histórica, es decir, el hecho de que el curso de la historia está determinado por las estructuras socioeconómicas y la dinámica de las relaciones sociales dentro de cada sistema socioeconómico histórico.
El sistema socioeconómico que domina el mundo en la actualidad es el capitalismo, un sistema cuyo advenimiento en los siglos XVI-XVII estuvo asociado a atrocidades como la esclavitud, y cuya mutación en un sistema global, el «imperialismo», ha hecho posible que una minoría se enriquezca enormemente, pero que ha causado una miseria sin precedentes en todo el mundo, por ejemplo, provocando guerras asesinas como los dos conflictos mundiales y la guerra de Vietnam.
Pero los beneficiarios del sistema, esa minoría adinerada que puede llamarse «gran capital», no sólo controlan el capital económico, es decir, los medios de producción material. También controlan los medios de producción intelectual, incluida la enseñanza universitaria y los medios de comunicación y, en consecuencia, la producción de libros y documentales históricos.
Comprensiblemente, tratan de impedir que la opinión pública se dé cuenta de que el sistema socioeconómico del que son constructores y beneficiarios ha causado tanta miseria a lo largo de su historia y sigue haciéndolo. Por eso son partidarios de la teoría de los «grandes hombres que hicieron historia». También es comprensible que se culpe a Hitler de toda la miseria causada bajo los auspicios de su régimen, ayuda a olvidar que fueron las grandes empresas alemanas las que le pusieron en el poder y se beneficiaron de «sus» crímenes y «su» guerra.
Mitos históricos útiles
– ¿Qué papel desempeñó Hollywood en la construcción de este panorama?
– Producir películas de éxito cuesta mucho dinero y, por tanto, es un negocio monopolizado por el gran capital, el gran capital estadounidense. Por ello, las producciones de Hollywood de tema histórico reproducen el tipo de historia «antiséptica» (desde el punto de vista del gran capital) en la que el protagonismo recae en los «grandes hombres» e incluso ocasionalmente en las «grandes mujeres».
Además, como la historia apenas se enseña ya en las escuelas, la mayoría de los estadounidenses aprenden un poco de historia a través de las películas de Hollywood. Así que no aprenden la realidad histórica, sino mitos históricos, mitos que son muy útiles desde el punto de vista de las grandes empresas.
La famosa película La lista de Schindler, por ejemplo, presentaba las cosas como si la colaboración de un industrial alemán con las SS fuera un fenómeno excepcional, lo que no era en absoluto el caso, y que tuviera consecuencias positivas en forma de vidas salvadas, mientras que la colaboración de los industriales alemanes con los nazis costó en realidad la vida a cientos de miles de personas.
– Siempre es la misma situación, solo hay una versión de la historia que falsea la verdad. ¿Como historiador, no es frustrante ver cómo olvidamos, cómo ignoramos todo esto?
Como historiador, me resulta muy frustrante ver cómo los libros que difunden mitos históricos al servicio de las grandes empresas tienen éxito fácilmente porque las grandes compañías controlan los medios de producción y promoción de sus obras, por ejemplo, las grandes editoriales, los periódicos y revistas, las grandes librerías, los canales de televisión y las redes sociales como Facebook.
Por el contrario, se ignoran o menosprecian las obras históricas críticas, por ejemplo, los libros en los que se revela la realidad histórica de los vínculos entre las grandes empresas y el nazismo. El gran capital hace todo lo posible para impedir que la gente tenga acceso a esos libros.
Un pequeño ejemplo reciente: Facebook me castigó a su manera por poner en mi página una foto de la portada de mi libro Grandes negocios con Hitler; ¡probablemente no les gustaron los billetes de dólar con la efigie de Hitler en lugar de la de Washington! Por otro lado, las redes sociales también han creado oportunidades sin precedentes para promocionar nuestro tipo de libros en todo el mundo.
