La vida de Cristina López está marcada por la violencia machista. “Me siento como en bucle y viviendo lo mismo 40 años después”. Y es que esta valenciana que huyó con solo tres años de edad junto a su madre del maltrato y el alcoholismo de su padre biológico conoció a un hombre con el que ha tenido dos hijos y que lejos de estar a su altura acabó maltratándola y siendo el espejo de su progenitor: un consumidor de drogas. “Comparo mi vida por segunda vez. Me acuerdo de las escenas de mi padre biológico borracho como una cuba y haciéndonos bajar a mi madre y a mí a las doce de la noche a la calle, a repetir la historia conmigo y con mis hijos y veo que nada ha cambiado”, comenta por teléfono.
Nuria Coronado Sopeña
Y es que Cristina, no descubrió la verdadera cara de su marido hasta que se quedó embarazada y tuvo que empezar a buscarle por los bares. “Cuando le conocí no sabía que consumía drogas. Fui tonta porque le quise ayudar. Estuvo una temporada desenganchado, pero luego volvió a las andadas”, cuenta. El calvario continuo con insultos. “Me decía que era una puta y una mal metedora y que me iba a reventar o a matar. Tuve que vivir diferentes episodios de maltrato físicos que denuncié en los tribunales y donde mi hijo pequeño era el que se llevaba los palos porque venía a defenderme y no paraba hasta que la niña se ponía delante. Mis hijos me lo han llegado a quitar de encima y él les ha empotrado contra la pared”, recuerda.
El maltrato que maltrata a la salud
Además, el victimario también fue denunciado por la desaparición de su hijo. “Con solo cuatro años estuvo en un coche solito desde un viernes que se lo llevó al lunes que le encontraron mientras él estaba de fiesta”. Con una orden de alejamiento hacia ella y hacía sus hijos y suspendida la Patria Potestad, cuelgan sobre el maltratador un delito de maltrato de obra al descendiente y un delito de extorsión. Un historial que a Cristina solo le ha causado enfermedades. “Tengo una discapacidad del 48% y una incapacidad permanente absoluta por lo que no puedo trabajar en absolutamente nada. Además, padezco fibromialgia en grado severo que me dejó en cama durante dos años, fascitis, cansancio crónico, la enfermedad de Crohn y un pequeño tumor en el páncreas que de momento no se puede tocar”.
Con tal estado de salud esta superviviente no puedo trabajar. “Dependo de la pareja que conoció a mi madre, que es mi padre adoptivo, y quien se ha comportado como un verdadero padre”. Una relación de afecto que sin embargo la ha dejado sin poder percibir nada del progenitor biológico. “Cuando fui adoptarme, mi padre se desentendió de mí, era como si no tuviera hija. No he podido cobrar ningún tipo de pensión. Mi padre adoptivo está arruinado porque lleva ayudándome años y es mucho el peso para él y mi madre, porque además se hacen mayores”.
Esta madre y sus hijos, son víctimas de dominación perpetradas por el acusado a pesar del auto de alejamiento, que quebrantó en varias ocasiones. Tal y como se describe en una de las tantas denuncias el maltratador se sirve de maniobras dilatorias con menoscabo del interés y de las víctimas, olvidadas en este proceso. “Me tiene sumida en una violencia psicológica y económica. Además de estar acusado de impago de pensiones está haciendo todo lo posible para no vender el inmueble que fuera domicilio conyugal, él condiciona la venta del bien y me presiona. Me dice que, si no retiro mi denuncia, se niega a pagar alimentos y a vender el inmueble conforme se acordó en Convenio aprobado por el Juzgado”.
Sobrevivir pese a todo
Mientras la vida le golpea de esta tremenda manera Cristina intenta sobrellevar la crianza de un par de adolescentes que viven con el peso del maltrato como ella, así como los cuidados y la preocupación de una madre y un padre que se envejecen. Y lo hace con solo 926 euros de ingreso al mes. “Un dinero que dividido entre mis hijos y yo no me llega para nada y que, según las asistentes sociales, a las que sin duda además de vocación les falta un mínimo de empatía, me dijeron que era suficiente y que por ello no podían pagarme un recibo de agua que debía este verano. Con mi discapacidad y esta situación solo me queda irme a chupar pollas. Lo tengo todo perdido. Lucho por mi dignidad”, recalca indignada.
Y es que tanto el impago de pensiones de su padre biológico como el de su expareja la sumen en un día a día que se le hace muy cuesta arriba. “Está denunciado por impago de pensiones tanto por lo penal como por lo civil, por no pagar tampoco las extraescolares. Denunciado también por violencia de género, por el quebrantamiento de la orden de alejamiento. Denunciado porque la casa en la que vivía la tenía en venta, encontré compradores y según una orden judicial el victimario tendría que venderla sí o sí, pero se niega”.
Y para más inri, de ese dinero que percibe mensualmente como ayuda, le embargan las deudas solidarias del maltratador. “De mi ayuda me quitan de la cuenta 200 euros y me dicen que allá que me apañe. Porque tengo la suerte de que mis padres me ayuden, pero se han arruinado, pero muchas no pueden. Yo me he salvado de tener que ir a un piso de acogida, que son lo peor. Tengo el cuerpo bloqueado. Cuando pare sé que voy a pegarme una hostia que por eso no quero parar”.
