Los movimientos por la liberación homosexual nacieron con un claro componente marxista. De hecho, sus líderes en Nueva York o San Francisco se definían como socialistas. Hoy, sin embargo, priman unos enfoques mayoritariamente neoliberales y ultracapitalistas. Es evidente que a los grandes capitales solamente les interesa el dinero de las comunidades diversas en tanto sea el mes del Orgullo -patrocinado por empresas transnacionales- y para ganar puntos sociales. El movimiento trans, el último en sumarse al Orgullo, es actualmente el movimiento neoliberal por excelencia. A punto de entrar en junio, el mes de Orgullo, Mel Supernova analiza el panorama para los movimientos de liberación homosexual y bisexual.
Como es bien sabido, los primeros movimientos lésbico-gay empezaron a formarse y a organizarse desde finales de los años 60 como respuesta a la brutalidad policiaca hacia las personas homosexuales en las grandes ciudades. Enarbolaban la demanda principal de descriminalizar la homosexualidad, la cual seguía siendo un delito en varios países y aunque de facto no lo era en otros -como Estados Unidos o México-, se le podían levantar cargos de inmoralidad a personas homosexuales según la percepción o conveniencia de las autoridades.
Los movimientos históricos tuvieron una participación destacada de mujeres lesbianas quienes conformaron las primeras agrupaciones de apoyo y organizaron un frente común con los varones homosexuales. Fue Stormé DeLarverie, lesbiana butch, quien inició el enfrentamiento de Stonewall -en Nueva York- entre la población lésbico-gay y la policía, lo que marca el inicio oficial del movimiento de liberación homosexual (junio de 1969).
Orgullo lésbico en prime time
En México fue Nancy Cárdenas quien salió del armario en horario estelar de televisión (1974), lo que dio arranque a la formación de agrupaciones lésbicas y gay, las cuales se manifestarían por primera vez en público el 2 de octubre de 1978.
Durante los años 70 era evidente la tendencia ideológica de las agrupaciones lésbica-gais. Sus integrantes se definían de izquierda o socialistas y algunos incluso pertenecían directamente al Partido Comunista. Precisamente en México muchas de las primeras protestas públicas de las agrupaciones lésbico-gais seminales se hicieron apoyando protestas en apoyo a la Revolución Cubana ante la Embajada de Estados Unidos.
En Estados Unidos mismo había un componente marxista bastante claro en los movimientos por la liberación homosexual en esta época, en donde los líderes en ciudades como Nueva York o San Francisco se definían como socialistas. El movimiento de liberación homosexual, el de orgullo homosexual, era indudablemente un fenómeno de izquierdas y con participantes militantes activos en lo político.
375.000 hombres homosexuales muertos
Pero llegó la pandemia del VIH SIDA. Debido al estigma y a falta de acciones adecuadas, durante la mayor parte de los años 80 el demográfico más afectado fueron los varones homosexuales. Tan solo en Estados Unidos se estima que un total de 375.000 hombres homosexuales murieron entre 1981 y 1995 entre los reportados y diagnosticados.
La mayoría de las agrupaciones lésbico-gay originales o desaparecieron por la muerte de varios de sus integrantes o se transformaron en grupos que reaccionaban para apoyo médico y de presión para garantizar acciones públicas de parte de gobiernos hacia investigación y recursos ante la pandemia.
Cuando el VIH pudo ser controlado en la medida de lo posible -aún hoy en día no ha sido vencido-, el mundo ya era muy distinto. La caída del Muro de Berlín en 1989 había establecido la idea en los ámbitos filosóficos, literarios y periodísticos que ya no había alternativas políticas ni económicas, más que el capitalismo.
Orgullo y capitalismo
Por otra parte, el mismo capitalismo veía el potencial comercial y de consumo dirigido a las comunidades lésbico, gay y bisexual y comenzaba a explorar estas como nichos de mercado. No es de extrañarse entonces que el enfoque político de estas agrupaciones pasara de ser fundamentalmente de izquierda a tener posturas posmodernas y, consecuentemente, neoliberales.
Es entre el final de los 90 y principios del nuevo siglo que los movimientos de orgullo volvieron a tomar importancia y a luchar por derechos como la formación de familias por parte de personas L, G y B (tanto la posibilidad de formar uniones legales -matrimonios- y adopciones), así como el derecho a un tratamiento médico digno y libre de discriminación. En las primeras dos décadas del siglo XXI se lograron introducir proyectos de ley en varios países garantizando estos derechos, la formación de familias homoparentales y la protección de la comunidad diversa.
