Son la antítesis de España, por desgracia para nosotros. EE.UU. sufren amenazas claras por parte de China, que tal vez le supere en PIB (si no lo ha hecho ya, aunque oficialmente aun no), pero la capacidad de liderazgo tecnológico, emprendedor e industrial es imbatible. Es su garantía para seguir al frente del mundo. Lo hacen una y otra vez. El último milagro es Nvidia, una más en unirse al club de las Trillion dollar babies, es decir, compañías que valen más de un billón español de dólares. Un trillion inglés. Más o menos, como todo el PIB español.
Ya saben cuáles son: Apple, hoy la empresa más grande del mundo, con unos escalofriantes 2,85 billones de dólares, Microsoft, algo menos; sólo 2,4 billones, Google (Alphabet), con 1,56, Amazon, con 1,27… y se han desinflado Meta (Facebook) o Tesla, que valen entre 600 y 700.000 millones de dólares. Hay que añadir a las petroleras Aramco o Petrochina, pero son otra historia, de la que habría mucho que hablar.
Leo en algunos medios que esto es una burbuja parecida a la puntocom y, aunque pueda haber excesos en esas estrellas tecnológicas; que no digo que no, hay una diferencia clara: hoy, los mercados no compran sólo expectativa, como ocurrió a finales del pasado siglo y los primeros meses de 2000. Entonces, casi todas las tecnológicas subían sólo por ser tecnológicas e inteneteras, aunque había casos de firmas que no habían facturado ni un dólar.
EE.UU. y el caso Nvidia
No es este el caso: Nvidia se disparó recientemente porque en sus resultados trimestrales batió las previsiones de sus ventas, colocándolas por encima de los 7.500 millones de dólares, frente los 6.500 esperados. ¿El motivo? La ingente cantidad de pedidos recibidos de su tarjeta gráfica, capaz de desarrollar vídeos mediante inteligencia artificial.
Inteligencia Artificial. El nuevo mantra. El motor de los mercados, que ha sido capaz de llevar al Nasdaq por encima de los 13.000 puntos, cuando acabó el ejercicio anterior rondando los 10.000. Ya veremos sin no se anima a testar de nuevo los máximos históricos, por encima de los 16.000, en el segundo semestre, pero de momento, el mercado está “cachondo” otra vez, si se me disculpa la grosería.
Para el año, Nvidia también ha presentado unas expectativas que han sorprendido al mercado. Habrá que ver si es posible, porque no existen las fórmulas mágicas del crecimiento indefinido virtuoso, como toda burbuja intenta hacer creer. Pero es cierto que en EE.UU. se alaba el espíritu emprendedor. Se valora más a una persona que lanza su propio proyecto que a un ejecutivo de una gran corporación.
Así están los mercados de EE.UU. y, claro, en España no paran da salir casos de empresas que prefieren plantearse salir a cotización en el Nasdaq en lugar que en nuestra depauperada Bolsa, que contrata hoy un tercio de lo que en 2015. Que tiene sus máximos históricos olvidados, en un ya lejanísimo 2007. Hace ¡¡16 años!! Toda la Bolsa española vale 1,1 billones de euros. Menos que Amazon. Si esto no es un problema país, que venga Dios y lo vea.
Por cierto, los máximos del Nasdaq llegaron hace no demasiado tiempo, a finales de 2021, gracias al impulso de un personaje denostado por el mundo woke y socialdemocrático en general: Donald Trump, que redujo el impuesto de sociedades de manera drástica. Crímen de lesa humanidad, según el relato imperante, pero que llevó a EE.UU. al pleno empleo y a las Bolsas a máximos. Logrando, así, un enorme efecto de riqueza financiera en la sociedad, que no sé a quién debería molestar, pero el caso es que lo hace, porque nada más llegar Biden, volvió a subir los tipos sobre beneficios empresariales. Qué coñazo de gente, la verdad.
De España, mejor ni hablar. Tenemos un país de funcionarios, donde los políticos presumen de salarios mínimos y rentas universales, pensiones no contributivas, y en el que las empresas se mueren de asco. Auténticamente. Son presas de la burocracia, las inspecciones de todo tipo y una fiscalidad insoportable que, en una economía sin crecimiento real, apenas les deja margen. Sobreviven y poco más. Nos hemos cargado las salidas a Bolsa, los planes de pensiones y las cifras de desplome de firma de hipotecas recientemente conocidas (30% abajo) deberían causar sonrojo a nuestra casta politocrática, pendiente sólo de hacer listas en las que, como decía Alfonso Guerra, salgan todos en la foto.