Se han referido su proyecto como “un arca de Noé”. Pero la comparación no les gusta. La Borda Matias es “una granja viva, las razas se conservan usándolas, no en la probeta”, rebate Ricardo Azón. Hace tres décadas este oscense se empeñó en recuperar razas autóctonas del Pirineo aragonés y se ha apuntado varios tantos, como la gallina del Sobrarbe, el pavo oscense o la oveja churra tensina. En su granja, en Orós Bajo, junto a su pareja, Rosa Avellanet, tienen ejemplares de aves, ovejas o bueyes que hace solo unos años estaban en peligro de extinción después de haber poblado las montañas de Huesca durante miles de años. Además, son la única granja en España que cría yaks, buey del Himalaya.
Se habla mucho de la España despoblada como fuente de reclamaciones pero en esas zonas rurales también existen conatos que solo pueden darse en medio de la Naturaleza, en espacios abiertos, en el campo y en el pasto de las montañas. En el Prepirineo oscense, está la población de Orós Bajo, (22 habitantes según consta en Wikipedia) a escasos kilómetros de Biescas, puerta del Valle de Tena. Allí se instalaron hace catorce años Ricardo Azón y Rosa Avellanet.
La pareja, él ingeniero técnico agrícola y ella, biológa y doctora en producción animal, lo hizo por elección. Ambos llevan el mundo rural y los animales en las venas. De familia le viene a ella, nieta de ganaderos trashumantes. Él recuperó tierras familiares para montar Borda de Matías, una granja con inquietudes y una filosofía de recuperar especies que han habitado esas tierras y que estuvieron a punto de desaparecer.
Ricardo empezó hace tres décadas, estudiante todavía, a buscar por ganaderos de la zona, puerta a puerta, ganándose a las gentes de la montaña, de principio algo desconfiados con los de fuera. Iba en busca de gallinas del Sobrarbe, ave ligera, rechoncha, con cola levantada, cresta sencilla y plumaje sencillo.
“Muchos descubrimientos se hacen por casualidad, en la ciencia funciona”. En el caso de la gallina de la comarca del Sobrarbe, también. “Un compañero de trabajo me comentó que había atropellado una gallina y que cuando fue a la señora a decírselo, le dijo que lo que más sentía es que era una de las pocas que le quedaban de esa raza. Fui tirando de la manta y poco a poco localicé el lugar del atropello”, recuerda Azón.
Inquietud y nostalgia
El medio rural es muy cerrado y no es fácil que te cedan los animales que han criado. “Llegas y no hablas como ellos, no eres de los suyos y te miran con recelo. Te los tienes que ir ganando. Así iba consiguiendo ejemplares, primero de gallinas, luego llegaron las ovejas churras tensinas (del valle de Tena). “Cuando te llevas un animal, te llevas un sentimiento”, dice como alguien que entiende lo que hay detrás de animales que han procurado el sustento y una forma de vida durante generaciones.
Recuperaba cada ejemplar por el trueque, que era lo que funcionaba hasta hace no tanto. “Ahora se va a la tienda verde, antes eso no existía. Las familias tenían sus propias semillas que hacían germinar. Se cambiaban los animales como forma de comercio”, comenta. Muchos kilómetros y horas de conversación para hacerse con esos raros ejemplarses. Había poblaciones aisladas y diseminadas y eran animales deteriorados por la endogamia, explica el ingeniero.
En la mirada de Ricardo Azón hay un ojo clínico avezado en apreciar las diferencias en un rebaño, en apreciar características y también se advierte el amor y la dedicación por lo que hace. A partir de esos ejemplares descubiertos en rincones de Aragón, se hacen cruces controlados, por el método tradicional, sin inseminaciones artificiales, con sangre fresca de la misma raza proveniente de otros núcleos. “Mi padre me decía, más que un rebaño teníamos un asilo”, recuerda el ganadero en referencia al estado de los animales que recuperaban. Reconoce que en su profesión y en su afán por el rescate de razas pesan los recuerdos de su niñez y un cierto gusto por “las causas perdidas”.
