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Un asistente a los Globos de Oro 2025. Imagen: RR.SS.
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Su moda, nuestra opresión

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Cada vez es más frecuente ver hombres con falda, que se ponen tacones o se maquillan (lo de llevar pendientes ya es una antigualla). Si creen que con adoptar la apariencia femenina están contribuyendo al desmantelamiento del patriarcado deben saber que o son muy ingenuos o no tienen ni idea de las bases estructurales en que el sistema patriarcal se sustenta.

Con esta actitud tan “transgresora”, no solo no le hacen ni cosquillas al patriarcado sino que, por el contrario, lo refuerzan. ¿Por qué? Primero porque el patriarcado se adecua a las nuevas situaciones, y otorga márgenes de actuación individual siempre que no se pongan en cuestión sus fundamentos. Por ejemplo, las mujeres hace tiempo que podemos llevar atuendos masculinos sin que por ello haya desaparecido la desigualdad entre los sexos.

De igual forma, se puede aceptar que los hombres se “feminicen” sin que eso los sitúe en una posición subordinada respecto del conjunto de las mujeres. Que los hombres adopten indumentaria “femenina” al patriarcado se la refanfinfla. Es más, nos preguntamos por qué los hombres se feminizan maquillándose, poniéndose tacones o falda, pero no eligen el hijab, el niqab o el burka. ¿Será que la ropa tiene un significado político más allá de la voluntad individual?

Segundo, los hombres no sufren ninguna presión social para mantenerse perfectos, delgados o aparentar que tienen 40 años a los 60 si quieren que se les siga prestando atención. Nadie les obliga a depilarse las axilas, las piernas o las ingles, a maquillarse antes de salir a la calle o a ser diseccionados de arriba abajo para ver el tipo de vestido que lucen y si les sienta bien o mal, como ocurre en los Globos de Oro, en los Oscar o en cualquier otra entrega de premios donde haya cámaras de televisión.

Tampoco llevan bodys ajustados cuando cantan o bailan en los conciertos, ni aparecen semidesnudos en casi todos los anuncios publicitarios o en los diversos productos culturales. Que los hombres luzcan indumentaria femenina por la calle tampoco los convierte en objeto de agresión sexual por parte de las mujeres, porque ni nuestra sexualidad ni nuestra socialización está orientada a la violencia. Si acaso los insultan y agreden otros hombres que consideran que aquellos no cumplen con el rol de hombre y degrada a sus ojos su propia idea de masculinidad.

Para minar las bases del patriarcado, aparte de imitar el estereotipo convencional de feminidad (que por cierto las mujeres no siempre acatamos) los hombres deberían colaborar con las feministas para que se produjeran las siguientes transformaciones:

  1. Una equivalencia idéntica entre hombres y mujeres y una misma valoración social de ambos sexos.
  2. Que las mujeres sean sujetos de pleno derecho en igualdad de condiciones con los hombres en todo el planeta.
  3. Que la mujer sea tan referente de “lo humano” como lo es el hombre, y más ahora, en que se promueve la falsa idea de la existencia de diferentes categorías de mujeres (cis, trans).
  4. Una transformación radical de la sexualidad que no implique jerarquía entre ambos sexos y que la sexualidad femenina no esté en función de la masculina.
  5. En consecuencia, debería desaparecer la prostitución como sistema que se sostiene para beneficio de los hombres y perjuicio de las mujeres.

Para que se puedan llevar a cabo estas transformaciones se requiere por parte de los hombres algo más que embutirse en una falda o utilizar lápiz labial, ya que estas son decisiones individuales perfectamente integrables en el sistema. Sin embargo, en un mundo tan hiper individualista como el actual, no parece que los hombres estén por la labor de organizarse colectivamente y colaborar con las feministas para derrocar el patriarcado. Antes al contrario, asistimos a un rearme insólito del mismo en el que se alían los machistas de toda la vida con los supuestos transgresores de nuevo cuño, que se limitan a adoptar lo más rancio de la feminidad.

Porque al patriarcado no se le vence con una operación estética, sino con una decidida voluntad ética de acabar con la desigualdad. Que los hombres se vistan de lagarterana no nos importa, pero que no alardeen de que con ello están socavando el sistema patriarcal.

Juana Gallego

Profesora universitaria