Brasil es el cuarto productor agrícola del mundo. Exporta carne, celulosa, soja, hilo de seda, azúcar… lo que le convierte en una de las mayores granjas de alimentos del planeta. Pero también destaca por sus tecnologías de control biológico respetuosas con medio ambiente, que empezaron a diseñar en los años 70. A nadie le extraña, por tanto, que la Unión Europea y los grandes inversores internacionales hayan puesto sus ojos en el país carioca. Alemania, sin ir más lejos, ya ha firmado con ellos contratos para la producción de hidrógeno verde. Crónica Libre viaja a Brasil para contestar a la pregunta que la mayoría nos hacemos: ¿qué es lo que comemos?
Con mucho orgullo cuenta a Crónica Libre el reputado ingeniero agrónomo brasileño Joaquim Valente que «Brasil también es un importante exportador de carne vacuna, porcina y de ave. Es el mayor exportador de zumo de naranja, café, azúcar y también un gran exportador de frutas. Somos el segundo mayor productor de etanol, utilizamos combustible de etanol desde 1975 debido a que la mayoría de los automóviles son de combustible flexibles. Pronto Brasil también será un gran exportador de pescado de piscifactoría y otros productos de la acuicultura, hidrógeno verde y también biometano.»
La producción de alimentos para el consumo humano se enfrenta, a día de hoy, a retos desconocidos hasta el no hace mucho por múltiples razones, entre otras, porque las explotaciones agrarias tienden a ser de mayores dimensiones y totalmente mecanizadas. La máxima capitalista es reducir los costes, entre otros, de personal para multiplicar las ganancias.
Precisamente por las dimensiones de sus explotaciones agrícolas, las plagas forman parte de los cálculos contables de los agricultores. Éstas pueden destruir toda una cosecha si se trata de un monocultivo a no ser que se invierta en herbicidas, fungicidas e insecticidas que, a su vez, aumentan los costes. Es la otra cara de la moneda. Para colmo, se están introduciendo semillas modificadas genéticamente o árboles no autóctonos como el eucalipto que también son víctimas de plagas. De ahí que el control biológico diseñado en los años 70 del siglo pasado en Brasil esté ganando terreno en la agricultura intensiva de este país. ¿Pero qué se entiende por control biológico?
El control biológico
Para los que no estén familiarizados con esta terminología, viene bien definirla en términos científicos. Science Direct lo define así:
“El control biológico es un método ambientalmente sano y efectivo para reducir o mitigar las plagas y sus efectos mediante el uso de enemigos naturales”.
El control biológico no es nada nuevo. Desde que el hombre dejó de ser cazador y se convirtió en agricultor ha empleado métodos del control biológico para asegurar cosechas o salvarlas de sus depredadores en las despensas. El control biológico se remonta, por lo menos, al siglo III A.C. en China. Se tiene conocimiento de que los agricultores empleaban hormigas para atacar a unas orugas dañinas que se dan el los cítricos.
Desde tiempos inmemoriales se mantienen gatos en las granjas productoras de cereales para que mantengan en brida a los roedores. En Estambul hay millones de gatos que sus ciudadanos alimentan para evitar la multiplicación exponencial de ratas. Es definitivas cuentas, se le expone a su depredador natural. Éstos son solo un puñado de ejemplos.
El control biológico en explotaciones agrícolas se ha venido practicando desde hace más de 40 años en Brasil y la tendencia a sustituir herbicidas y pesticidas mediante métodos de control biológico acusa en la actualidad una fuerte tendencia al alza. Es, en gran parte, el mérito de sus universidades que están investigando la vida y hábitos de insectos, orugas y hongos para frenar, mitigar o impedir los efectos dañinos que las plagas desencadenan. De hecho, Brasil es el líder mundial de las técnicas de control biológico aplicadas a la agricultura y se ha convertido también en el primer exportador de dichas tecnologías a otros países.
Crónica Libre ha podido entrevistar a un ingeniero agrónomo que ha vivido el nacimiento del diseño de esas técnicas y nos puede dar una idea de cómo funcionan y cómo evolucionaron a través del tiempo.
