En días recientes, el mismísimo Luis de Guindos, actual vicepresidente del Banco Central Europeo (BCE), cometió un error sorprendente, casi de principiante: alertar de la falta de liquidez estructural de algunos fondos de inversión, entre otras cosas porque estos instrumentos de ahorro disponen de la opción de reembolso diario. Forzaba, así, un desmentido, a toda prisa, del presidente de la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV). Cada vez que las autoridades se meten en berenjenales tipo liquidez, solvencia, esquemas piramidales, corralitos…, montan líos muy gordos, entre otras cosas, porque no hay excesiva preparación entre la opinión pública. Y, por cierto, los potenciales problemas de liquidez, en caso de darse, habrían sido causados por los bancos centrales. Curioso. Sigan y opinen.
Parece mentira que Luis de Guindos, actual vicepresidente del BCE haya sido ministro de Economía de un gobierno de España. En nuestro país hay unos 16 millones de partícipes (titulares) de fondos de inversión. No significa que cada uno sea una persona, por supuesto, pero sí puede deducirse que hay muchos millones de españoles con algo de dinero invertido en ellos. Hay más de 300.000 millones de euros invertidos ahí, equivalentes a más del 23% del PIB.
¿Qué es un fondo de inversión? Una bolsa de dinero, lanzada por una institución regulada por la CNMV y que invierte un gestor profesional. Ya saben: Santander, BBVA, Bestinver… hay alrededor de un centenar de gestoras que ofrecen sus fondos al cliente y algunos de sus gestores tienen mucho prestigio. (Desde Francisco García Paramés a la famosa Lola Solana que Santander anunciaba por tv).
Acceso a todos los mercados deseados
Quien invierte en un fondo (los hay de muchas clases) se beneficia de la ‘inversión colectiva’: Uno aporta sus 3.000 euros (me lo invento) en un producto donde otras 50.000 personas (me lo sigo inventando) juntan unos 300 millones entre todos y el gestor lo mueve (gestiona) en muchos activos: acciones de bolsas de todos los países, bonos, letras, etcétera. Y da acceso, de esta manera, a todos los mercados deseados, en función del perfil del fondo. Por ejemplo: si un partícipe invierte esos 3.000 euros en un fondo de Bolsa española, podrá beneficiarse de estar en un producto con posiciones en muchas acciones del mercado nacional, cosa que sería técnicamente imposible hacer de forma directa sólo con 3.000 euros.
Los fondos se benefician del modelo de incremento de patrimonio, es decir, mientras el dinero esté invertido, sea el tiempo que sea, no se pagan impuestos (IRPF) sobre esa inversión. Tanto si es un día como si son 15 años. Sólo al recuperarlo se aplica un porcentaje sobre la plusvalía. Exactamente igual que las sicavs, esas que dicen que usan los ricos para no pagar impuestos. El tipo impositivo a pagar oscila entre el excesivo 19%, para ganancias inferiores a 6.000 euros, hasta el confiscatorio y salvaje (es mi opinión) 26%, para más de 200.000. Más información, aquí. Los tramos de fiscalidad, en la página 8.
Riesgo de ‘corralito’
Un cliente puede retirar el dinero de su fondo cuando quiera. No es inmediato, pero, salvo en fondos Garantizados, que tienen penalización, en cuanto se da la orden, se procede a la entrega del dinero. Puede ser cuestión de uno, dos o tres días como mucho. Para ello, las gestoras tienen exigido legamente tener, como mínimo, el 3% del dinero del fondo en liquidez: así no tienen que desinvertir. Si de las 50.000 personas indicadas antes, dos piden el reembolso, se les aplica la valoración correspondiente y se les da el dinero de esa liquidez. Y no es preciso vender nada de la cartera.
Pero ¿y si lo piden de golpe 500 personas y las solicitudes conjuntas superan ese 3%? Pues al gestor no le queda más remedio que vender parte de la inversión. Los riegos vienen cuando no hay mercado que compre los activos de la cartera. Entonces, toca cerrar el fondo (aplicarle un ‘corralito’) y esperar a que el mercado se ‘abra’. Cosa que nadie sabe cuándo puede ocurrir.
