La dictadura franquista inició al término de la guerra civil una terrible represión y un ensañamiento con la población civil. No solo encarceló y fusiló a los perdedores, su largo brazo llegó hasta el más íntimo rincón de sus hogares. El grupo Mapas de Memoria, integrado por antropólogos e historiadores, ha recorrido la provincia de Ciudad Real para recuperar recuerdos e historias familiares, acalladas durante más de 80 años. Su trabajo ha dado lugar a la emotiva e imprescindible muestra. En el museo Cristina García Rodero de Puertollano, hasta el 31 de mayo.
Entre la cárcel de Almodóvar del Campo y la celda número 22 de la prisión de Gerona, Anastasio Godoy y Benita Lillo tendieron un frágil puente de palabras y una única foto. Ambos presos por sus ideas tras el fin de la guerra civil, víctimas de la despiadada represión de la dictadura franquista, como miles de españoles. Ellos se aferraron al amor como modo de resistencia, se escribieron durante dos años.
Ella aprendió a escribir apresuradamente para mantener correspondencia con su amado. Él, de tanto besar la imagen de ella en una foto desgastada, acabó por quebrarla, o quizá se la arrebataron y rompieron como una forma más de castigo. La cosió con grandes puntadas.
La imagen de Benita, recosida, es la que ilustra el cartel de la exposición El cuerpo ausente. Un recorrido por los recuerdos íntimos, cotidianos, familiares por las que transita esta muestra para recomponer la memoria robada, silenciada por años de miedo y acallado sufrimiento. Una muestra de nuestra historia reciente que nos es tan desconocida.
Porque la dictadura, no hace tanto, se forjó sobre la represión, con la creación de campos de concentración, que alcanzaba los rincones de la casa, de los recuerdos. Esta exposición, proyecto de “Mapas de Memoria”, recompone esos vestigios guardados en secreto, ocultados hasta de los familiares más directos. Pero sin olvidar.
La muestra ha contado con el apoyo del Centro Internacional de Estudios de Memoria y Derechos Humanos de la UNED, el Centro de Arte Reina Sofía, la Diputación de Ciudad Real y el Ayuntamiento de Puertollano.
Una investigación de 14 años realizada con rigor científico
“El objetivo común que unió al grupo Mapas de la Memoria fue saber con exactitud mediante un método científico y riguroso el número de víctimas causadas por el franquismo en la posguerra en Ciudad Real”, explica Luis Francisco Pizarro, investigador de Mapas de la Memoria. Han sido necesarios casi 14 años de recorrer la provincia, de hacer centenares de entrevistas de familiares y de hurgar en sus recuerdos.
Solo existía un dato que era el ofrecido por el militar Salas Larrazábal que había fijado el número de víctimas 2.200. “Sabíamos que era una cifra que no era real porque no había contrastado fuentes en las que ahondar”, añade Pizarro. El dato al que han llegado el equipo de investigadores, integrado por antropólogos e historiadores, es prácticamente el doble, 4.000 represaliados.
Mapas de Memoria centró su trabajo en visitar todos aquellos lugares que fueran fuente de información. No solo archivos municipales, también registros civiles y contar con la memoria de los familiares. “Esas eran las fuentes de nuestro trabajo y entre ellas, fundamentalmente, el Archivo General e Histórico de Defensa, ubicado en el Paseo de Moret en Madrid”, precisa el historiador.
Recuerdos que recomponen la Historia
Además, recorrieron la provincia de Ciudad Real en centenares de entrevistas. “En el lugar más insospechado siempre surge alguien que ha conservado la memoria y esa es una fuente inagotable de sabiduría para un trabajo como este”.
Así han recogido retazos de historias anónimas que ayudan a recomponer, como la foto de Benita, una etapa que nos ha sido arrebatada a todos. Y el desconocimiento, parece que nos haga cómplices. “Nos fijamos en todo lo que nos ofrezca información del fondo de la cuestión, que no es otra cosa que personas que sufrieron un terror atroz, incalificable, inaudito. Toda España estuvo dominada por el terror”, cuenta el investigador.