Joaquim Valente y sus cuatro décadas en la agricultura de Brasil
Joaquim Bernardino Valente tiene 69 años y es ingeniero agrónomo brasileño retirado, aunque todavía colabora en proyectos puntuales. En 1976 terminó la carrera de ingeniería en la Escuela Superior de Estudios de Agricultura de la Universidad de São Paolo (Facultad de Ingeniería Agronómica de la USP-PS) en plena dictadura militar (1964-1985) en la que desaparecieron muchos estudiantes y profesores universitarios.
Afirma que, «en esa dictadura, se garantizaban ciertas libertades y no era ni de lejos como la de Franco o Pinochet. Dicho esto, la dictadura brasileña tal vez no fuese tan sanguinaria como la de Pinochet o la de Franco pero cometieron muchas atrocidades, tal vez fueron más eficientes en ocultarlas o la gente de aquí es más incauta, no lo sé. El hecho es que ninguna dictadura es buena.» Empezó su andadura profesional en la industria metalúrgica de herramientas tornos y fresadores Pirasicaba en el estado de São Paolo. Siguió formándose en la Facultad de Economía y después en la Escuela Superior de Estudios de Agricultura de la Universidad de São Paolo.
Trabajó un año entre 1977 y 1978 como ingeniero agrónomo del banco Bradesco lo que le permitió conocer los entresijos de la faceta económica de las explotaciones agropecuarias. En el banco donde empezó su andadura profesional en la agricultura, evaluaba proyectos agropecuarios de agricultores y ganaderos que iban buscando financiación para explotar sus tierras.
Después aprobó las oposiciones y pasó a ser funcionario del estado. Solicitó plaza en Mato Grosso (capital, Cuiabá) en 1977 precisamente en la época en la que esta región se dividió en Mato Grosso y Mato Grosso do Sul y desde estos tiempos vive en Mato Grosso do Sul. Para ponerlo en contexto, la superficie del estado de Mato Grosso es el doble de la superficie de España. Valente es funcionario de estado del estado de Mato Grosso Sul de una superficie equiparable a la de Alemania.
En los primeros tiempos como funcionario del estado estaba a cargo de las campañas de vacunación de ganado vacuno que eran competencia del Ministerio de Agricultura. Participó en el programa de vacunación contra la fiebre aftosa que se logró erradicar en Mato Grosso así como en campañas de vacunación antirrábicas de perros y gatos. Se acuerda, entre risas, cómo metían al gato en un saco para poder vacunarlo y que no les arañase.
Aconsejando a los productores agrícolas
Entre las actividades de apoyo a los productores agrícolas que se le encomendaron desde el Ministerio estaban «las reuniones técnicas, excursiones, demostración de métodos innovadores a productores de grano, caña, carne, leche y demás«. Su oficina era el punto de entrada de los resultados de las investigaciones científicas logrados por los científicos de las universidades que luego se elaborarían de forma que los productores pudiesen entender los beneficios de la aplicación de nuevas metodologías o tecnologías.
Valente y sus compañeros también informaban a los agricultores sobre el uso correcto de plaguicidas, fungicidas y herbicidas que había en el mercado. Además estaba dentro de sus competencias aconsejar tratamientos a los ganaderos cuyas cabañas presentaban casos de fiebre aftosa, brucelosis, carbúnculo hemático, rabia bovina además de contra la tuberculosis etc. «Si la vaca sufre de mastitis, no se puede beber su leche hasta que se haya curado. Para ello, hay que ponerla en tratamiento.»
