La fiebre start up se ha congelado y ya no irrumpen como palomitas de maíz los unicornios, esas empresas que en poco tiempo llegan a valer 1.000 millones. Llega el nuevo concepto: la scale up. Lo importante no es aparecer con una idea emergente sino demostrar que lo recientemente inventado es capaz de crecer y ganar dinero. Traccionar, escalar… mil palabros (si son en inglés, mejor) para volver a la economía de toda la vida: ganar dinero. Back to basics. Cuando hay crisis, toca volver a los principios de toda la vida.
La burbuja start up, o de emprendimiento, comenzó en algún momento de la pasada década, en plena crisis soberana post Lehman. Bastante gente tuvo claro que las crisis llegan para aflorar cambio y fue bueno que numerosos emprendedores se pusieran a la tarea. Muchos de ellos fueron jóvenes, que despreciaron la posible vida empleado por cuenta ajena en una gran corporación. Otros, más veteranos, eran personas despedidas de esas corporaciones.
Tenían claro que ya no volverían a ese status de empleado premium. Y, por último, se lanzaron a la vorágine ejecutivos de la banca de inversión, dispuestos a cambiar el rumbo de sus inversiones. Había pasado el momento de las grandes fusiones y adquisiciones; el de las súper OPV´s en el mercado, pero había dinero gratis. ¿Qué mejor que invertirlo con fuerza en proyectos de crecimiento y vender la inversión con dos o tres ceros más?
“Por debajo de 50 millones, no invertimos”
Así, llegó una cantidad incesante de dinero, gracias a esos tipos bajísimos, inexistentes o incluso negativos. Los gestores de los grandes fondos de venture capital o seed capital (private equity para inversiones pequeñas o iniciales; en ambos casos con gran potencial), se encontraron con un problema real: tenían mucho dinero en su fondo, pero no opciones de inversión. Realmente, se colocó capital en proyectos tecnológicos donde no importaba en exceso la bondad del negocio, sino en la “salida”: si era posible colocarlo en Bolsa o revenderlo a un nuevo inversor, también cargado de dinero, que iba a multiplicar el precio.
Esta es la manera en que se han generado muchos unicornios en el mundo: por exceso de dinero. Sería hasta divertido saber cuántos grandes fondos desechaban inversiones por ser demasiado pequeñas. “Por debajo de 50 millones, no invertimos”.
Las ‘start up’ crecían a pérdidas, la ‘scale up’ tiene potencial de ganar dinero
Muchos de esos proyectos tenían como idea principal de su modelo de negocio crecer a pérdidas. Daba igual que cuanta más cuota de mercado captaran más perdieran: el dinero era gratis y la idea era hacerse con todo el mercado. Entonces sí, entonces estarían en disposición de fijar tarifas adecuadas y con la totalidad del negocio, imaginen las ganancias.
Así se razonaba, pero eso se ha terminado en pocos meses. Apenas hace 12 que los bancos centrales han comenzado a subir tipos de interés y todo se ha parado de golpe: ya no hay rondas de financiación inacabables, no hay salidas a Bolsa e incluso operaciones de compra anunciadas o comprometidas se han cancelado.
No hay fundadores que esperan vivir de inversores aportando dinero a espuertas hasta que puedan vender su compañía y hacerse multimillonarios. Muchas operaciones previstas de antaño se han cancelado e incluso algunas en ciernes han encallado y veremos cómo acaban.
Pero ya ha salido el nuevo volantazo: lo interesante no es la start up, sino la scale up, la compañía que sí tiene potencial de crecer, aumentar facturación y ganar dinero. Son muchos los que están ahora buscando ese tipo de empresas: ya creada, con ventaja tecnológica y capacidad de monetizar.
Los inversores no buscan expectativas, sino empresas que tengan beneficios
Hace unos días, la mismísima Bolsa de Madrid ha lanzado un nuevo mercado alternativo: BME Scale, dirigido a esas compañías, capaces de ‘escalar’.
En un ejercicio de egocentrismo, me permito citarme a mi mismo con mi libro Superfounders de las grandes unicornio españolas, que salió el año pasado y apuntaba la necesidad de que las start up, después de la fase unicornio, se convirtieran en “Dragones”, es decir, empresas con facturaciones de 1.000 millones y beneficios recurrentes de 100.
Tecnología, avances, desarrollo… Pero ahora, con negocio detrás. Los inversores ya no compran expectativas. Quieren empresas que facturen, generen caja y tengan beneficios. Qué disgusto se va a llevar Yolanda Díaz.