Una de esas historias que resultan muy simbólicas es la de Pedro Torres Escudero vecino de Torre de Juan Abad. Le obligaron a colocar un retrato de Franco que presidía su salón. Cada día, durante dos o tres años, una pareja de la Guardia Civil se asomaba a la casa para ver si se cumplía el castigo.
Antes, en ese mismo lugar había estado colgada una foto de la familia en la que se había escrito a mano “Somos socialistas”. La causante de la pena, por la delación de algún vecino seguramente, sobrevivió a la dictadura escondida, a la vista, en la caja de fotos, dada la vuelta. Allí da fe Mapas de la Memoria que estuvo durante la dictadura.
La imagen de un lapiz, desgastado al máximo, tanto que casi no se podía ya coger para escribir, es otra de las simbólicas imágenes que recoge la muestra. Ese objeto era apareció en el bolsillo de uno de los fusilados contra la tapia del cementerio de Almagro cuando se recuperó su cuerpo de la fosa común.
A esos apenas dos centímetros de lapicero se aferraría para poder mantener correspondencia con sus parientes, para dar fe de vida mientras pudiera. Contarían, seguramente, cosas cotidianas, como hacía Anastasio en sus cartas a Benita. Le comentaba que las hermanas de ella le lavaban la ropa fuera de la prisión, le animaba a seguir practicando la escritura y le decía que tenía una bonita letra.
El miedo y la custodia del recuerdo atraviesa generaciones
Escolástico Pérez escribió en un pañuelo una carta a su mujer y a su hija, Eugenia. La mandó poco antes de ser fusilado el 5 de marzo de 1941. La carta fue encontrada por la familia en febrero de 2019. Había sido custodiada por la hija y, a su muerte, por el marido de esta, Ramón Ramírez. Cuando murió, sus familiares encontraron en su pantalón una llave. En su casa de Fuencaliente hallaron, oculta, la caja de caudales que abría esa llave. Con ella tuvieron noticia de la historia.
También en un pañuelo, Antonio González Escobar pintó un parchís. Seguramente el juego prohibido en la cárcel, para así, sobre la tela poder esconderlo cuando aparecían los guardias en su ronda.
La intrahistoria que compone la Historia en mayúsculas. Objetos que han son el testigo que nos pasa esta exposición, indispensable, que debería viajar por toda España para que su memoria, la de tantos, siga viva.
Otros vertieron ese amor en la elaboración de un cuento para sus hijos. Como el de El Premio, que habla de un elefante, el más estudioso de la clase que recibe un galardón. En lugar de acapararlo decide compartirlo. El autor, Cipriano Salvador, un pintor de la localidad de Pedro Muñoz, le enseñaba a través de la narración valores a su hijo.
“Porque estos presos no eran demonios como se les presentaba, no eran delincuentes habituales, eran personas que habían luchado por la libertad –subraya Pizarro–. Simplemente tenían otras ideas y por eso eran castigados en el afán del franquismo de eliminar cualquier atisbo de resistencia. No lo consiguieron porque esa idea no caía en el olvido sino en ser sembrada porque los familiares no iban a olvidar”.
Objetos recuperados de fosas comunes
La medalla de Ramón Rodríguez Arias, que se encontró s en la exhumación de una fosa común en Manzanares es otro de los símbolos de la memoria que pervive. En el registro de esta localidad encontraron la dirección de la hermana de Ramón. Junto con el dato de que había fallecido en Cartagena y una dirección.
Un profesor, miembro de Mapas de la Memoria, que fue a examinar a la ciudad murciana, decidió buscar a los descendientes. Se encontró con familiares que aún residían en el domicilio. Le contaron como la hermana de Ramón habían guardado una carta en la que él contaba que sabía que iba a morir y que, a pesar de que habría gente por encima de él en la fosa y que a él le reconocerían por la medalla que guardaría.