Explica a Crónica Libre con mucho detalle cómo trabajaban para informar a los agricultores sobre los últimos conocimientos científicos además de las innovaciones tecnológicas más vanguardistas. «Una de las técnicas más frecuentes era replicar algunos ensayos que habían realizado los científicos en laboratorio en terrenos que tenía el Ministerio para esos fines. Por ejemplo, cavaban un hoyo profundo en la tierra con una trinchera para poder trasladar el agua del río al hoyo. Después cerraban el paso del agua y producían pescado o caimanes con las técnicas de reproducción y alimentación que había investigado el personal investigador de la universidad.«
Mostraban los resultados a los agricultores y ganaderos para que pudiesen elegir cultivos, explotaciones ganaderas o forestales que más les convenían o convencían. Los ingenieros agrónomos hacían los cruces de razas de animales y variedades de plantas. El testado de nuevas variantes de grano, soja, arroz, trigo, fruta, algodón, hortalizas, hierbas, árboles y demás estaba igualmente a su cargo. Ellos, desde el Ministerio, servían de correa de transmisión entre la investigación universitaria y los productores. A día de hoy, se encuentra carne de caimán en los menús de los restaurantes de Mato Grosso, también en forma de embutido.
Y también productos de piel de caimán como botas o bolsos.
«Ingerí jarabe con baculovirus en público para demostrar su inocuidad»
Remontándose a los tiempos precoloniales, Valente recuerda que «los indígenas de América ya utilizaban el humo para gasear plagas y también infusiones hechas con pimientos picantes que pulverizaban contra las mismas. Huelga decir que eran explotaciones familiares de subsistencia y esos métodos no son eficaces en grandes latifundios.»
Valente cuenta a Crónica Libre que «a principios de la década de 1980, Embrapa implementó, junto con Empaer (agencia de extensión rural de MS), unidades demostrativas que utilizan baculovirus anticarsia para el control de la oruga de la soja (anticarsia gemmatalis). La técnica del baculovirus consiste en la aplicación del virus mezclado con agua pulverizándolo en la hoja que es donde se posa la oruga para comer las hojas.
El baculovirus es un género de virus con varias especies, por ejemplo el baculovirus anticarsia infecta al gusano cogollero de la soja, el baculovirus erinnyis infecta al gusano cogollero de la yuca mandarová (gusano de la hoja de la yuca), el baculovirus spodoptera infecta al gusano cogollero del maíz. Son virus naturalmente específicos.
La oruga debe ingerir el baculovirus y es cuando este llega a su estómago lo que la envenena ocasionando su muerte. No tiene efectos secundarios conocidos en el ser humano. La oruga simplemente muere. Para demostrar que los baculovirus no dañan a otras especies, incluso tomé jarabe con baculovirus en una demostración ante los agricultores en un día de campo. Con esto, no invito a nadie a imitarme porque el baculovirus no es un alimento y no es recomendable, por supuesto.
El baculovirus también se emplea para combatir plagas en la mandioca, el maíz, plagas en la soja. En ese momento ya estábamos trabajando con el manejo de plagas y con el uso de baculovirus y los resultados fueron mucho mejores que los plaguicidas convencionales. Luego de la aplicación, las orugas comen las hojas y con ellas ingieren el virus, se produce la multiplicación en el organismo de las orugas y al morir liberan miles de millones de virus, es una epidemia que controla eficientemente a la población, y las poquísimas orugas sobrevivientes son atacadas por depredadores y parásitos.»
Otra plaga muy común en Brasil es la del barrenador. Igual que explica a Crónica Libre, una de sus misiones era explicar a los agricultores las fases biológicas de las plagas. «El barrenador es un gusano que suele atacar a la caña de azúcar. Suele poner huevos en la caña y perfora orificios en la misma. Sus larvas se comen la caña ocasionando daños irremediables que debilitan a la planta y pueden ocasionar su muerte. Para tratar este tipo de plaga, se emplea en Brasil la avispa cotesia flavipes.
«En Brasil, tanto los pequeños agricultores como los latifundistas combaten esta plaga con control biológico porque, además de ser eficaz, es más barata que el uso de los pesticidas químicos. Los hongos parásitos se emplean contra los saltahojas que atacan a la hierba.«
Valente se lamenta de que «todo el mundo está en contra de aplicar pesticidas y herbicidas tóxicos porque suelen acabar en la tierra y después de la lluvia se filtran a los acuíferos subterráneos de los que luego pueden los animales beber y entran así en la cadena ecológica». Por lo tanto, ¿por qué se usa tanto veneno? «Porque la pulverización por avión es más cómoda, rápida y eficaz a corto plazo. De hecho, la decisión de usar uno u otro método depende de la gravedad de la plaga.
