La Asociación Sancho de Beurko ha completado las biografías de 1.100 soldados vascos o descendientes de origen vasco, que lucharon en las Fuerzas Armadas norteamericanas para combatir a los nazis y a las fuerzas del Eje en el último gran conflicto bélico mundial. Muchos fallecieron en combate. La biografía de esta generación que se enfrentó estoicamente al fascismo fue olvidada hasta que el proyecto ‘Fighting Basques’ sacó sus historias a la luz.
Texas homenajea a esos veteranos. Crónica Libre conoce de primera mano cómo ha vivido este acontecimiento histórico el historiador Pedro J. Oiarzabal, que ha liderado esta iniciativa tan institucional como emocional. Al otro lado del charco, sueña con la colocación de un monolito que recuerde a los aguerridos reclutas que lo dieron todo en territorio americano.
En las calles de Estados Unidos un póster de reclutamiento apelaba directamente a la conciencia de los inmigrantes pese a que, entonces, estos no tenían la ciudadanía norteamericana, que conseguirían al acabar la contienda. “¡Esta es también tu guerra!«, exclamaba el cártel publicitario desde las paredes dirigiéndose a ellos.
La propaganda quería conseguir mediante esa frase la inclusión en la maquinaria de guerra americana de aquellos que habían llegado del extranjero para vivir el sueño americano. Sin que lo supiesen, su papel sería determinante en el devenir de la contienda. Los vascos asumieron su incorporación al Ejército con la gratitud, la entrega y el entusiasmo de quien agradece al país de acogida el trato que tanto a ellos como a sus padres les había proporcionado.
De los 300.000 inmigrantes en lucha, 1.196 eran españoles
Tal y como se desprende de los datos que maneja la asociación Sancho de Beurko, “unos 300.000 inmigrantes fueron reclutados a lo largo del conflicto” y “según los registros militares que se conservan en los Archivos Nacionales de Estados Unidos (NARA) 1.196 nacieron en España”. De entre toda esa gente había dos mujeres, una vasca (Cecilia Corcuera) y una catalana (Carmen Arabia i Gironés). «Las dos serían destinadas al Cuerpo de Mujeres del Ejército, creado en 1942”.
Pese a haberse criado en el municipio costero de Mundaka (Bizkaia), Julián Oleaga nació en la Gran Manzana a consecuencia de las corrientes migratorias vascas. Al alcanzar la mayoría de edad se incorporó a las filas norteamericanas durante la II Guerra Mundial. Aunque cargado de las pesadas armas, los abultados pertrechos y otros útiles para la guerra que con él llevaba, el joven Julián consiguió desembarcar en Omaha Beach el Día D en Normandía con la mítica “Big Red One”.
Aunque ya haya fallecido, la suya es una de las decenas de las 1.100 biografías de los implacables luchadores de sangre vasca – emigrantes o descendientes- que tomaron parte enrolados en el ejército estadounidense.
Fighting Basques: Memoria de la Segunda Guerra Mundial’
El colectivo al que pertenecen podría ser mucho más amplio que el hasta ahora cifrado porque el estudio ‘Fighting Basques: Memoria de la Segunda Guerra Mundial’ – todavía en curso- estima que los veteranos de guerra vascos o de origen vasco en las Fuerzas Armadas, incluyendo a la Marina Mercante, de EE.UU. podrían haber sido 1.400 combatientes, en palabras de sus impulsores. El 85% de los reclutas eran descendentes de emigrantes de los territorios vascos y estaban afincados en el Oeste Americano, principalmente en California, Idaho y Nevada.
Se trata de una parte muy importante de la diáspora que había permanecido arrinconada en un segundo plano a lo largo de mucho tiempo. Y nunca habría sido reconocida públicamente de no ser por el trabajo que han realizado los historiadores Pedro J. Oiarzabal y Guillermo Tabernilla acompañados por un número de colaboradores.