“Con ochenta años de antelación predijo que lo sacarían y sabía que sería identificado por la medalla que llevaba en la tapa de su bolsillo”, cuenta Luis Pizarro. Por un lado esa medalla llevaba inscrito “Muero por la libertad” y en el reverso, “Viva la CNT. Viva la FAI” (Federación Anarquista Ibérica).
Esa hermana que harta de leer esa carta acabó rompiéndola pero que cuando se vio que iba a morir, la volvió a rescribir. Esa historia ha sido cerrado ocho década después. “La exposición es un conglomerado de momentos sobrecogedores. Quien tenga humanidad no puede por menos que reconocer que esta gente merece recuperar su dignidad, ser rescatada del olvido”, apunta el investigador.
A continuación aclara que Mapas de memoria no trabaja con el afán de venganza, sino con el afán de contrastar todo lo que afirma con pruebas documentales que demuestren que es la verdad. “En este país, desgraciadamente este es un tema polémico –lamenta el historiador–. Una polémica que no hemos visto que exista en Chile, Argentina o Alemania. Aquí sigue sucediendo, hay gente que no comprende que esto se tenga que hacer. Mapas de memoria no abre heridas, lo que hace es cerrarlas. Consideramos que una familia no cierra sus heridas hasta que reciba los restos de su familiar”.
En este país, como recordaban recientemente en Crónica Libre una víctima de la dictadura española y otra de la argentina, nadie ha pedido perdón por lo ocurrido. Tampoco en el país andino se ha producido ese arrepentimiento de los militares a pesar de estar probadas sus atracidades.
‘La Rapa das Bellas’, homenaje a las mujeres señaladas y humilladas
El artista Fernando Sánchez Castillo, ha hecho para la muestra un homenaje a la memoria de las mujeres que sufrieron tantísimo con la represión franquista. Lo ha titulado “La Rapa das Bellas” en referencia a los miles de mujeres que fueron castigadas y humilladas rapándoles la cabeza.
El castigo alargó su brazo hasta cualquier rincón. No solo se ensañó con aquellos que condenó y fusiló, sino que su terror llegó a las familias, particularmente a las mujeres que quedaron solas, viudas, con hijos. Fueron ellas las que conservaron la memoria y también las que sufrieron la maldad de la represión. “Como aquellas a las que raparon y no solo eso, les daban aceite de ricino, un purgante (laxante) y las obligaban a desfilar ante el escarnio de todo el pueblo. A veces hasta con música detrás ante el jolgorio de la gente”, cuenta Pizarro.
En memoria de ellas, Sánchez Castillo, un artista de renombre internacional, ha hecho 4.000 reproducciones de una figura de mujer rapada. Quien deja un comentario, de algún castigo que le hayan contado o que vivió se lleva la reproducción de la estatua en bronce realizada por el escultor. Así recibe el testigo de lo ocurrido. Estas figuritas, al tamaño de aquellas de los 70 y 80 que comercializaba la marca Comansi, que han sido encargadas a México.
La memoria recompuesta en El Cuerpo Ausente no está completa, lo saben sus comisarios, por eso la intervención del artista Fernando Sánchez Castillo resulta tan potente. En La Rapa das Bellas, propone continuar con esa labor al visitante. Una pared entera ya está revestida con centenares de post-it dejados por muchas de las más de 1.500 personas que han acudido ya a verla.
La exposición, abierta hasta el 31 de mayo en el museo municipal Cristina García Rodero de Puertollano, incluye otras muchísimas historias espeluznantes, emocionantes y duras. Todas muy tristes, tanto que es imposible no emocionarse y no tomarse un respiro en las sillas alrededor de una mesa, ubicadas como rellanos para pausar la emotividad. Una cita educativa que debía ser imprescindible y que no habría que ponerle fin hasta que no recorriese todo el país.