Feminista
La ministra de Igualdad en funciones, Irene Montero. Foto: Juanma Serrano / Europa Press
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¿Feminista o no feminista? ¡Feminista!

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Con el manoseo del feminismo por parte de radicales como la ministra de Desigualdad Irene Montero, el liberalismo patrio se ha dividido entre quienes como yo nos negamos a entregar la palabra feminismo a quienes quieren borrar a la mujer con leyes como la trans y quienes reniegan de la palabra misma. En el fondo, el argumento es el mismo: se ha sustituido la defensa universal por la igualdad de todos ante la ley por una suerte de lucha de sexos sin cuartel en la que la mujer es el proletario y el hombre el burgués a exterminar. Si Ortega y Gasset advirtió ya en su día que la palabra democracia era la más prostituida, hoy en día lo es la palabra feminismo.

Es un debate viejo, que viene de años atrás, en que mujeres defensoras de la libertad, angustiadas por la que se venía encima con conceptos como el feminismo del 99%, discutían acerca de si emplear el término de marras. En el Manifiesto del Feminismo del 99%, publicado en 2019, se denuncia que es el momento de dar un paso adelante, que es necesario un “feminismo anticapitalista”.

Se arremete así contra las sociedades abiertas y contra mujeres que han triunfado en sus profesiones, como la directora de operaciones de Facebook, Sheryl Sandberg, quien había afirmado, en plena sintonía con el movimiento feminista existente hasta el momento, que el mundo sería mejor “si la mitad de todos los países y compañías estuvieran dirigidas por mujeres y la mitad de todos los hogares estuvieran gobernados por hombres”.

Las feministas del 99% acusan a Sandberg de querer un “feminismo como una criada del capitalismo. Quieren un mundo donde la tarea de gestionar la explotación en el lugar de trabajo y la opresión en el conjunto social sea compartida por igual entre los hombres y las mujeres de la clase dominante”. Una reivindicación de las teorías marxistas que fracasaron en el siglo XX, dejando tras de sí un reguero de muerte, miseria y hambre.

Igualdad vs. meritocracia

No tardan mucho tampoco las autoras en reivindicar la ecología como religión sustitutiva o Ersatzreligion, en lo que constituye un verdadero embrollo intelectual, que mezcla, en un cóctel perfecto de totalitarismo el mecanicismo marxista y el biologicismo nacionalsocialista. En el que, además, contraponen la igualdad con la meritocracia.

Frente a mujeres como Clinton (o Ana Botín), estas feministas proponen construir otro feminismo. Un feminismo que debe elegir “el camino de las huelgas feministas, unirse con otros movimientos anticapitalistas y antisistémicos y convertirse en un ‘feminismo para el 99 por 100’”. Así, aunque sitúan sus comienzos en las huelgas feministas de Polonia que tuvieron lugar en el año 2016 para oponerse a la prohibición del aborto, ponen como ejemplo a seguir la manifestación que tuvo lugar en España en 2018. Una algarada que tuvo lugar bajo un manifiesto en absoluto feminista y sí anticapitalista. 

Banderas universales en manos totalitarias

El feminismo del 99% que nos desgobierna pretende “reimaginar la justicia de género de una forma anticapitalista”, “redefinir lo que cuenta como ‘trabajo’ y quién cuenta como trabajador”. Es el último paso que le faltaba por dar al postmarxismo para acabar de engullir al feminismo.

Considero que es un absoluto error dejar banderas universales propias de sociedades libres en manos totalitarias. Porque el feminismo de la humanista y liberal Clara Campoamor, por ejemplo, sí no representa. De su mano llegó el sufragio femenino. Reivindiquemos también a María del Carmen Sardi, una de las valientes que se levantó contra Fernando VII. O a Mariana Pineda. O a Rosalía de Castro.  Mujeres libres e iguales que no nacemos víctimas y exigimos igualdad ante la Ley.

No debemos de renunciar a la palabra feminista, sino reivindicarla como lo que es. La igualdad de hombres y mujeres en todos los rincones del planeta ante la Ley. Sin complejos.

Almudena Negro

Diputada del PP de la Asamblea de Madrid