Uno de los slogans del transactivismo hegemónico y mediático es que siempre hay que creer a las personas que afirman ser trans. Las personas trans lo saben mejor, si es que dicen serlo, lo han sido toda la vida y el poner en duda tanto que son trans, como que saben todo sobre ser trans o que lo han sido toda la vida, es… [redobles de tambor] “¡transfobia!”
Por eso encuentro entre risible e irritante en igual manera cuando enfrento mis argumentos contra los del transectivismo hegemónico, que sostiene la existencia de las “identidades de género”. En el instante en que encuentran que, como persona trans, no repito sus dogmas y slogans ciegamente, cierran todo tipo de atención y afirman sin dudar que yo no soy trans, que yo no se nada sobre trans o que nunca lo he sido. Afirman que no van a aceptar que yo soy trans porque no les conviene hacerlo.
Me he cansado de señalarles, con macabra sorna, que si pusieran un poco de atención a mis argumentos y entendieran qué digo, por qué lo digo o de dónde vienen mis planteamientos, ni siquiera desde sus órdenes de ideas podrían decir que lo que sostengo es “transfobia”, pero el tratamiento que me dan a mí, a Sandra Mercado, a Buck Angel, a Fionne Orlander, a Keira Bell, si es transfobia, aún desde sus propias posturas porque nos agreden, amenazan, inventan mentiras, difaman, etc, solamente porque les incomoda nuestra misma existencia como personas trans.
Clichés
Precisamente hace unas pocas semanas, un comentarista gay en X/Twitter desacreditó mis posturas diciendo que, aunque sea yo trans, no tengo derecho a opinar sobre nuestras realidades y problemáticas como colectivo, porque solamente las personas trans podemos opinar al respecto. La ironía de todo le fue invisible, por supuesto.
Dejémoslo en claro: Una persona que no es trans, me dice a mí, una persona trans, que solamente las personas trans pueden opinar sobre su propia realidad y sus problemas. Sería cómico de no ser, según sus propios criterios, un “discurso de odio” que él haya negado mi propia realidad y comprensión de mi situación. Pero, de no proceder conmigo de esa manera, se vería obligado a aceptar que en mí no puede usar los mismos clichés para desestimar a todas las personas críticas al transactivismo hegemónico.
“Identidad sexual” o “identidad de género”, según la Ley Trans
El problema, de nuevo, viene desde la misma definición del término ¿Qué es o que significa ser trans? Para el transactivismo hegemónico la respuesta es lo más ambiguo que existe. De hecho, no tienen una acepción o definición fija porque necesitan que sea una postura puramente subjetiva. Lo único que dicen es que es un “paraguas”, es un “espectro de posibilidades”. Si no estás conforme con el género, automáticamente eres trans. O no, porque puedes estar conforme con algunas cosas y otras no, pero seguirás siendo trans. Lo importante es, como lo señalé al principio, que tú lo afirmes, que te lo autodefinas. Con eso basta.
Si releen la llamada Ley Trans, que entró en vigor el pasado año, se darán cuenta que definen la llamada “identidad sexual” o “identidad de género”, que es la base para definirse trans como una vivencia interna e individual, como cada persona la sienta y la autodefina. No es una definición objetiva y basada en la realidad, es subjetiva e individualista, lo cual es inútil de entrada para la creación de leyes porque entonces cada elemento dependerá de la postura personal de cada uno.
«Falso trans», «fraude» y «abuso de ley»
Por ejemplo, regresando al ejemplo del comentarista gay que desacreditó mis posturas porque no repito el guion del transactivismo hegemónico, con como está la Ley Trans yo podría nombrar lo suyo como un acoso transfóbico hacia mi persona y procedería un proceso legal contra él, porque negó repetidamente mi autodefinición. Podría proceder legalmente por violencia hacia los difamadores y acosadores de Sandra Mercado por la agresión en redes que recibe por salirse también del guión, porque, por la misma definición, estamos recibiendo acoso transfóbico.
Esto, que no hay definiciones reales y subjetivas, se puede ver en el caso reciente de la persona transgénero de Sevilla quien legalmente es mujer, y pide acceso a los espacios de mujeres, pero afirma que mantendrá su nombre (Francisco Javier) y apariencia masculina. De inmediato se levantaron varias voces dentro del transactivismo mediático llamándole “un fraude” y “un abuso de la ley”, pero el punto es que en la misma Ley Trans no hay salvaguardas, no hay medidas para evitar esto. El cambio solamente se puede hacer mediante palabra.
