Cuando casi nadie se atrevía a dar la cara, Ismael la dio y alzó la voz contra los gigantes que fabrican el aglomerado de cuarzo para encimeras de cocina (Silestone es la marca más conocida). Ha fallecido Ismael Aragón, 18 días después de ser trasplantado de ambos pulmones. Quienes no conozcan la lucha de los marmolistas contra la silicosis se preguntará quién es. Aquellos que hayan leído o preocupado por esta enfermedad incapacitante y mortal sabrán de él. Fue fundador y presidente de una de las asociaciones más activa e íntegra para denunciar este mal. Anaes, desde Chichlana de la Frontera (Cádiz) ha sido el motor valiente, ariete cuando nadie se atrevía a alzarse contra el gigante Cosentino. Los medios no recogían el goteo de enfermos y muertos y las empresas compraban el mutismo de afectados . El silencio era otro clavo más en la injusticia que ha rodeado a esta enfermedad a la que todavía no se le reconoce el origen laboral pero que ya ha provocado que en se empiece a hablar de prohibir el material. Algo que Ismael ya no verá.
Ismael ha muerto dieciocho días después de ser trasplantado de pulmón. La última e incierta opción de supervivencia que les queda a los enfermos de silicosis afectados por la manipulación de esta piedra artificial. “Los pulmones se deshacen como arena”, me contaba un neumólogo sobre lo que se encontraban al abrir a un enfermo. Las fibras, aspiradas en largas jornadas de trabajo, dejaban los bronquios hilados de sílice que se entreveraba con los tejidos. El trabajo, más durante el boom de la burbuja inmobiliaria, se realizaba a destajo, en condiciones que no respetaban la más mínima protección, nadie les avisó, a pesar de que se sabía ya de lo mortífera que era la exposición al polvo de sílice. Se callaba con fines estrictamente mercantilistas (hay sentencias que prueban este extremo).
Hace más de una década conocí a Ismael, a Mari Carmen, a la gente de Anaes y a las familias que vivían con la incertidumbre y el miedo ante una enfermedad laboral que había dado la cara más feroz y tenía en este municipio de Cádiz uno de sus epicentros.
Hombres, jóvenes, sanos enfermaban y, aunque por fuera estuviesen bien, tenían ya los pulmones corroídos. En los pasillos del hospital gaditano Puerta del Mar, donde iban a que estudiase ese mal –que antes solo se había detectado en mineros tras décadas de bajar a la mina– se decían “que vienen los 300”. Con la referencia a la película de los guerreros espartanos dejaba claro el personal el aspecto de esos operarios acostumbrados al trabajo duro. Por dentro, la enfermedad comenzaba irremisiblemente a minarles la capacidad pulmonar, a asfixiarles.
Familias enteras, y la de Ismael Aragón, es buen ejemplo de ello, cayeron en esta ‘epidemia’ silenciada. En Interviú publiqué varios reportajes sobre la silicosis, no hice más que mi trabajo, pero cuando nadie publicaba noticias, para los afectados suponía un gran consuelo que saliesen informaciones.
Se estableció una relación, mutua, de cariño. Hoy, Mari Carmen me ha escrito: “Ismael me habría dicho, ‘llama a Inma’. Te quería mucho”. Ese es el mayor reconocimiento que puedo tener a mi profesión como periodista. Solo eso bien vale toda una carrera, porque yo solo hice mi trabajo, dar voz a quienes no la tenían. Eso debería ser el Periodismo, una gran profesión, que se debe a la denuncia, que debe ser independiente y valiente.
Ismael es para mí un héroe porque no se cayó, luchó por los derechos de un colectivo, los organizó y les dio apoyo y ánimos. Él me dijo algo que nunca olvidaré: “la gente tiene en su cocinas encimeras manchadas de sangre”. DEP Ismael Aragón.