Si las plantas se ven gravemente afectadas por una plaga determinada, es muy probable que los agricultores empleen los métodos más tóxicos porque son capaces de frenar la plaga muy rápido lo que permite salvar la cosecha. No olvidemos que las plagas se pueden propagar muy rápido y si esa es la única fuente de ingresos del agricultor, este debe sopesar beneficios y perjuicios.»
«El control biológico de las plantas es más laborioso debido a que implica contar las plantas afectadas y esto requiere más tiempo. Además, su efecto se hace esperar como se ha explicado arriba con el baculovirus. Ahora bien, el control biológico puede ser apto para explotaciones agrícolas de pequeñas dimensiones de hasta 16 hectáreas» afirma Valente. Cuando las explotaciones agrícolas son de miles de hectáreas no es practicable porque las plagas se propagan más rápido que el tiempo que necesitan las técnicas de control biológico para eliminarlas.
El baculovirus tiene que pasar por el tubo digestivo de la oruga para envenenarla hasta provocar su muerte. Esto lleva su tiempo. Y añade que el uso del baculovirus es cuestión de eficiencia porque el veneno es, «casi siempre, más rápido«.
El ingeniero Joaquim Valente cuenta con cierto orgullo que conoció un latifundio de 40.000 hectáreas que solo empleaba métodos de control biológico que fumigaban por avión. Se lamenta de que dividieron ese latifundio en pequeñas explotaciones agrícolas. Ahora bien, es optimista porque las universidades están investigando nuevas metodologías para que las técnicas de control biológico sean tan eficaces que puedan implementarse en grandes latifundios.
«El control biológico tiene la gran ventaja que evita la aparición de otras plagas porque respeta el equilibrio entre la fauna existente en un determinado ecosistema. Los insecticidas, por el contrario, eliminan también otros parásitos. Hay en el mercado insecticidas unos que tienen una eficiencia del 100% que se aplican si la plaga es severa. Ahora bien, este tipo de plaguicidas suele eliminar todos los insectos de las superficies donde se aplican, también los insectos depredadores naturales de las plagas. Ante una nueva plaga, la naturaleza no dispone de control biológico porque se han exterminado los depredadores naturales mediante plaguicidas de alta toxicidad.»
Cuando Valente informaba a los agricultores sobre los diferentes plaguicidas del mercado, solía aconsejar aquellos con 30% de eficacia porque estos plaguicidas no eliminaban todos los insectos, orugas y hormigas. Con el 100% de eficacia, se eliminan todos los insectos, aquellos que ocasionan plagas y también sus depredadores, lo cual desata desequilibrios ecológicos .
Si la plaga no es severa, Valente explica a Crónica Libre que «aconsejaba y aconseja a los agricultores emplear plaguicidas con menor eficacia para preservar también la fauna que no afecta a las plantas.» Esto permitía mantener cierto equilibrio ecológico.
Las termitas, indicadores de desequilibrios ecológicos
Cualquiera que oiga la palabra termita recuerda los muebles agujereados del abuelo. Y es que «estos insectos se alimentan de la celulosa que contienen los árboles tanto vivos como muertos. También devoran hojas y plantas dependiendo de la especie. Las termitas se desplazan por la superficie de la tierra y son animales sociales, es decir viven y trabajan en grupo. Están organizadas por jerarquías al disponer de un rey y de una reina, soldados y obreros. Estos últimos viven unos dos años mientras que la reina puede alcanzar una edad de 50 años. Son parte de la fauna tropical y su organización es social», destaca el ingeniero Valente.
«Suelen construir nidos de grandes dimensiones adheridos a los árboles secos o construyen montículos en la superficie de la tierra que pueden alojar hasta 1500 individuos en un termitero según algunas líneas de investigación, aunque hay muchos más. No recuerdo su número exacto. A pesar de la mala fama que tienen, las termitas son los primeros agentes que descomponen la madera de los árboles secos y la devuelven a la tierra.» Es decir, sin su trabajo, el planeta tierra estaría lleno de árboles secos caídos que no han sido descompuestos.