Conatos esperanzadores
– ¿Detrás de la política sigue estando el gran capital, multinacionales y sus intereses que son quienes mueven los hilos? Como podemos leer en su libro, Hitler fue creado por las grandes empresas y financieros (de Alemania, otros países europeos y estadounidense) porque les interesaba frenar el comunismo, los derechos de los trabajadores, encontrar salidas para sus productos y beneficiarse de la producción para la industria bélica…
-Hay dos factores importantes que motivaron al gran capital alemán a apoyar a Hitler desde sus inicios en la política y a llevarlo al poder en 1933. En primer lugar, su programa político interno, que presagiaba la eliminación de los partidos políticos de izquierda –y especialmente del Partido Comunista–, así como de los sindicatos, en combinación con una política de rearme que prometía enormes beneficios para las grandes empresas y los bancos.
En segundo lugar, una política exterior agresiva que condujera inevitablemente a una gran guerra de la que el gran capital alemán esperaba (¡como en 1914!) muy grandes beneficios, sobre todo la conquista de la Unión Soviética. Esta conquista les aportaría, creían, el control de materias primas esenciales como el petróleo del Cáucaso y las ricas tierras agrícolas de Ucrania, pero también implicaría la destrucción de un Estado que odiaban porque era la cuna y la sede del comunismo mundial.
Las grandes empresas estadounidenses, que habían realizado enormes inversiones en Alemania (fábricas de Ford y General Motors, por ejemplo), apoyaron a Hitler por las mismas razones.
– ¿El ‘gran capital’ nunca se pierde, siempre se sale con la suya?
– Con sus recursos ilimitados, el gran capital gana muy a menudo, pero no siempre. En 1914 esperaba eliminar, mediante una guerra, el fantasma de la revolución, pero la «Gran Guerra» acabó produciendo lo contrario, es decir, una gran revolución en Rusia, con consecuencias nefastas para el capital.
Del mismo modo, en 1941 el gran capital, tanto internacional como alemán, ya esperaba la destrucción de la Unión Soviética a manos de los nazis, pero el resultado fue muy diferente, a saber, un triunfo de la Unión Soviética sobre la Alemania nazi, que fue al mismo tiempo un triunfo del socialismo sobre el capitalismo. Estas derrotas demuestran que el gran capital no es invencible y nos dan esperanza.
Verdaderos criminales de guerra
– General Motors, fabricó camiones para los nazis; Hugo Boss, diseñó uniformes de sus soldados; Coca-cola (Fanta) hizo negocios en la Alemania nazi, IBM puso las fichas informatizadas que contribuyeron a la eficiencia del exterminio…; Empresas como Bayer, Basf…. (integradas entonces en el grupo IG Faber) tuvieron grandes beneficios de su apoyo a Hitler… Pero todo esto se ocultó a pesar de que en el juicio de Núremberg, el fiscal ya había declarado que «estas empresas, y no los nazis, eran los verdaderos criminales de guerra»…
– Las grandes empresas y bancos alemanes que apoyaron a Hitler y se beneficiaron de sus crímenes y de la guerra, que eran de hecho “sus” crímenes y “su” guerra, pudieron sobrevivir a la desaparición de Hitler y del nazismo en 1945, al menos en la «Alemania Occidental», porque sus crímenes fueron perdonados y barridos bajo la alfombra por los nuevos jefes del país, los estadounidenses.
Y los estadounidenses lo hicieron porque las grandes empresas y bancos alemanes eran socios de las grandes empresas y bancos estadounidenses, que también habían apoyado a Hitler y se habían beneficiado de sus crímenes y su guerra. El gran capital estadounidense había colaborado, íntimamente y con mucho éxito, con el gran capital alemán bajo los auspicios del nazismo; quería continuar esta lucrativa colaboración tras la desaparición del régimen nazi y la derrota de Alemania, y el Estado estadounidense, siempre al servicio del gran capital transatlántico, hizo lo necesario para salvaguardar y «reciclar» el gran capital alemán en contra de los deseos de la mayoría del pueblo alemán.
-¿Todas estas empresas y familias (Ford, Bush, Thyssen…) no pagaron nada? ¿Qué queda de los que apoyaron al partido nazi? (Porque se enriquecieron con el uso de mano de obra esclava, materias primas y riquezas robadas a los países invadidos y los prisioneros… No serían lo que son hoy sin todo ese capital, esa riqueza obtenida hace 80, 90 años… )
-Según la historiografía dominante, los capitalistas alemanes se habían visto obligados a producir material de guerra por un régimen nazi que no les gustaba nada pero que se había apoderado de sus fábricas y otros establecimientos.
