odio Imane Khelif
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Sobre boxeo, sexo y la Internacional del odio

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Si viviéramos en una época donde la reflexión, posición o cuestionamiento sobre cualquier tema no fuera automáticamente considerado “odio”, analizaríamos la polémica de las boxeadoras en los Juegos Olímpicos con rigor, desde la ciencia y el conocimiento. Pero como hoy todo es “odio” y “discurso de odio”, es muy difícil luchar contra esta Internacional que se ha impuesto en todo el mundo.

Vaya por delante que ni soy deportista, ni me gusta el deporte, y que sigo los Juegos Olímpicos de refilón. Sé ver la belleza de los giros de Simone Biles y otros deportes, y admiro a todas esas personas que dedican su vida a cualquiera de ellos. Si por mi fuera el boxeo no lo consideraría un deporte: me horroriza ver a dos personas pelearse y hacerse daño. Para mí es la ejemplificación del más cruel comportamiento masculino. No le veo la gracia. Pero bueno, como está considerado un deporte, pues habrá que aceptarlo.

Pero el tema de Imane Khelif va más allá del tema deportivo. Y se entronca con la idea que se intenta imponer: que el sexo no tiene importancia, que es irrelevante, e incluso que no existe. La gente de a pie no tiene ni idea de lo que significa ni de las consecuencias de tal aserto, pero calla por desconocimiento, por miedo o por prudencia, porque ya sabemos que hoy día todo es odio, todo es transfobia.

Si llevamos la idea que se quiere imponer a sus últimas consecuencias –es decir, que el sexo es irrelevante– lo lógico sería eliminar las categorías deportivas por sexos. Si los individuos no están condicionados por el sexo biológico, sino por unas aleatorias condiciones físicas naturales (capacidad pulmonar, altura, peso, masa muscular etc.), deberíamos concluir que hombres y mujeres tendrían que competir juntos en todos los deportes. ¿Lo aceptaría el COI y las instituciones deportivas? ¿Estaría la gente de acuerdo con eso?

Naturalmente esto significaría el fin del deporte femenino, porque aunque haya mujeres más fuertes que muchos hombres, a igualdad de condiciones y entrenamiento, los hombres siempre obtendrían mejores resultados.  Pero si el sexo importa y se mantiene en el deporte hay que explicar por qué y definir sin ningún tipo de ambigüedad en qué consiste.

Que el sexo importa está fuera de toda duda, y ya se están viendo las consecuencias de obviar esta realidad en otros ámbitos: en las cárceles donde se interna a varones autoidentificados mujeres, en las estadísticas en las que aparecen “agresiones sexuales con penetración” por parte de mujeres (174 en 2023, datos del Ministerio del Interior, nos preguntamos con qué ejecutaron estas mujeres la penetración), etc.

Pero en ningún lugar es tan visible como en el deporte, y más en unos Juegos Olímpicos, que se practica a la vista de todo el planeta. Pues bien, el caso de Imane Khelif es posiblemente el de una persona intersexual (que no tiene nada que ver con lo trans), a la que se le “asignó” al nacer sexo femenino por presentar tal vez una ambigüedad genital (cosa infrecuente pero no es imposible) y que al llegar a la pubertad desarrolló las características sexuales correspondientes al sexo cromosómico XY.

Ni en épocas pasadas ni en determinadas zonas es posible hacer más pruebas para saber exactamente el sexo de la criatura que presente una ambigüedad genital. Por lo que en estos casos sí es posible atribuir un sexo equivocado. Pudo ser socializada como niña, y a todos los efectos legales es una mujer. Pero ¿está en igualdad de condiciones con las mujeres XX?

Por eso es tan importante el sexo, porque no se trata de una cuestión ideológica, ni de odio ni de transfobia: el sexo viene determinado por los cromosomas XX o XY, y en el 99,98 por ciento de los casos se puede establecer sin ningún tipo de ambigüedad. Pero como en todo sistema, siempre existe la excepción y están bien estudiados los diferentes síndromes o alteraciones sexuales (DSD) que pueden ocurrir (véanse los videos de Paradox Institute). Caster Semenya o María José Martínez Patiño podrían ser otros casos parecidos.

El sexo importa, y no solo en el deporte. Importa en todos los aspectos de la vida. Es la primera variable de clasificación humana. Y cuando este siglo de las (pocas) luces haya pasado, habrá que situar el tema donde corresponde: en el conocimiento científico y la evidencia empírica, y no en la Internacional del Odio, una nueva modalidad política utilizada para acallar la disidencia, especialmente de las mujeres cuando reclamamos nuestros derechos.

Juana Gallego

Profesora universitaria