¿Cómo empezó todo y cómo se ha permitido que tengas que llegar hasta dónde estás ahora?
Si la pregunta es cómo empezó este proceso y donde me encuentro la respuesta es clara: empieza aguantando violencia sobre mí y una violencia vicaria sobre mis hijos y los suyos. Después de sufrir durante años abusos económicos y psicológicos que me dejan postrada en una cama y creando una incapacidad permanente absoluta debido a los sufrimientos generados que afectan gravísimamente a mi salud y en último lugar intentar agredir a mis progenitores e hijos incluso a mí misma, decido poner fin a esto presentando una demanda de divorcio en la que intento, a pesar de todo, no asfixiar económicamente a mi exmarido, firmando un convenio regulador hecho a medida para él y poder liberarnos de su yugo.
Firmado siete meses después, tras una convivencia de pánico tanto para mí como para mis hijos. Firma el convenio y desaparece sin despedirse de nadie. No cumple su régimen de visitas ni ningún tipo de actuación como progenitor, haciéndome cargo yo únicamente de todos los problemas de pagos e infantes. Durante el primer año sí pasa manutención de alimentos, pero ningún otro ingreso, ni colegios, ni libros ni nada.
¿Qué sucede después?
Durante ese año provoca que sin querer denunciar nada y librarme de él, ya que pensé que mejor a buenas, una tarde mi hijo se encuentra con él paseando en bicicleta con un amigo y para a saludarle. Cuál es su sorpresa que comienza a increparlo, intentando tirarlo de la bici y cogerle del cuello hasta tirarlo de ella y propinarle varios golpes e insultos. Todo ello debido a que mi hijo era la persona que me defendía ante él cuando me golpeaba anteriormente. Tras este hecho público en plena vía, mi hijo me dice que la próxima vez acabará devolviéndole los golpes.
Tras esa conversación decido interponer denuncia ante el cuartel de la Guardia Civil por agresiones continuadas en el tiempo tanto hacia mí como hacia el menor y el hecho causante por el que denuncia ahora, hay que destacar que mi ex es consumidor de drogas duras y alcohol con lo que me da pavor que en otra disputa pueda lesionar o incluso matar a su propio hijo.
¿Y tras la denuncia deja de pagar la manutención que es lo único que pagaba?
Me deja deudas solidarias que tenía que haber abonado; deja de pagar las letras del piso y comienza su violencia económica y psicológica a una mujer con una discapacidad permanente absoluta para cualquier tipo de trabajo con 926€ para tres personas, dos de ellas en pleno crecimiento. Además, incumple la orden de alejamiento acordada por un juez durante los siguientes dos años viviendo en la esquina de mi vivienda, con lo que la Guardia Civil, tras ponerla al tanto, me dice que soy yo la que tengo que notificar mi cambio de domicilio, y no él que es el agresor con condena y que no tiene obligación de notificar.
Por lo que en mayo del año 2021 decido abandonar mi vivienda que nos fue adjudicada bajo convenio regulador por miedo a más represalias de las que ya no pueda solucionar y me mudo a una vivienda cerca de mis padres, y solicitada la ayuda por alquiler, la inconcluencia de la Generalitat y “politiques inclusives” es denegarla alegando la titularidad de mi vivienda atrapada por el agresor y su deseo de arruinarme. Me siento doblemente victimizada por mi agresor y el sistema. Por culpa de todos los estamentos, ya que no hacen nada, o bien poco, por agilizar y poder cambiar la situación de desprotección en la que nos vemos sometidos.
¿Decir que te encuentras frente a un precipicio es quedarte corta?
Y tan corta … Ya no se si debo retirar alguna denuncia, tan sólo para poder sobrevivir. Tengo derecho a una pensión de orfandad de la que también por negligencias de la Seguridad Social alegan que no tengo derecho porque según ellos mi incapacidad es posterior a la defunción y tan solo con meter mi documentación verían que no es cierto y que soy pensionista absoluta antes de dicha defunción. Así que de nuevo presenta otra nueva denuncia en los juzgados. Solo quiero sobrevivir, pero veo que es muy difícil si quien tiene potestad para ello solo pone palas en las ruedas.
¿La violencia económica sumada a la psicológica a la que te enfrentas crees que tendrá final?
Confío no sé qué decirte, porque si hay dilación no hay justicia en el momento en el que se necesita. ¿Cómo puede una mujer estar a esperas de juicio por una pensión de alimentos por lo penal dos años y los meses en curso y no hay para nada? ¿Cómo puede un progenitor cogerse una excedencia y que no asuma nada respecto a la responsabilidad alimenticia y afectiva hacia sus hijos?
¿Entonces sí que confías en la justicia?
Todavía tengo esperanza en que, aunque es lenta, cuando llega es una apisonadora. Si, tengo una discapacidad de un 48% y una incapacidad permanente absoluta que no me permite trabajar en nada, y cuando es nada, es nada, con lo que poco puedo aumentar mi salario en algo más. Y, aun así, todas las puertas se encuentran cerradas. Soy mujer, blanca, divorciada, con discapacidad, jubilada por enfermedades y sin derechos sociales y parece ser que con derechos lentos de la justicia. Hace la friolera de 40 años viví esta historia, prácticamente parecida, como hija en mis propias carnes y 40 años después, como mujer y madre. El sistema sigue igual: nos falla.