La buena noticia según Valente es que «no atacan a los cultivos de plantas aptas para la alimentación del ganado ni de los humanos. Allí donde se plantan cultivos, la preparación del suelo corrigiendo la acidez y la fertilidad para la siembra es suficiente para su control.» Ahora bien, también los que solo ven beneficios desean aprovecharse de estos conocimientos. Los inversores foráneos y autóctonos también tratan de vender este tipo de argumento para talar grandes superficies de bosque amazónico. En la legislatura de Bolsonaro hubo carta blanca para deforestar la Amazonia.
A pesar de sus beneficios para los ecosistemas, el ser humano ha ideado toda suerte de sustancias tóxicas para eliminarlos debido a que también horadan los muebles de madera. Y como con todos los venenos, es altamente tóxico y su aplicación elimina no solo las termitas sino también insectos que tienen muchos beneficios medioambientales.
Valente hace hincapié en que «las termitas tienen depredadores naturales en los bosques tropicales. El enemigo natural de las termitas o «cupim» como se les denomina en Brasil es el armadillo y también el tamanduá.» Este ingeniero agrónomo cuenta a Crónica Libre que «aparecen colonias de termitas cuando hay terrenos deforestados. De hecho, la proliferación de esos montículos es un indicador de desequilibrios ecológicos. Las termitas son parte de la naturaleza y contribuyen también a mejorar el suelo, entre otros motivos, porque el armadillo y tamanduá escarban en el suelo para buscar termitas.»
«Cuando se tala un bosque, aumentan las termitas y lo hacen porque los depredadores armadillo y tamanduá desaparecen al requerir estos de bosque para sobrevivir. También los pájaros arara, en peligro de extinción, se alimentan de termitas y construyen sus nidos en los termiteros adheridos a los árboles. El tratamiento habitual de la plaga de termitas son las pastillas de fosfina que es un agente químico tóxico. Ahora bien, este veneno mata también a sus depredadores naturales además de otros insectos entre otros.«
Cuando hay grandes superficies deforestadas, emergen grandes colonias de termitas. «Mientras haya árboles hay, armadillos, tamanduá, sapos y también los pájaros arara, en vías de extinción. Todos ellos se alimentan de termitas. Imaginemos cuántas termitas comen los sapos al día. La naturaleza se mantiene en equilibrio si no se altera de forma artificial esa armonía.
De hecho, se cree que los pájaros arara están en vías de extinción por las deforestaciones masivas que les restan hábitat además de termitas de las que se alimentan.» Si se envenenan las termitas, también podrían resultar afectadas las aves que se alimentan de ellas. Varias especies de termitas atacan madera muerta. Cuando atacan la madera de casa es difícil el tratamiento.
Las termitas también forman parte de la dieta de los indígenas en Mato Grosso. También algunas hormigas son muy apreciadas por algunos comensales. «Lo que mucha gente come es içá, que son hembras con huevos, por tanto, un abdomen muy desarrollado. Se come el abdomen asado, un manjar muy apreciado. Las iças son hormigas cortadoras de hojas y las hormigas (futuras reinas) que parten en bandadas para instalar nuevos hormigueros» explica Valente.
¿Cuál es el futuro del control biológico?
La agricultura es un sector importante en Brasil porque representa el 7,5 % del PIB en 2021 según el Banco Mundial y es un sector que proporciona numerosos puestos de trabajo además de muchas divisas. Brasil es el mayor exportador mundial de carne bovina, azúcar, soja y celulosa. De ahí que todo lo relacionado con la agricultura y ganadería revista gran importancia.
El ingeniero Valente afirma que la agricultura sigue siendo un pilar fundamentalde la economía brasileña y, a medida que va avanzando la ciencia, los agricultores y ganaderos van apostando por tecnologías que son menos dañinas para el medio ambiente. Ahora bien, «el uso de plaguicidas, pesticidas y herbicidas tóxicos es a día de hoy mayoritario«, afirma. Todavía se emplean fungicidas contra el insecto saltahojas que es un insecto que ataca a la hierba debido a que no se han desarrollado todavía técnicas de control biológico eficaces contra esta plaga.
