Hay un término utilizado en los círculos críticos con el género (que provienen desde la izquierda, el feminismo, o lo LGBT) que es el «peak trans«. No hay equivalente en castellano, pero literalmente sería el «pico trans”, que es como alcanzar de repente el pico de una montaña y ver desde ahí un camino de absurdos y que lo único que queda es abandonarlo. Eso mismo ocurre con la postura de «No hay debate para lo trans», «Los derechos no se debaten» o «Debatir esto es de ultraderecha».
El «peak trans» o «pico trans» es cuando una persona, que hasta ese momento apoyaba y defendía los tópicos del transactivismo pop y mediático -el que defiende la existencia de “identidades de género” y que llamo en mis piezas “hegemónico” porque afirma que su punto de vista es el único válido-, que se publicita como la opción contestataria y progresista, se enfrenta de golpe a un argumento o a una situación que le hace recular de momento y reflexionar sobre si no son los activistas de “identidades de género” los que en realidad promueven intransigencia y posturas retrógradas.
Ha habido varias publicaciones los últimos dos años en redes sociales de grupos de personas narrando como les alcanzó el “pico trans”. Sandra Mercado, quien actualmente se halla en proceso de detransición, narra que llegó a ese punto cuando el médico le explicó el deterioro que su cuerpo estaba teniendo debido al tratamiento hormonal y las cirugías.
Mi «pico trans» llegó cuando leí a un activista trans decir que tenía derecho a acosar lesbianas enviándole fotografías de sus genitales
Un activista gay cercano a mis amistades me cuenta que su pico llegó cuando vio que la única vez que vio a varones transicionados (mal llamados “mujeres trans”) de su círculo movilizarse por algo fue cuando acusaron a uno de sus amigos de pedofilia, defendiéndolo pese a que era una broma habitual que “le gustaba ligar con jovencitos”. En mi caso fue cuando leí a un activista trans afirmar que estaba en su derecho de acosar lesbianas enviándoles fotografías de sus genitales porque “eso hacen entre ellas” y quien no lo aceptara era porque “tenía que revisarse su transfobia”.
Por si eso no bastase, la simple publicación de un varón autoidentificado como mujer -pese a no haberse sometido ni a tratamiento hormonal o siquiera recibido un diagnóstico de disforia de género- amenazando a mujeres con golpearlas y asesinarlas “si no lo aceptaban en su nueva identidad de género”, me dejó claro que el movimiento trans se estaba convirtiendo en un refugio del machismo tradicional de toda la vida: la mujer debe aceptar las cosas sin rechistar si son exigidas por un varón, especialmente si ese varón ahora dice ser mujer. En resumen, el transectivismo estaba adoptando la filosofía incel.
Incel (en inglés involuntary celibate, célibe involuntario) es un movimiento de jóvenes ultramachistas que afirman que las mujeres los excluyen de sus espacios y que están obligados a reclamar y conquistar esos espacios, aunque sea por la fuerza. Afirman que son “los buenos” y que solamente por eso las mujeres deben aceptarlos sexualmente. Se sienten perseguidos e incomprendidos. Y si, uno de sus tópicos es que las relaciones entre lesbianas “son abusivas” y que ellos podrían ser mejores parejas, pero que los discriminan por ser varones. La similitud de discursos no es coincidencia.
Lo que esconde la postura de «No se debate» o «Debatir esto es de ultraderecha»
Todas las personas L, G, B y T que hemos pasado el mencionado “pico trans”, así como feministas que activamente critican el género como la jerarquía social que en realidad es, nos hemos cansado de señalar que la postura del transactivismo hegemónico de “No se debate”, y que ellos justifican con la frase de “Los derechos no se debaten” o “Debatir esto es de ultraderecha”, en realidad no tiene nada que ver con derechos humanos porque, para empezar, ni siquiera han definido a qué derechos se refieren.
No, su postura de no debatir se debe a que no quieren que se analicen, discutan o reflexionen sus argumentos porque no tienen sustento en la realidad, son débiles y se sostienen principalmente en el chantaje emocional. “¿Es que quieres la muerte de las personas trans?”, sueltan a la primera duda que detectan ante sus dogmas. Y nadie había tenido el valor para responder ante el chantaje: “¿Ese es todo tu argumento?”. Hasta 2023. Ese fue el año en el que se les obligó a debatir.
