Soy Mel Supernova, columnista y teórico trans. Hace algunos meses escribí una pieza analizando el argumento del transactivismo hegemónico de que hay un “genocidio” contra nosotros, las personas trans, así como la idea que hay una creciente ola de violencia contra nuestro colectivo.
En esa pieza exponía que no hay tal “genocidio” y que tampoco somos un colectivo vulnerable, a tal punto que en países desarrollados (Europa occidental y en Estados Unidos o Canadá) incluso somos de los colectivos más seguros y protegidos. Aunque si existen instancias focalizadas de violencia hacia nosotros, lo importante -como prioridad inicial- debería ser explorar las causas y las circunstancias puntuales de esas violencias para comprenderlas y saber cómo combatirlas, así como determinar en qué consisten esas violencias.
Mi caso que no hay una comprensión ni definición de lo anterior siempre queda ilustrado por el famoso estudio malinterpretado por el transactivismo hegemónico y mediático, que los lleva a afirmar, sin analizar sus resultados, que la expectativa de vida de las personas trans es de 35 años, lo cual es simplemente falso. El estudio, en primera, estaba ubicado en secciones marginales de Brasil y -muy importante- se centraba específicamente en personas en situación de prostitución.
Violencia y prostitución
Las causas de la expectativa de vida tan baja se ligaban directamente a la marginación económica y social, así como a la violencia sufrida por ser personas prostituidas y explotadas sexualmente, no por ser trans per se. Para ponerlo inequívocamente, las personas en situación de prostitución tenían una expectativa de vida de 35 años, fueran trans o no. La prostitución provocaba ello, no ser trans.
Por muchos factores, este estudio no puede ser aplicado a los países europeos o a Estados Unidos, en donde no se han hecho estudios serios al respecto, debido principalmente a que no quiere desmentirse la conclusión manipulada, pero en donde la expectativa de vida tendrá que ser mucho mayor.
Sin embargo, debo insistir en que tenemos que iniciar con algo que el transactivismo popular y mediático no hace y no le interesa hacer: establecer definiciones, y debe ser importante mantener definida “violencia”. Inequívocamente deberían ser acciones que atenten contra la integridad de las personas. Algunos diccionarios la definen como “el ejercicio deliberado de fuerza física contra una persona, propiedad, etc., así como la amenaza de ello” y esa será la acepción que manejaremos.
Malgenerización
El biólogo Richard Dawkins escribe que el problema mayor que tiene lo que él denomina “Defensores de Derechos Trans”, y que yo nombro “Transactivismo Hegemónico”, es que intentan redefinir varios términos a su conveniencia, términos que ya estaban establecidos y determinados. Dawkins analiza precisamente la acepción de violencia utilizada por ellos y señala que hay cosas que podrían denominarse “descortesía” o “malentendido” que han elevado al grado de violencia si está dirigido a ellos, y que minimizan violencias que ellos mismos ejercen si lo consideran justificado.
En ese sentido, Dawkins señala que consideran la aplicación de ciertos pronombres hacia ellos “violencia”, y lo equiparan al asesinato, al mismo tiempo que descaradamente piden por violencia física y el asesinato de sus percibidos adversarios y lo consideran un acto de “amor propio”. Es como si pensaran que ellos tienen justificado ejercer violencia.
Para ser perfectamente claros, no, el que te malgenericen, el que usen pronombres que no te gusten, que se refieran a ti con un nombre propio con el que te conocieron previamente no es violencia. Punto. No es ni el ejercicio deliberado de fuerza física en tu contra y en detrimento tuyo y tampoco es una amenaza. Es, en el peor de los casos, una descortesía o un desencuentro, no más. Insistiré todo lo que se tenga que insistir: si la malgenerización, la negativa a usar los pronombres que pides o el uso de tu nombre originario te causa dolor y pensamientos de agresividad y quieres reaccionar violentamente, el del problema no es la gente, sino tu.
Empatía
Tu eres la única persona que se debe validar por sí mismo/a y entender que lo que eres no tiene que ser validado por terceras personas. La demás gente no te debe comprensión de tus autopercepciones ni obediencia, sino respeto, y si en su concepto, el que te traten con los pronombres que ellos consideran adecuados o el uso del nombre con el que conocieron originalmente es respeto, tu debes de comprenderlo y aceptarlo. La empatía que exigen debe funcionar en dos sentidos.
“Pero Mel” no faltará quien diga -y me lo han llegado a decir, es verdad- “tu dices esto porque hablas desde el privilegio de no recibir violencia. La malgenerización es violencia”. No voy a decir que no me llegó a decepcionar que me siguieran tratando en masculino después de trancisionar, pero con el tiempo entendí que las personas más cercanas a mí nunca dejaron de verme como soy. Además, yo no creo en el passing (la idea que al transicionar te ves indetectable del sexo que intentas emular), así que entendí que la mayoría me trataba de “caballero” porque no veían otra cosa.