“Lo local pierde frente a lo industrial, razas mejoradas, de crecimiento más rápido, más resistentes que son las que llenan las granjas”, explica. Pero la naturaleza, sabía y con economía de esfuerzos, acaba por mostrar como las razas autóctonas, adaptadas al medio durante miles de años, ofrecen ventajas, como la resistencia al clima y al medio montañoso. La raza tensina es más fuerte, se rompe menos las patas o enferma con menor frecuencia. Lo que podía verse desde el punto de vista ambiental, se acaba por considerar desde la lógica económica y ya hay ganaderos de la zona que han optado por incluir a la raza churra tensina en sus rebaños.
Defender la pureza de raza
Tanto Rosa Avellanet como Ricardo Azón viven, principalmente, de su trabajo profesional al frente de asociaciones que trabajan por la pureza de razas, llevan los árboles genealógicos de los animales. “Es cómo el DNI oficial”, aclara con el símil, Ricardo. También asesoran a las granjas que las crían, como hacen ellos mismos, más por pasión que por rentabilidad. “Nos compensa porque lo hemos elegido como medio de vida pero aquí no descansas un día. Los ganaderos entienden que hablamos su mismo idioma, sabemos lo que es criar ganado y eso se nota”, explica Rosa.
Este íntimo conocimiento de sus necesidades del día a día les llevó a desarrollar una aplicación para el control de rebaños que transmite los datos que recoge un lector inalámbrico a un teléfono móvil sin que haya que tener conocimientos informáticos. Con este sistema, los datos se recopilan sin contacto gracias a los chips implantados en los animales. Esas mediciones se sincronizan y almacenan automáticamente a través de la app Mi rebaño que puede descargarse gratuitamente, aunque requiere licencia para su uso.
La información se guarda en documentos Excell o pueden enviarse directamente a la Administración, para cumplir con los requisitos de trazabilidad de cada ejemplar, necesario para su venta, para recibir y justificar las ayudas… “Hay mucha burocracia en la ganadería y esta aplicación simplifica mucho”, cuenta la bióloga y desarrolladora de la aplicación.
Revertir el tiempo
Su empeño ha demostrado que se puede volver atrás el proceso de extinción y recuperar colores y características de razas autóctonas propiciando los cruces adecuados. Lo hicieron con las gallinas, “a través de estudios, logramos volver de las gallinas negras a trigueñas que ya no se veían. Tomas decisiones que deparan en que la raza sea una u otra”.
La búsqueda y la casualidad les llevó también a tener en su corral pavos oscenses, otra raza amenazada. Como restos de un naufragio, van hallando vestigios a través de los que comienza su labor. “Convencí al dueño del pavo que cambiase de menú navideño, lo cambié por dos corderos”, recuerda Ricardo Azón. O los bueyes serranos originarios de Teruel, que también pastan en sus tierras y de los que se tenía censados escasos ejemplares.
Ricardo participó en la recuperación del quebrantahuesos (especie de buitre) a través de la Asociación en Defensa del Pirineo Aragonés. “Vigilábamos los nidos de los quebrantahuesos que fracasaban para saber por qué y los forestales nos denunciaban. Ahora son ellos quienes los protegen”, mantiene con la satisfacción de haber creado camino.
“Nos gusta hacer las cosas diferente lo que hace todo el mundo, buscar nuestro hueco”, admiten estos ganaderos. Así, además de las razas autóconoa com las cabras pirenáicas o el perro de ganado del Altoaragón (Can de Chira), tienen vacas de raza highlands, escocesas, perro de raza lobo herreño, procedente de la Isla de El Hierro, asnos. Recientemente han traído yaks. “Somos la única granja de España en tenerlos, de hecho no existía ni código en el Ministerio de Agricultura para la especie”, explica. En Orós ya han nacido las dos primeras crías del país de este bóvido originario de Nepal y Tíbet. Quieren dedicar estos animales a la producción de lana, «ya se han interesado varios tejedores», comenta Ricardo.
“Ricardo es muy inquieto y llevaba años hablando de importar estos animales que en el Himalaya. El yak es motor de vida, porque en condiciones muy extremas se utiliza su carne, la leche para comer, las fibras de su pelaje, los excrementos como combustible. Transmiten paz”, dice Rosa. Se entiende muy bien con Svetlana, una hembra que llegó preñada de Francia, mansa y zalamera. Su próximo proyecto pasa por la venta directa al consumidor de la carne del ganado que crían en su granja.