Al contrario, las figuras del transactivismo mediático que le consideran “falso trans” y “un fraude de ley” si pudiesen ser denunciadas por violencia transfóbica por dudar de la veracidad de su vivencia interna e individual, por prejuiciarle de acuerdo con su identidad sentida y autodefinida.
Si no tiene disforia de género, no es trans. Si no pasó por un tratamiento médico en respuesta a la disforia, no es trans.
JK Rowling se los había advertido, de hecho: “Si admiten que tan solo un varón no es una mujer solamente porque él lo afirma así, toda la estructura de la corriente de identidades de género se resquebrajará”. Pero, como lo hemos visto continuamente en mis artículos, poco les interesa quedar en evidencia, porque siempre acabarán recurriendo al chantaje emocional si no logran tener argumentos reales: «Es que odias a las personas trans”, “Es que dices que todas las personas trans son abusadores sexuales”, “Estás provocando la muerte de personas trans” es lo que dirán a continuación. Y ya es una rutina vieja y sabida.
A diferencia del transectivismo hegemónico y mediático, que no tiene más que slogans, frases necias y chantaje emocional, yo si tengo una propuesta: empezar a definir “trans” de manera objetiva. Defino “Persona trans” como todo individuo, de sexo indistinto, que tras una condición de disforia de género se somete a un tratamiento médico y/o quirúrgico para modificar su apariencia externa y emular los caracteres secundarios del sexo distinto al que nació. Si no tiene disforia de género, no es trans. Si no pasó por un tratamiento médico en respuesta a la disforia, no es trans. No se le debiera permitir transicional legalmente a nadie que no cumpla las estipulaciones de la definición de trans.
No se debería permitir que una persona se proclame a sí misma trans sin una observación y autorización médica
Por supuesto que para que lleguemos a esto, serían imprescindibles salvaguardas y dictámenes o medidas para diagnosticar adecuadamente la disforia de género, pero entonces debiera modificarse la Ley desde el principio y abandonar la noción que es una noción personal y autodefinida y autodiagnosticada. Para decirlo con todas las letras, no, no se debiera permitir que una persona se proclame a sí misma trans sin una previa observación y autorización médica. Solo de esa forma se logrará una ley objetiva y sin interpretaciones individuales. Solo de esta manera si se logrará una protección legal adecuada para las personas con disforia y con transición social.
Ya no habría más Franciscos Javieres, para alivio de los transactivistas que se apresuran a desconocer de forma transfóbica su vivencia interna e individual, y el riesgo de desestimiento y detransiciones, cuyo porcentaje sigue aumentando (actualmente está cerca del 18%, y no descartamos que llegue arriba del 25% a fines de este 2024), se reduciría drásticamente. De esta manera si habría una atención social adecuada a las personas trans.
Cuando la Ley es perjudicial para los sujetos políticos
Pero eso obligaría al transactivismo a aceptar que no, no cada persona que se dice trans lo sabe mejor y que los lineamientos y protocolos son urgentes y necesarios. No lo van a aceptar, por supuesto, porque parten de la idea neoliberal que cada uno es libre de decidir por su propio cuerpo, aunque esto implique daño a uno mismo o a terceras personas, en tanto que sirva al libre mercado.
Desafortunadamente, hasta el día de hoy, nos queda claro que el transactivismo hegemónico no quiere ni le importa crear definiciones objetivas y basadas en la realidad y que les es imperativo ser ambiguos para que pueda haber identidades a la medida y basadas en sentimientos subjetivos, lo cual es antitético para cualquier movimiento social.
Volviendo de nuevo al tema del comentarista gay que desconoció mi “vivencia interna e individual” porque no le convenía hacerlo, curiosamente me dijo que no importa lo que yo dijera u opinara, porque la postura hegemónica hizo la Ley Trans y por eso las “identidades de género” son ley. Yo argumenté que no será la primera vez que haya algo en la Ley que sea perjudicial para sus mismos sujetos políticos. Esa es mi postura.