Nadie va a negar que todavía hay mucho por hacer al respecto. En 2023 sigue habiendo países que mantienen la homosexualidad como ilegal, y -en casos como Irán- hasta con penas de muerte. Hay regulaciones en países que se presumen ser desarrollados en donde no se puede mostrar ni sugerir siquiera que haya parejas no heterosexuales.
invisibilización de la bisexualidad
Sigue habiendo desconocimiento y estigmatización de la homosexualidad, especialmente la femenina; hay una amplia invisibilización de la bisexualidad o -en caso opuesto-, una tendencia a hipersexualizarla. Todos estos asuntos son de vital importancia y es claro que se tratará de abordarlos y avanzar en el reconocimiento mundial de las comunidades diversas.
Sin embargo, hay un problema que varios no serán capaces de reconocer y se trata de la creciente despolitización de los movimientos de orgullo homosexual, lo cual se concatena con su escandalosa mercantilización y empaquetado corporativo para los grandes capitales. Esto ha venido acentuándose desde hace ya dos décadas, coincidiendo con enfoques mayoritariamente neoliberales y ultracapitalistas.
Si bien la aportación económica que pudiera conllevar el apoyo de corporaciones debería ser en principio algo positivo, lo cierto es que es un apoyo “de dientes para afuera”, superficial, de orden para deducción de impuestos, posando como empresas socialmente responsables y en afán puramente consumista y enfocado al demográfico.
El mayor problema interno del Orgullo
Se ha vuelto evidente que a los grandes capitales solamente les interesa el dinero de las comunidades diversas en tanto sea el mes del Orgullo -patrocinado por empresas transnacionales- y para ganar puntos sociales. En cuanto hay conflictos reales, como lo fue la exigencia de las autoridades qataríes de amenazar a turistas homosexuales con arrestos si exhibían afecto en público durante la pasada Copa Mundial de Futbol, las corporaciones siempre querrán quedar bien con los inversionistas y anfitriones, nunca con los colectivos lésbico, gais o bisexuales.
Pero el mayor problema no es ese. El enfoque convenenciero de las grandes corporaciones puede entenderse en tanto que ese es su comportamiento ante toda causa y/o movimiento social. No se podía esperar otra cosa.
El mayor problema interno al que se enfrentan los movimientos del Orgullo es la creciente individualización, en donde los sentimientos y las afirmaciones de comodidad se sobreponen a las necesidades colectivas. Se llega a la idea neoliberal suprema que todo es posible si en verdad se desea y que el bienestar individual es lo único que importa. Las protestas y demandas pasan a segundo plano o hasta desaparecen detrás de lo que son la satisfacción de los deseos particulares. Las peticiones de derechos se confunden con las aspiraciones individuales. Todo esto es a lo que nos referimos con la despolitización.
La comercialización de las comunidades diversas
Aunque tradicionalmente se asocian los movimientos del orgullo con la izquierda, lo cierto es que hoy día incluso están en contradicción con la misma, por ese enfoque individualista que acabo de mencionar. Rechazan que haya significados que no sean subjetivos, afirman que nada es inherente y que no hay verdades, sino interpretaciones y que estas dependen de cada individuo. Esto es un rechazo a la idea de realidad material, que es la base del enfoque político de las izquierdas.
Esto, aunado a la inclemente comercialización de lo que se perciben como comunidades diversas, se observa en la superficialidad de lo que se ofrece mediáticamente como tal: ser gay ahora es parte de una estética determinada, hay maneras de ser gay o lesbiana, y si no te quieres ver como si cumples estéticamente con los estereotipos de género de tu sexo, entonces tu única salida es la transición de género química o quirúrgica.
El movimiento trans, el último en sumarse a los movimientos de Orgullo (1998), es actualmente el movimiento neoliberal por excelencia: tú eres lo que decides ser, si realmente lo quieres, puedes, todo es soñar y perseverar, todo es cuestión de actitud y afirmaciones. Si eres pobre, es porque quieres; si eres mujer, es porque quieres. Y por más que lo quieran hacer pasar como progresista, este enfoque es retrógrado en tanto que atomiza y desintegra la experiencia colectiva para enfocarse en la realización individual, responsabilizando a la colectividad de que los individuos no alcancen sus deseos particulares.
Y ese es el panorama para los movimientos de orgullo y liberación homosexual y bisexual hoy día. Continuaremos en una próxima pieza.