Eso ocurrió ya en 2007, en la crisis pre Lehman, cuando se escuchaba que “algunos fondos” internacionales tenían problemas, pero eso sonaba muy lejos. EE UU, quizá Alemania… como mucho, Francia. De repente, comenzaron a escucharse casos en España. Un fondo de BNP hizo saltar las alarmas, porque se había vendido en España y había más de 120 millones de euros de patrimonio nacional.
Crisis subprime
Pese a tratarse de un instrumento muy conservador, no podía devolver el dinero a sus clientes, por lo que tuvo ser cerrado. Cuando saltaron las alarmas por la crisis subprime y todo lo que desencadenó, los ahorradores pidieron en masa su capital. El gestor fue a vender los activos del fondo: titulizaciones hipotecarias, activos de cajas de ahorros… subprime europea. Pero nadie compraba eso en esos momentos. El mercado se había ‘secado’.
Para que la gente no experta entienda esto, hay que explicarle un nuevo concepto, crucial para todo el que quiere invertir: el de ‘mercado secundario’. Si un inversor compra un bono español a 3 años (por ejemplo), el titular recibirá cada año el tipo de interés o rentabilidad y al vencimiento de esos 3 años se le devolverá el dinero íntegro. Garantía del estado. Pero si lo quiere antes, deberá venderlo en el mercado secundario. Si tiene suerte, a lo mejor ese bono cotiza por encima de su precio nominal de salida. Pero si es menor, deberá venderlo por debajo. Y perderá, claro.
Ese desconocimiento se puso crudamente de manifiesto con las celebérrimas preferentes. Eran bonos perpetuos: daban la rentabilidad cada año ad infinitum. Pero las cajas y muchos bancos cometieron el error de decirles a sus suscriptores que, si querían el dinero de vuelta, “la caja se lo devuelve”. No era así. Lo que pasaba es que había tanta demanda que no hacía falta cotizar esa preferente en un mercado secundario. Preferente que se reembolsaba, se le adjudicaba en el acto a un nuevo cliente y listos. El problema fue cuando ya no hubo tanta demanda. Tocó sacarla al secundario y, ¡ay!, resulta que cotizaba al 70%, 60% de nominal… o incluso menos. Eso fue la primera cosa mala.
La alerta de De Guindos
La segunda fue que, directamente, se ‘secaron’ los mercados secundarios. No había contrapartida. Nadie compraba. Ni un 70%, ni un 60% ni un 10%. Cero patatero. Es entonces cuando hay que aplicar ‘corralito’.
Recuerdo cuando en su día, en septiembre de 2007, dirigiendo un periódico, un redactor me dijo que se había ‘secado’ el mercado interbancario. ¿Cómo? Ante la gravedad del asunto, miré algunas carteras de fondos de inversión. El mayor de España, BBVA Dinero, tenía 7.000 millones de euros de patrimonio, con muchos cientos de miles de españoles invertidos. Y en sus carteras, muchos pagarés de cajas de ahorros o titulización hipotecaria. Trilita.
Llamé a un gestor: “¿cómo están cotizando los pagarés de Caja Burgos?” (ese activo tenía mucha presencia en el fondo). “A veeer… ¡Anda! Pues no hay contrapartida. Cero”. Afortunadamente, no hubo un aluvión de peticiones de reembolso de ese fondo y BBVA, poco a poco, fue comprando él mismo los activos de sus fondos monetarios, para dotarlos de liquidez y anular cualquier posibilidad de ‘corralito’, en una acción sorprendentemente ética que la entidad no contó nunca. Quizá, porque la opinión pública no la habría entendido.
Llegados a este punto, De Guindos acaba de alertar de que los fondos de dinero o monetarios (los más conservadores) tienen en cartera activos de renta fija privada de baja calificación y, al tener la posibilidad de reembolso diario, si hubiera muchas solicitudes, no se podrían vender en el secundario. Esos bonos de empresas están muy perjudicados en el secundario, sobre todo por la subida de tipos.
¿Quién está detrás de las subidas de tipos? Los bancos centrales. Podría seguir mucho más, pero… quizá mejor dejarlo ahí.
PD: desde luego, en la CNMV, donde están registrados todos los fondos de inversión españoles, el asunto ha (más que) cabreado. También, mejor, dejarlo ahí.