Lo acepté porque entendía que, en la mayoría de los casos, ese tratamiento era su forma de respeto. Eso era lo que ellos percibían. Yo sé quién soy y lo que soy. Se que quien dejó de verme hace 15 años me va a llamar como me conoció Y ESTÁ BIEN. Eso no es violencia. El amenazarlos y gritarles y estallar porque no obedecen como te deben tratar si es violencia, y de ello hay ejemplos, videos virales, confesiones espontáneas de amenazas de acciones legales y hasta amenazas de violencia física.
Violencia en primera persona
El 2 de noviembre de 2002 (tenía 25 años) regresaba a mi casa por la noche y un grupo de dos varones y una mujer me detuvieron y me arrinconaron a un callejón. De entrada, pensé que era un atraco, así que lo único que alcancé a decir era que tenía poco dinero conmigo, pero lo único que hicieron fue golpearme. Me quebraron dedos de la mano, me reventaron la nariz, el labio y me dejaron los ojos morados. No se cuánto tiempo me estuvieron golpeando, pero sentí que fueron horas.
En cierto momento llegué a la idea que no se iban a detener hasta matarme, así que rodé por el piso y alcancé a agarrar un pedazo de concreto. Ok, tal vez no saldría de ahí, pero ellos no se iban a ir en blanco. Al ver que estaba intentando defenderme retrocedieron y me dejaron ahí. Mis piernas dejaron de responderme, así que tardé casi una hora en salir de ese lugar. Alcancé a llegar a un café abierto las 24 horas en donde pedí ayuda. Sobreviví.
Eso es sufrir violencia. Eso es lo que debe de entenderse desde las causas para poder combatirla. Lo sé porque lo he vivido de primera mano. Es por ello que la “malgenerización” me parece lejos de ser violencia.
Violencia y transfobia
El transactivismo hegemónico, ante casos así, tiene una reacción que sería graciosa de no ser miope y convenenciera. Suelen pasar a la ofensiva y decir que este tipo de ataques son provocados por el “discurso de odio” de las críticas a sus posturas, como si varones machistas violentos o misóginos/homofóbicos le pusieran atención al feminismo radical. No, son únicamente las reacciones machistas de toda la vida. Cualquier postura que no les dé la razón es “discurso de odio”, pero el que demanden la muerte o el abuso a mujeres críticas de género no lo es, lo que es curioso. O equiparan el que se les recuerde que el sexo biológico es importante, y que el género es desigualdad en sí mismo, al tipo de violencia que sufrí. No lo es.
La violencia que sufrí no fue “transfobia”, en primer lugar, porque dudo que en ese entonces y en ese entorno, esas personas vieran otra cosa en mi más que un varón alejado de los mandatos de masculinidad. Desde su punto de vista no estaban atacando a “una persona trans” o no binaria ni nada de eso, sino a un varón con pluma. Un ataque motivado por odio, si, pero odio machista. Machismo violento y tradicional. Un ataque para “corregir”.
La mayoría de la población, y aquí deben incluirse los varones machistas tradicionales, no entienden lo que es una persona trans. De hecho, un rápido análisis a los crímenes más mediáticos cometidos contra personas trans dejan ver ese claro patrón. A Gwen Araujo le asesinaron por homofobia, por miedo a que sus asesinos se convirtieran gais por sentirse atraídos a Gwen. A Brandon Teena le asesinaron porque no podían permitir que lo que percibían como una lesbiana masculinizada tuviera una novia del pueblo.
Seguridad y respeto
La casi totalidad de los asesinatos de personas trans en mi área en los últimos cinco años están ligados directamente a la prostitución, en donde el “cliente” -vaya eufemismo- resulta ser homofóbico. Y si, insisto que es importante comprender esto porque la violencia recibida a personas trans resulta ser totalmente por varones machistas.
¿Podría proponer algo? Si, reeducación pública en la comprensión que los varones femeninos podemos tener libre tránsito y estar libres de violencia machista, la cual debe ser controlada por las buenas o las malas. La solución no es ocupar espacios de mujeres sino el reclamar los espacios de hombres como nuestros y exigir seguridad y respeto.
Cierro exhortando por enésima vez que hay que definir bien los términos y entender nuestra situación desde la realidad, no desde fantasías autoidentitarias. Lo que somos, lo que necesitamos, entender nuestro entorno, la causa y circunstancias de nuestra realidad. Solo así hallaremos y ganaremos espacio. El atacar la realidad y las percepciones de los demás solo porque no corresponden con tu idealización de tu ser no nos ayudarán, al contrario. Piénsenlo.