Incluso para cultivos de plantas foráneas como el eucalipto se están estudiando medidas de control biológico para lidiar con las plagas como la de la hormiga cortadera. «Esta suele atacar las plantaciones de eucaliptos y se combate a día de hoy con tratamientos químicos. El eucalipto es originario de Australia y se ha adaptado excelentemente bien en varias regiones de Brasil.
Además, es el principal cultivo de reforestación de aproximadamente 10.000.000 ha de cultivos forestales. Estamos hablando del 60 al 70% de reforestaciones de eucalipto. No estamos hablando de masa forestal de los bosques nativos. Brasil es uno de los mayores exportadores de celulosa del mundo gracias al eucalipto. Crece rápido y, por lo tanto, tiene alta productividad. Es también destacable, la mucha investigación realizada y gran desarrollo genético y tecnológico tanto público como privado.»
Por todo lo anterior, es bastante optimista porque «muchos hijos de productores grandes y pequeños están haciendo estudios universitarios de agronomía» y vaticina que «que en los próximos 40 ó 50 años el uso del control biológico será más extensivo«. Mientras tanto, «lo que se intenta hacer hoy es integrar tanto métodos químicos agresivos como el control biológico después de hacer un estudio sobre la magnitud de la plaga.»
¿Fertilizantes químicos u orgánicos y biofertilizantes?
La tierra es entre ocre y roja en Mato Grosso do Sul. Su color rojo se asemeja al óxido de hierro porque el basalto es su material principal. Ahora bien, Valente añade que «hay mucha variedad de suelos en Brasil cuya superficie es de 8.500.000 km2«. A pesar de que la tierra en Mato Grosso do Sul sea de origen volcánico, es imprescindible el uso de fertilizantes porque los agricultores recogen tres cosechas anuales debido a la climatología benigna. Brasil tiene otro activo importante: el agua. No solo por las precipitaciones abundantes sino también por ser el país con las mayores reservas acuíferas subterráneas del mundo.
En el mercado de fertilizantes se encuentran tanto fertilizantes minerales como orgánicos además de fertilizantes organominerales que son una mezcla de los dos anteriores. Los productores de alimentos suelen enviar pruebas del suelo de sus tierras a los laboratorios para que les aconsejen el tipo de fertilizante más adecuado a la composición de sus tierras. Una vez conocida la composición de las tierras, los agricultores ya pueden comprar fertilizantes en los mercados de abastecimiento agrícolas. «Brasil importa los principios activos de fungicidas, herbicidas y pesticidas que ensambla en Brasil, pero suele producir sus propios fertilizantes» revela Valente.
Según AEFA, «los biofertilizantes son productos a base de microorganismos benéficos del suelo, en especial bacterias y/o hongos, que viven asociados o en simbiosis con las plantas y ayudan de manera natural a su nutrición y crecimiento, además de ser mejoradores de suelo.» El compost es el biofertilizante más conocido en Europa, pero, según Valente, incluso «la melaza -subproducto de la destilación de etanol- que antes se derivaba al río es un biofertilizante muy potente al contener nitrógeno, azufre y fósforo. El estiércol es un fertilizante orgánico con un alto porcentaje de nitrógeno, fosfato y potasio.«
«Los fertilizantes orgánicos son mejores por su origen, pero eso no quiere decir que se puedan aplicar de forma incontrolada porque también sus componentes se filtran a los acuíferos subterráneos«, apunta Valente. «Las granjas de porcino producen muchos fertilizantes orgánicos pero su uso debe ser controlado de forma estricta. El abuso de esos fertilizantes altera el equilibrio del ecosistema haciendo que se multipliquen las algas y las plantas acuáticas en los pantanales de Brasil.»
En vista de toda esta riqueza agrícola y acuífera, no nos extrañe que que los grandes inversores internacionales tengan los ojos puestos en Brasil. Alemania ya ha firmado contratos para la producción de hidrógeno verde con Brasil y la UE un tratado con MERCOSUR. Esperemos que la avaricia de los inversores no los convierta en expoliadores.