Cataluña, como todos sabemos, siempre tiene que ir un paso más adelante que el resto de territorios porque aquí somos más listos que nadie. Tenemos un montón de problemas colectivos: violencia machista galopante contra las mujeres (en 2023 14 mujeres fueron asesinadas por sus parejas o exparejas; de enero a octubre hubo 14.137 denuncias, una cada dos horas y el Hospital Clínico denuncia que las agresiones sexuales son cada vez más violentas, 587 mujeres atendidas).
A todo esto, hay que añadir la sequía que nos acecha, la vivienda que está por las nubes (especialmente en Barcelona), el aumento del racismo institucional en algunas poblaciones (Ripoll, sin ir más lejos); el Informe Pisa sitúa Cataluña en el puesto 12 de 17 (por debajo del promedio OCDE); y según el Índice de pobreza, AROPE, el 20,4% de la población está en riesgo de pobreza y/o exclusión social (1.589.985 en 2022). Eso por no hablar de amnistías, espionajes o corrupción deportiva, que serían harina de otro costal.
Sin embargo, no éramos bastantes y parió la abuela (aunque parezca mentira este dicho popular ha devenido realidad con los últimos avances ginecológicos). Como todos estos problemas no son suficientes nuestra muy eficiente Consellera de Igualtat i Feminismes, Tània Verge, y el Molt Honorable President, Pere Aragonés, se han sacado de la chistera un anteproyecto de ley trans que, como no podía ser de otra manera, supera con creces a la Ley trans estatal. Se denomina Ley Integral del reconocimiento del derecho a la identidad y expresión de género y está en fase de audiencia e información pública hasta el 9 de febrero.
¡Olé la diversidad científica!
¿Y qué propone esta nueva vuelta de tuerca ante este gravísimo problemón que amenaza con eclipsar a todos los anteriores? Pues definir a las personas trans* (así, con asterisco) como: “Todas las personas que viven en una identidad de género que difiere de la asignada al nacer en función de su sexo biológico. Este término incluye, entre otras, realidades tan diversas como las personas transgénero, transexuales, agéneros, no-binarias, fluidas, travestidos” (Artículo 3, c). Olé la diversidad científica, como ya ha quedado claro que el sexo no se asigna, aquí lo que se asigna es la identidad.
Los menores entre 12 y 16 años que se autoidentifiquen como trans van a tener la figura de un “mediador” que, lejos de mediar, sirva para convencer a los dubitativos padres que deben “afirmar” la identidad sentida de sus hijes. Y habrá un régimen sancionador para quien no comulgue con ruedas de molino que va de 300 euros a 500.000, según la gravedad de las infracciones. Solo la descripción de las infracciones ocupa 7 páginas, ríete tu del Gran Hermano orwelliano. Este artículo no se podría publicar, y yo debería exiliarme como mínimo a la Franja de Ponent.
Cada persona podrá participar en la competiciones deportivas que le parezca
Como aquí somos más modernes que nadie, cada persona podrá participar en las competiciones deportivas que le parezca, porque el sexo se ha abolido y solo cuenta el género con el que se autoidentifique cada cual aunque para ello no se requiera ningún mecanismo de prueba ni tratamiento hormonal (Artículo 40.2). Como somos los más demócratas, cada uno elige su género. Y como dos son pocos géneros, habrá una casilla para los no binarios.
Para aumentar el delirio, los no binarios son definidos como: “Personas con una identidad de género que no coincide con los conceptos de hombre y mujer. Las identidades no binarias son muy diversas, haciendo que las personas se puedan identificar con un tercer género, más de un género a la vez, con ningún género o bien tener una identidad que varía con el tiempo” (Art. 3, d). (Traduzco del catalán para mayor comprensión). Es decir, se pueden identificar como hombre y mujer al mismo tiempo, con ninguno, con un tercero o incluso cambiar si les apetece, ¿por qué no? Barra libre, sírvase usted misme.
Para transinclusives, nosaltris
Puestos a ser fantasiosos, Cataluña se lleva la palma. Para transinclusives, nosaltris. Observen que no puedo poner nosaltres porque en catalán coincide con el pronombre personal de primera persona del plural, a diferencia del castellano, que en transinclusivo se diría nosotres.
En fin, las 42 páginas de que consta el Anteproyecto de Ley es un compendio de disparates, sin pies ni cabeza, cuyo objetivo es épater el personal. Una ley a medida de la República Catalana, tan real. En cuanto a delirios, Cataluña siempre va un pasito p’alante, aunque en la realidad va uno o varios pasitos p’atras.