En la novela 1984, de Orwell, el protagonista, Winston, se pregunta si es inevitable que llegue el día en que haya que afirmar que 2+2 son 5 porque lo dice el partido: “Su filosofía negaba no solo la validez de la experiencia, sino que existiera la realidad externa. La mayor de las herejías era el sentido común”. Orwell podría haber escrito muy bien esta columna, porque en ese párrafo y en los siguientes se condensa todo lo que actualmente estamos viviendo.
Y no por imposición de ningún partido o del gobierno, sino por la acción de todos aquellos que han abrazado teorías que científicamente no han sido demostradas, ni probadas ni experimentadas. Hay que creer en el concepto de “identidad de género” como hay que creer en las almas, sin posibilidad de falsación No se puede poner en cuestión o estar en contra de la Ley Trans porque automáticamente te conviertes en hereje, esto es, en una persona que niega alguno de los dogmas establecidos en una religión.
Cualquiera que niegue el sinsentido “las mujeres trans son mujeres” (por lo que parece el lema “los hombres trans son hombres” no parece estar sometido al mismo imperativo), es excomulgado, expulsado de la fratría, y por tanto no puede estar al frente de una institución que debe asumir como central la doctrina queer. Así que tendrá que repetir como una letanía cada noche antes de irse a dormir: “los derechos trans son derechos humanos, los derechos trans son derechos humanos, (bis)” aunque nunca se especifique de qué derechos se trate.
El poderoso lobby transgenerista no se conforma con que Isabel García haya renegado de sus afirmaciones y opiniones anteriores críticas con la ley trans
Es lo que ha ocurrido con el nombramiento de Isabel García al frente del Instituto de las Mujeres, que fue creado en 1983 cuya “finalidad primordial es la promoción y el fomento de las condiciones que posibiliten la libertad, la igualdad real y efectiva entre mujeres y hombres y la participación de las mujeres en la vida política, civil, laboral, económica, social y cultural, así como la prevención y eliminación de toda clase de discriminación de las personas por razón de sexo» (dice su artículo 2).
Como actualmente 2+2=5, no se puede contradecir al poderoso lobby transgenerista que no se conforma con que la recién nombrada directora haya renegado de sus afirmaciones y opiniones anteriores críticas con la ley trans y el transactivismo, haciendo acto de contrición públicamente. Como tal hereje, no basta con que se humille e incline la cerviz, sino que se ha puesto en circulación una carta para que se pida la revocación del nombramiento, y yendo aún más lejos, se solicita la dimisión de la Ministra de Igualdad, Ana Redondo, por haberla nombrado.
Están moliendo a palos en las redes a Víctor Gutiérrez, secretario LGTBI del PSOE
E incluso algunos miembros insignes que también son devotos de lo trans están tomando de su propia medicina, como Víctor Gutiérrez, secretario LGTBI del PSOE, a quien están moliendo a palos en las redes porque se ha mantenido en silencio y no ha condenado con la suficiente contundencia el nombramiento de Isabel García.
Así que aquí tenemos al colectivo más vulnerable, discriminado y marginado de la historia dictaminando quién puede o quien no puede ejercer un cargo público en una institución que fue creada para promover los derechos de las mujeres, puesto que ahora se ha transustanciado en el organismo que defienda los derechos de los trans.
2+2=5 y quien ose contradecir tal mandamiento irá directamente al averno de la revocación
Y los palmeros como Elizabeth Duval, de Sumar, Irene Montero e Ione Belarra de Podemos, IU y otros añadiéndose al linchamiento de Isabel García. Hecho el veredicto de tránsfoba hay que acatar la sentencia: ese “engendro”, porque ya no pertenece ni siquiera a la categoría de mujer, no merece estar al frente del Instituto de las Mujeres, porque 2+2=5 y quien ose contradecir tal mandamiento irá directamente al averno de la revocación.
Así estamos, viviendo lo que George Orwell escribió en 1948, en donde rescata el eslogan inventado por Stalin para incentivar a los trabajadores a completar el plan quinquenal en 4 años. La furia trans, como una versión posmoderna del Gran Hermano, nos vigila a todos para que se corrija la historia y se adapte a sus delirios, se niegue la biología, la ciencia y las matemáticas. Pero “la libertad es poder afirmar que dos y dos son cuatro. Si se concede esto, todo lo demás vendrá por sus pasos contados” (George Orwell, 1984). Que así sea.