Hace unas semanas, la ministra de Igualdad, Ana Redondo, declaraba que su compromiso principal era “recomponer el feminismo” que cree, como la mayor parte de la gente corriente, que está dividido. Ni la ministra tiene potestad para recomponer nada, ni el feminismo está dividido. El feminismo está indignado. El feminismo está enfurecido. Las mujeres feministas estamos decepcionadas por la deriva de la izquierda, que ha arrastrado y enfangado el movimiento feminista hasta desfigurarlo. Por eso las feministas nos rebelamos y el 8 de marzo convocamos nuestras propias movilizaciones en Madrid, Barcelona y otras ciudades ¿Por qué? Veamos.
El feminismo siempre ha sido un movimiento emancipador, aglutinador y comprensivo con las discriminaciones, no en vano las mujeres las han padecido y las padecen desde tiempo inmemorial. Por eso estábamos abiertas a integrar a personas y colectivos que también han sufrido exclusión social. Sin embargo, no vimos venir el gol que nos íbamos a colar en nuestra propia portería.
Los partidos políticos, los sindicatos, las asociaciones y grupos de todo tipo vieron en las impresionantes manifestaciones del 8 de marzo de 2017 y 2018 el perfecto banderín de enganche para denominarse feministas: pero ni nunca les preocuparon realmente los problemas de las mujeres ni mucho menos compartían sus postulados. Simplemente se montaron en el carro por puro interés. Pura impostura.
Acalladas, hostigadas, acosadas, perseguidas y silenciadas
Luego vimos cómo los grupos transactivistas –protegidos por las instituciones, y azuzados por el Ministerio de Igualdad– desembarcaban en el feminismo a la luz de nuevas teorías totalmente irreconciliables con los intereses de las mujeres. Pero que se adueñarían del espacio feminista imponiendo incluso definiciones delirantes de lo que es ser mujer y diluyendo su sujeto político, eso tampoco lo vimos venir.
Además, sibilinamente relacionaron los despropósitos teóricos posmodernos (las mujeres trans son mujeres, punto; hay mujeres con pene y hombres con vagina, etc.) con los derechos humanos “del colectivo más excluido de la historia”, lo que se convirtió en una mordaza para que las que no estábamos de acuerdo con estos planteamientos fuésemos acalladas, hostigadas, acosadas, perseguidas y silenciadas en los medios de comunicación y también en las instituciones y en la calle.
Pero ese cuento de los derechos humanos ya no cuela. Ni el relato de las feministas excluyentes, tampoco. El feminismo se rebela y sale a la calle porque no se pueden conciliar posturas irreconciliables: no se puede decir que es de noche y de día en el mismo punto a la misma hora; no se puede sostener a la vez que llueve y que las calles no se mojen; no se puede defender que la tierra es plana y redonda al mismo tiempo.
Si las personas transexuales tienen un problema hay que resolverlo, claro. Pero no a costa de los disparates acientíficos a los que estamos asistiendo
De la misma forma, no se puede mantener que la prostitución es explotación sexual y a la vez considerarla un trabajo como otro cualquiera. Ni que los vientres de alquiler son altruistas y a la vez compraventa de seres humanos. Ni que la violencia contra las mujeres no tenga nada que ver con el sexo. Ni que se puede ser mujer solo porque a un varón le guste ponerse tacones o peluca. Que los varones se peinen, se adornen, se pinten los labios o se vistan de lagarterana, que nada de eso hará que compartan la experiencia histórica de haber sido el sexo excluido con una problemática biológica y social común.
Si las personas transexuales tienen un problema hay que resolverlo, claro. Pero no a costa de los disparates acientíficos a los que estamos asistiendo, como que se puede ser mujer y hombre al mismo tiempo; o cambiar de una cosa a otra cuanto te apetezca, o que la identidad de género es innata, o que hay que hormonar a menores cuanto antes sin tener ni idea de los efectos en la salud a largo plazo, o aparecer en el Registro Civil como mujer ya tengas unos genitales como los del caballo de Espartero.
El batacazo que se han llevado el PSOE, Sumar y Podemos en las elecciones gallegas quizá sea un preludio de lo que les espera en el futuro si persisten en esa deriva identitaria absurda en la que se han embarcado haciendo ver que no saben lo que son las mujeres. Nosotras sí lo sabemos.
Por eso, el 8 de marzo las feministas se rebelan, se descuelgan de esas manifestaciones unitarias donde se grita de todo menos contra la ofensiva reaccionaria que las mujeres estamos enfrentando. Que vayan todos en manada a reivindicar los privilegios masculinos vestidos de carnaval, que las feministas vamos a recuperar el 8 de marzo para lo que fue instituido: para reclamar nuestros derechos y el lugar que nos corresponde en la sociedad.