Una resolución legislativa sin precedentes
Gracias a su labor, la Cámara de Representantes de Austin, capital del estado petrolero por excelencia, aprobó el pasado 1 de marzo, una resolución legislativa sin precedentes en la historia estadounidense para rendirle un solemne homenaje a “una minoría emigrante que luchó contra el totalitarismo en favor de un mundo más libre”. Tal y como afirma categórico el director de ‘Fighting Basques’, Pedro J. Oiarzabal, presente junto a los familiares y descendientes de los veteranos de raíz vasca de la II Guerra Mundial.
Oiarzabal reconoce que hacer un reconocimiento público, aunque para muchos de estos veteranos sea póstumo, es todo un hito histórico que “se lo debían porque también son parte de nuestra historia en común”. En este sentido, en la hoja de ruta del proyecto de investigación Fighting Basques se prevé la construcción de un monumento una vez de termine el censo de los veteranos y veteranas de la Segunda Guerra Mundial de origen vasco. Sería, en palabras de Oiarzabal, “una gran manera de incluirlos en los libros de historia”.
‘Fighting Basques’
Desde su alumbramiento en 2015, ‘Fighting Basques’ ha buceado en las listas de reclutamiento de 45 Estados del país de las barras y las estrellas, Washington D.C. y Puerto Rico, contrastando con esmero diferentes bases de datos hasta completar el primer listado de esta naturaleza que haya realizado nadie jamás. Esta investigación y el esfuerzo de la asociación Sancho de Beurko abrirían las puertas a la propuesta de homenaje. El ingente trabajo de recopilación de estos nombres y de sus biografías mereció la pena.
“El compromiso institucional y la financiación pública y privada es fundamental para finalizar la investigación, ahora que se ve el final del túnel”, afirma para Crónica Libre Oiarzabal, “y así dar pie a la construcción de un monumento físico en territorio estadounidense, acompañado por uno digital, que honre la vida y los sacrificios de esta generación vasca que dio todo sin pedir nada a cambio», reclama. Este objetivo está marcado en la hoja de ruta de la asociación desde el día uno y sería posible de aquí a 2026 si la investigación toma velocidad y culmina en 2025.
De soldados y aviones abatidos
Son historias como la de Alfonso Garde, el cabo 3835273, un hijo de navarros que se había alistado en las Fuerzas Aéreas de Fort Bliss (Texas) porque soñaba con ser piloto. A pesar de no conseguirlo fue enviado de artillero de un bombardero a Europa, donde protagonizó una odisea de la que salió con vida: fue abatido, hecho prisionero por los nazis y llevado a un centro de interrogatorios de Budapest tras ser derribado su avión cerca de Viena por cazas de la Luftwaffe.
Sería allí donde le confirmarían la muerte de seis de los 10 tripulantes de su B-24, junto con un fotógrafo que volaba con ellos. Más que un sentimiento de culpa o vergüenza por haber sido capturado sintió pena por los compañeros de tripulación que no regresaron, así como por los miles de jóvenes que lo dieron todo.
Tras pasar hambre y penurias, Alfonso Garde participó junto a 8.000 prisioneros de Stalag Luft IV en la llamada ´Marcha Negra` o ´Marcha de la muerte´, una travesía de 800 kilómetros en la que murieron 3.500 soldados aliados. Era una movilización a pie ordenada por Hitler para que los prisioneros fuesen llevados al corazón de Alemania. Una vez más, Alfonso sobrevivió y lo contó en unas memorias en 1990, “después de reflexionar durante cuarenta años sobre la aventura”, como él mismo escribió de su puño y letra.
“Sobrevivíamos cada día gracias a las escasas limosnas que nos daban los civiles a lo largo del camino. Cambié mi reloj por una hogaza de pan y un trozo de salchicha. Mi anillo de graduación fue por una docena de huevos cocidos” , relató.
En palabras de su hija Sarah, invitada en la sesión del Capitolio de Texas, su padre solo mencionaba la guerra “cuando se acercaba el 23 de agosto, fecha del aniversario en el que derribaron su avión”. La epopeya de Alfonso tendría un final feliz ya que, derrotado Hitler, los ejércitos aliados liberaron a todos los soldados presos. Garde fallecería en 1992 a los 66 años.