El tren trans
La primera carta en tambalearse de su castillo de naipes vino desde Suecia. El país se había citado muchas veces como modelo sobre leyes “progresistas” acerca de la población transgénero y transexual, así como en la asequibilidad de programas para jóvenes trans. De hecho, fue Suecia quien introdujo y aprobó leyes trans que luego otros países, notablemente Argentina y España, adaptaron y adoptaron. A principios de 2023 salió un documental que estudia casos de juventudes trans y cómo conllevan su tratamiento. El documental, titulado El Tren Trans fue de inmediato atacado por el transactivismo hegemónico por su descripción de tratamientos irresponsables y sin salvaguardas que dañaban a lo jóvenes más que ayudar.
El documental impactó tanto en la opinión pública sueca que el Gobierno del país dio marcha atrás en la idea del autodiagnóstico como ideal, se abandonó el enfoque afirmativo de género (la idea que solo hay que apoyar la autoidentificación de género “porque el paciente lo sabe mejor”) y se analizó la asequibilidad de tratamiento hormonal a jóvenes.
Tavistock, el servicio a menores no conformes con su género de Reino Unido fue demandado por negligencia médica
Sin embargo, uno de los golpes más importantes al transactivismo hegemónico y a la idea que el único tipo tratamiento a jóvenes que se identifican como trans debe ser el enfoque afirmativo vino desde Reino Unido. Tavistock, que había sido establecido como un servicio a menores no conformes con su género fue primero denunciado, y luego demandado, por negligencia médica al permitir transiciones y administrar medicamentos a menores de edad sin asesoramiento psicológico y sin ofrecer explicaciones sobre efectos secundarios que afectaran la salud del paciente.
Aunque primeramente estas denuncias se trataron pintar como aisladas y políticamente motivadas, pronto varias organizaciones dejaron de apoyar a Tavistock -incluso Stonewall, la mayor organización LGBTQ+ del país, quien ha apoyado históricamente todo tópico del transactivismo hegemónico de forma acrítica se distanció de Tavistock- y, por último, el Sistema Sanitario de Reino Unido, el NHS, acabó desconociendo a dicho servicio.
Extrabajadores de Tavistock pronto reconocieron que las denuncias describían bien el funcionamiento irresponsable de la organización. Esta situación causó el pico trans entre bastante del público, promoviendo la discusión de estos temas, para desmayo del transactivismo hegemónico. La discusión y el análisis público contribuyeron bastante a que las leyes de autoidentificación de género en Escocia fueran derrotadas en votación en su Parlamento y luego desechadas. En cierto momento, incluso el Primer Ministro, Rishi Sunak, afirmó que si una persona puede tener el derecho de autodefinir su identidad, los demás también tienen el derecho de aceptar o no su autodefinición.
El transactivismo hegemónico insiste en el debate es sinónimo de transfobia
La reacción del transactivismo hegemónico al notar la libre discusión de sus tópicos y puntos de discusión fue cerrarse y afirmar que nadie más que personas trans podemos hablar de esos temas, atacando y ridiculizando a personas que detrancisionan o hasta trans críticos como Miranda Yardley, quienes si intentaron sumar al debate. Su línea de acción fue seguir sosteniendo que el debate es sinónimo de intolerancia y que “la transfobia ha caído sobre el Reino Unido”. Todo esto siendo una lástima porque en verdad el transactivismo hegemónico necesita definir muchos de sus puntos y eso solo puede hacerse a través de la discusión y el análisis real de sus argumentos.
Desafortunadamente para el transactivismo hegemónico, 2024 solo pinta que tendrán que hacer un autoanálisis muy pronto. Los picos trans provocados entre el público por la inclusión de varones autoidentificados como trans en el deporte femenino, y la negación del transactivismo de identidades en promover alternativas y aferrarse que estas personas deben estar en espacios de mujeres o nada está cambiando rápidamente la percepción pública sobre ellos.
Por otro lado, en Estados Unidos está empezando a repetirse lo sucedido en Tavistock en el Reino Unido, al empezar a surgir denunciantes, pacientes y médicos, inconformes con la irresponsabilidad de presentar al enfoque afirmativo de género como la única forma de tratamiento. Es muy posible que figuras públicas que transicionaron la década pasada inicien la detransición. El castillo de naipes está tambaleándose. Lo que hemos estado pidiendo las personas L, G, B y T post pico trans es que la caída de ese castillo no arrastre las conquistas de derechos ganadas en las décadas previas. Por eso pedimos el debate. Por ello debe haber discusión.