“Ahora que estamos jugando vamos a contar mentiras tralará, vamos a contar mentiras tralará…” Era más o menos la letra de una cancioncilla que yo cantaba cuando era niña (en el Pleistoceno), y hablaba de un ciruelo que daba manzanas, que se convertían en nueces y acababan siendo melones… Inocentes mentirijillas con las que nos entreteníamos los boomers a falta de teléfono móvil y redes sociales.
Lo sorprendente es que esa cancioncilla podría haber sido la que cantaban puño en alto los y las asistentes al 41º Congreso del PSOE celebrado en Sevilla hace unos días. Pero cuidado, que no son sólo los del PSOE los que confunden peras con sandías, también podría cantarla el PP (con su derivada mazónica en primer lugar), Sumar, Podemos, IU y tutti quanti, porque todos se han empeñado en hacer pasar las ciruelas por manzanas y las manzanas por uvas con la excusa de que todas son frutas.
Como no hay problemas en el mundo, y en España nadamos en la ambulancia (y en Valencia casi de forma literal), pues vamos a inventar uno: quién es Q+. ¿Q qué? No sé, pero tiene que ser alguien muy importante para haber provocado tanto ruido ¿Por qué no nos peleamos por si tiene que haber una Q+ o no? Las feministas del PSOE, por ejemplo, creen que han obtenido una gran victoria porque no se ha añadido Q+ al acrónimo LGTBI.
Que quitar o poner una letra con un + cause reacciones exageradas entre todo tipo de formaciones, grupos y personajes es la prueba del algodón de la decadencia política e ideológica que vivimos. Muchos se empeñan en reivindicar quimeras, piensan que eliminar, o no añadir, la Q+ a unas siglas (que en realidad debería quedarse en LGB, que son las orientaciones sexuales) es poco menos que cometer un genocidio de los millones de personas que se esconden detrás, cuando lo cierto es que no hay nadie, porque nadie encarna esas identidades que no tienen existencia material.
Diarios digitales, convencionales, televisiones, radios e influencers se llevan las manos a la cabeza, cómo es posible que alguien desee eliminar la Q+, como si ello equivaliera a condenar a las cámaras de gas a tantas personas que ahora, sin esa Q+ que las cobije, van a estar a la intemperie, errantes, como un ejército de zombis a la deriva.
Diarios de referencia publican editoriales denunciando esos “retrocesos innecesarios”, haciendo suya sin recato toda la ideología queer sobre las identidades sentidas, cosa que les hace aparecer progresistas ante una reacción a la que por lo visto las feministas se han añadido. No explican, ni saben explicar a la sociedad –que no tiene ni idea de lo que se habla– qué tienen o no las personas Q+ que no tengamos las demás, salvo que crean en almas encerradas en cuerpos equivocados.
Lo cierto es que no añadir esa Q+ es un síntoma de que al menos en el PSOE han comprendido que tienen que enderezar el rumbo porque han visto las orejas a los votantes. Porque esas orejas ya han llevado a La Casa Blanca a un fantoche que, mal que les pese, ha mostrado algún sentido común en la deriva identitaria. Le han visto las orejas a los votantes que han rechazado los pronombres que Kamala Harris se empeñaba en auto atribuirse, y le han visto las orejas a los votantes que se van a formaciones de derecha y ultraderecha y abandonan partidos enredados en disquisiciones absurdas que no entienden.
También han visto las orejas a los votantes en las últimas elecciones europeas, donde más de 60.000 votos fueron a partidos como Izquierda Española o Feministas al Congreso. Si partidos como PSOE, Sumar, IU o Podemos insisten en esa senda delirante de los géneros diversos y fluidos, las identidades trans, la Q+ y demás posmoderneces, olvidando los problemas reales de la gente, dentro de poco veremos gobernando a Abascal.
En Estados Unidos las ratas ya han empezado a abandonar el barco. A ver cuánto tiempo falta para que todos los que ensalzaron identidades inexistentes, al socaire de la charlatanería que llegaba desde la Universidad de Berkeley, acaben acogiéndose a nuevas teorías. Solo falta que una nueva lumbrera, tipo Butler, se tire un pedo para que su olor se expanda por todo el universo.
Y si queréis seguir hundiéndoos, políticos –con vuestros palmeros de los medios de comunicación jaleando– no tenéis más que seguir vendiendo al personal las verdades de la cancioncilla de mi infancia: por el mar corre la liebre, por el monte la sardina, tralará…