Además de Sarah Garde, sus hermanos Tom y Susan han ayudado a reconstruir con todo su colorido la época que le tocó vivir a su padre. “Es la primera vez que honran así a nuestro padre y estamos emocionados porque no han olvidado a estas gentes”, apostillaron en el solemne acto agarrados de la mano.
Un político con pasado vizcaíno
El encargado de defender e impulsar la iniciativa sobre los soldados vascos en la tribuna de oradores fue el demócrata Rafael Anchía Michelena, electo de la Cámara tejana y de ascendencia vizcaína. El congresista estatal tiene mucho en común con los hombres a los que distinguió porque su propio abuelo, de origen vizcaíno, se ofreció voluntario al ejército de EE UU. en la I Guerra Mundial sin tener ni siquiera la nacionalidad estadounidense. Afortunadamente nunca fue llamado a filas. Además, el político es un viejo conocido de la diáspora vasca en el país porque el 29 de junio de 2018 presentó otra resolución que establecía esa fecha como el The Basque American Day oel Día Vasco Americano del Estado de Texaspara reconocer la contribución vasca a este Estado de la Unión.
Flanqueado por los representantes demócratas y republicanos que apoyaron a una la Resolución, Anchía leyó expresamente un texto en euskera, lengua que por primera vez se pronunció desde la tribuna de oradores de la cámara tejana.
La contribución vasco-americana
Con el sentimientos a flor de piel de los hijos y nietos de aquellos auténticos pioneros, testimonio vivo de su legado, los 155 representantes del legislativo tejano aprobaron al unísono “la primera resolución legislativa en la historia de Estados Unidos sobre la contribución vasco-americana en el último conflicto mundial”. Lo subraya el historiador Oiarzabal destacando el simbolismo de la iniciativa.
La de los vascos constituye un excelente ejemplo del compromiso que asumieron muchos hombres y mujeres voluntariamente en defensa del país que les abrió sus puertas y que en muchos casos no los vio nacer. Esta no sería más que una anécdota en la historia del todopoderoso Ejército norteamericano si no fuese porque sus logros fueron más allá de los de sus padres, que en la mayoría de los casos se dedicaron al mundo pastoreo al otro lado del charco.
The Greatest Generation
A esa generación se la conoce como ´The Greatest Generation`, es decir, la generación más grande, ya que salieron victoriosos de la II GM tras derrotar al totalitarismo. Sin ellos no se habría consolidado la democracia en todo el mundo. Cohesionaron unos valores que posteriormente se han ido mitificando: el país de las libertades, de las oportunidades…
Dado que han transcurrido 78 años del fin de la II Guerra Mundial, las voces van desapareciendo con el fallecimiento de los veteranos y veteranas y ya no quedan muchos protagonistas vivos de aquel episodio. Cada día que pasa se hace más difícil recoger testimonios, por lo que urge recabar información de sus descendientes.
“Gracias a la extensa red de las casas vascas o las euskal etxeak tratamos de encontrar vecinos, parientes o amigos para poder entrevistarlos antes de que sea demasiado tarde”, ha atestiguado Oiarzabal. La dinámica de la asociación Sancho de Beurko, por lo menos, sigue adelante, firme en su propósito.
Europa es parte de nuestra memoria histórica
Uno de los soldados más antiguos que entrevistaron falleció hace poco cuando sumaba 101 primaveras. Por su legado y el del resto que hundió sus raíces en América, consideran importante reunir las hojas sueltas para ponerlas en un libro común que hace de su historia la de todos. «Son parte de nuestro patrimonio material e inmaterial, y de nuestra memoria democrática«, explica.
“Si todos asumimos que esta generación que nos libró del totalitarismo en Europa es parte de nuestra memoria histórica, y que afianzó nuestra democracia”, concluye Oiarzabal. “Entonces podemos aunar esfuerzos para concluir la investigación de manera exitosa y hacer realidad un memorial que visibilice su legado. Nuestras puertas están abiertas”.
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