Por lo tanto, los grandes bancos y empresas alemanes son considerados oficialmente inocentes y, por lo tanto, se considera normal y justo que se les permitiera seguir haciendo negocios en la nueva Alemania (occidental) supuestamente democrática que surgió tras la guerra bajo los auspicios de Estados Unidos.
Sin embargo, para apaciguar a la opinión pública alemana e internacional, se hicieron algunos gestos, por ejemplo, pagos a asociaciones judías y ciertas selecciones de trabajadores extranjeros que habían sido obligados a trabajar para el régimen nazi.
– ¿Cómo se puede seguir creyendo en este sistema político y económica?
– En efecto, el objetivo primordial de la historiografía dominante es hacer creer que los crímenes y la llamada «guerra de Hitler» no fueron culpa del sistema capitalista (y de su superestructura política) sino de un puñado de «grandes hombres» malvados que, por desgracia, también hacen historia y cuya irrupción en escena es trágica pero inexplicable.
Por tanto, no habría motivos para perder la confianza en un sistema socioeconómico y político que no es perfecto pero en el que, citando a Voltaire, «todo va bien en el mejor de los mundos posibles».
Por el contrario, el tipo de historiografía de la que mis libros son ejemplos, explica que Hitler y su nazismo, y el fascismo en general, fueron posibles gracias al gran capital, no sólo al gran capital alemán.
– Este gran capital utiliza el poder pero no participa directamente en la política…
– En efecto, los industriales y banqueros del gran capital prefieren permanecer entre las bambalinas del poder y confiar el «trabajo sucio» político a figuras, preferentemente de origen modesto, «populistas» como Hitler, en las que pueden confiar para defender y promover sus intereses. Esta estrategia crea la ilusión de que las decisiones políticas, incluso cuando favorecen claramente al gran capital, se producen de forma democrática.
Otra ventaja de esta estrategia es que permite al gran capital negar cualquier responsabilidad cuando las políticas aplicadas por estas figuras desembocan en guerras u otros resultados catastróficos.
Guerra en Ucrania
–¿Se puede extrapolar la situación que desenmascara en sus libros al momento actual, a la guerra de Ucrania?
-El conflicto de Ucrania no comenzó en 2022, sino en 2014, concretamente con un golpe de Estado orquestado por los servicios secretos estadounidenses, que permitió la sustitución de un gobierno elegido democráticamente por un régimen elegido por Washington; y en este régimen altamente corrompido desempeñan un papel destacado políticos, oligarcas y militares abiertamente (neo)nazis y violentamente antirrusos.
Este es el origen del conflicto, de una guerra catastrófica para el pueblo ucraniano pero que, como las demás guerras dirigidas –directa o indirectamente–por Washington, reporta mucho dinero a las grandes empresas estadounidenses y, sobre todo, al llamado «complejo militar-industrial» de EEUU. Esta guerra resultará ser una catástrofe para Ucrania –excepto para los oligarcas corruptos del país, incluido el presidente Zelensky–, pero una bendición para las grandes empresas estadounidenses.
– Históricamente, ¿qué importancia tendrá la pandemia? ¿Cómo ha cambiado el panorama mundial? ¿Existe un paralelismo con la gripe de 1918, la Primera Guerra Mundial y todo lo que ocurrió después?
No soy especialista en este campo, pero me parece que la reciente pandemia –¿o sigue presente?–, se asemeja a una guerra en el sentido de que su función dentro del sistema socioeconómico capitalista es permitir que el gran capital, y especialmente la industria farmacéutica, maximice sus beneficios. Al igual que las guerras, la pandemia equivale a una gigantesca pero perversa redistribución de la riqueza, es decir, de los bolsillos de los pequeños a las carteras de los ricos.
En efecto, los beneficios generados por el Covid son privatizados por empresas como Pfizer, mientras que los costes son socializados, es decir, pagados por el Estado con impuestos que gravan cada vez más a los pequeños.