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El feminismo y el hilo de Ariadna

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Tal como escribí hace unas semanas, no solo la izquierda está en un laberinto del que parece que le va a costar salir, sino que también el feminismo está enredado en el suyo. Y es importante clarificar la situación porque, al igual que pasa con la izquierda, si no tenemos claro de lo que hablamos mal puede la gente apoyar un determinado proyecto, darle credibilidad o sencillamente entender sus propuestas.

Cuando Podemos dice que a la ultraderecha se la combate con más feminismo, o Sumar afirma que España tiene que ser feminista, y los partidos o sindicatos se autodenominan “feministas” ¿qué es lo que están diciendo? ¿a qué están llamando feminismo? ¿Cuáles son las políticas que proponen para que sean consideradas “feministas”? Es uno de los principales aspectos que hay que aclarar, porque ya no nos vale con que utilicen la palabra feminismo sin especificar qué es lo que entienden como tal.

Otras voces que pretenden ser más democráticas e inclusivas utilizan el plural “feminismos” para que cada cual entienda lo que quiera, creando una barra libre en su definición, pero tampoco sabemos qué es lo que defiende cada uno de estos “feminismos” ni qué tienen en común, si es que algo tienen.

¿Qué es lo que consideran “feminismo” esas formaciones políticas y esos grupos que hablan en plural? Necesitamos que especifiquen sus propuestas para que la sociedad entienda qué se propone bajo tal rótulo. No basta con que digan que hay “muchos feminismos”, porque eso es eludir la cuestión. No explicar con claridad a qué se refieren con “feminismo(s)” es lo que ha provocado el desprestigio en que ha caído este término, una causa que ha pasado de ser apoyada por una inmensa mayoría de la sociedad a padecer el descrédito en que lo han sumido los discursos y las iniciativas políticas adoptadas en los últimos cinco años.

La Agenda Feminista

Algunas hemos definido muy claramente lo que entendemos por feminismo, y entre nuestros objetivos se encuentran: la abolición de la prostitución, la prohibición de los vientres de alquiler, la lucha contra la pornografía, la defensa del sexo como categoría básica de clasificación humana, la crítica al concepto de identidad de género y las leyes trans que lo consagran, la oposición a los bloqueadores de la pubertad o a la hormonación de menores, así como la consideración de la violencia contra las mujeres como uno de los principales problemas de Estado.

La investigación sobre la salud femenina, la defensa del deporte femenino o la exigencia de mantener los espacios protegidos para las mujeres (vestuarios, lavabos, hospitales, casas de acogida, cárceles, etc.) o la exigencia de la coeducación están dentro de lo que denominamos, resumidamente, la Agenda Feminista.

Otro aspecto que hay que debatir es si el feminismo tiene que ocuparse de los temas específicamente de las mujeres o tiene que incorporar otras causas igualmente legítimas: si tiene que dar respuesta a todos los problemas globales o tiene que centrarse en exigir su Agenda ¿El feminismo tiene que abordar temas de alcance global, como los flujos migratorios, los conflictos armados, el cambio climático, la política energética o la agraria, el veganismo, la postura ante la OTAN o incluso definirse ante los movimientos soberanistas de nuestro país? ¿Hay que incorporar todas las causas en la lucha feminista o hay que centrarse en una sola?

¿El feminismo tiene que ser todo, o debe centrarse en su propia causa?

Todos estos problemas afectan a las mujeres, claro está, porque nada humano nos es ajeno, pero ¿se le pide al movimiento contra el racismo que incorpore la Agenda Feminista a su ideario? ¿El animalismo defiende los derechos de las mujeres con el mismo ahínco que defiende los de los animales? ¿El ecologismo incluye como temas prioritarios la prohibición de los vientres de alquiler o la abolición de la prostitución? ¿El mes del Orgullo en sus múltiples actividades sacó alguna pancarta contra la violencia hacia las mujeres?

¿Tenemos las feministas que ampliar nuestros objetivos e incluir el antirracismo, el pacifismo, el animalismo, el ecologismo y todas las demás causas sociales? ¿Y si así lo hacemos, no estaremos priorizando otras luchas, dejando para otro momento las propias, como ha ocurrido en no pocos momentos históricos? ¿El feminismo tiene que ser todo, o debe centrarse en su propia causa?

Y un tercer aspecto no menos importante a considerar es si nos favorece o nos perjudica estar atomizadas en múltiples grupúsculos batallando cada uno en una pequeña parcela de la realidad. Las feministas tenemos una larga experiencia en el asociacionismo de todo tipo, pero ¿no sería posible dejar a un lado los pequeños matices, los personalismos y egos, los purismos, los recelos y rencillas para conformar un sólido Movimiento Feminista unido que tuviera más incidencia social?

Movimiento de resistencia

Si así lo hiciéramos podríamos tener más posibilidades de explicar a la sociedad nuestras propuestas, aparecer en los medios de comunicación, convocar movilizaciones, defender nuestra agenda, así como oponernos a la instrumentalización que del feminismo están haciendo la mayoría de los actores políticos y sociales sin especificar de qué hablan y en nombre de quién. ¿Podríamos articular una Resistencia Feminista que se opusiera con eficacia a la ofensiva que estamos viviendo las mujeres a nivel internacional? Ahora que no tenemos elecciones a la vista igual podría ser el momento de iniciar un movimiento de resistencia que pudiera cristalizar en los próximos comicios generales.

Estos son los tres grandes aspectos que me parece habría que poner a debate para esclarecer de qué se habla y qué se propone cuando se habla de feminismo. Y por lo que respecta al tercer punto, dependiendo de los hilos de los que tiremos, habría dos opciones: enfrentarnos todas juntas al Minotauro o bien seguir dispersas en las múltiples bifurcaciones del laberinto en el que estamos enzarzadas.

Juana Gallego

Profesora universitaria