A pesar de la templanza que regala la experiencia, José Luis Ábalos se revuelve incómodo en la silla cuando pasamos a hablar de las líneas que ha marcado la derecha en esta campaña. Se disgusta frente a la falta de racionalidad con la que están planteando las últimas campañas electorales desde la derecha, y a ratos se nota que lo ha meditado mucho consigo mismo para encontrar la mejor explicación en la propaganda nazi. Las consignas, argumenta, eran las mismas, destrozar al enemigo en lo personal y en lo profesional.
Crónica Libre: Hablábamos de la inquietud social que generó la pandemia, pero la pandemia ha quedado atrás, y la economía goza de buena salud. ¿Por qué el PSOE no ha capitalizado en votos su gestión?
José Luis Ábalos: Yo solamente lo entiendo desde el punto de vista de un cierto castigo. La mayor carga que tiene un voto es un voto en contra. Es un gobierno que se ha desenvuelto en circunstancias muy difíciles, con una soledad por parte de las formaciones políticas que se presumen responsables, y que ha tenido que acudir a minorías para sacar adelante un proyecto de responsabilidad.
Por ejemplo, si uno dice que el virus no es suficiente para parar la actividad económica porque no me da la gana, porque prefiero la economía a la salud, si alguien como Isabel Díaz Ayuso se permite esa irresponsabilidad es porque sabe que el gobierno de Pedro Sánchez, no va a ser irresponsable, el problema lo arreglará otro. Ayuso llamó libertad a la irresponsabilidad.
Pasa lo mismo que con lo del ganado en Castilla y León, yo genero unas expectativas a los ganaderos que luego no voy a poder cumplir porque la ley está ahí, pero que lo haga el gobierno de la nación, así se torna más antipático porque la responsabilidad siempre es más antipática que la frivolidad.
C.L.: ¿Me está diciendo que está campaña no está planteada en clave racional?
J.L.A.: No, desde la derecha es impensable. Y hay que entender que la racionalidad no está extendida necesariamente. Ni el PP ni Vox la pueden soportar. No hay comunicación política, no hay escucha, por eso no hay debate. La derecha entronca históricamente con el absolutismo, no le da por debatir.
C.L.: Entonces, ¿Cuál es el plan? ¿Cómo piensa competir el PSOE contra esta “propaganda”?
J.L.A.: Frente al debate irracional no podemos ser unos ingenuos. Es cierto que nuestra tradición no es la descalificación personal, ni la grosería, porque no somos lo mismo. Pero tenemos que hacer un ejercicio para equilibrar nuestros valores, y frenar la campaña de insultos. Y ahí es dónde hay que acertar con la tecla. Ser contundentes, serios e intolerantes frente a lo que no se puede admitir.
El ‘efecto Zapatero’
C.L.: ¿Podría decirse que Zapatero dio con la tecla adecuada cuando zanjó el empeño de la derecha por resucitar a ETA?
J.L.A.: Sí, desde luego, pero no había necesidad de llegar tan lejos. Tendría que haber quedado claro desde el principio que el PSOE acabó con ETA. No tendría ni que haber entrado en la campaña del 28M.
C.L.: Pedro Sánchez lo dijo bien claro en el Congreso y en el Senado.
J.L.A.: Por supuesto, es un hecho objetivo. Pero es que es justo eso lo que ellos no soportan, y por eso cambian el relato por nuevos bulos. Les hubiera encantado que el fin de ETA se produjera durante un gobierno del PP, y mira que lo intentaron de todas formas, incluso llamando a la banda terrorista Movimiento de Liberación Nacional.
El drama del PP es que ellos no terminaron con ETA. Y, es más, se marcharon con un atentado bestial en el que mucho tuvieron que ver por su posicionamiento ante la guerra en Irak. Y eso tampoco lo quieren aceptar. Y es que la derecha no sabe vivir sin ETA, es su comodín permanente. Les pasa lo mismo con los separatistas. Ahora, yo me pregunto cosas.
Cuando salió el juicio del Process Abascal pidió enviar los tanques a Cataluña. ¿Qué pasaría en Cataluña con un gobierno reaccionario?
C.L.: ¿Acertaron los socialistas con la campaña del 28M? ¿Por qué no caló en la Opinión Pública la buena gestión del gobierno?
J.L.A.: No cala porque se colocan en un marco totalmente irreal donde es difícil manejarse. Nosotros estamos incómodos en ese marco, porque es intangible, es irreal, y ahí ya solo puedes ir a la defensiva. Por eso debemos escaparnos de esos marcos y lanzar iniciativas sobre otros, para que no monopolicen el discurso. Para moverse en esa porquería tienes que tener el alma adecuada.
La izquierda no debería airear tanto sus desavenencias
C.L. Hablemos de otro pacto. ¿Cómo ha vivido la creación de SUMAR?
J.L.A.: Lo he vivido mal –resopla entre incómodo y tristón– porque yo me inicié en política en el Partido Comunista, en otro contexto lógicamente, y, en fin, estas cosas que tiene la izquierda testimonial de estar siempre hilando tan fino, y siempre poniendo de manifiesto todas sus desavenencias en público, no nos beneficia a ninguno. Nunca es el momento, pero ahora menos, porque desmotiva al votante de izquierdas.
La propia gente de derecha lo reconoce, ellos son más disciplinados, votan siempre, mientras que a la izquierda siempre hay que darle razones para votar. Y no ya razones, ilusiones. Entonces, todo lo que sea afectar a la ilusión de la izquierda, pues ya sabemos qué consecuencias nos aporta. Nos desmoviliza, y eso es fatal para nosotros. Y la izquierda es muy exigente, y conforme se va yendo más a la izquierda, mucho más.
SUMAR surge a través de un espacio que aglutinaba Podemos, y es muy difícil prescindir de la matriz, del origen.
C. L.: ¿Cree que la cúpula de Podemos, con Pablo Iglesias como cabeza mediática se ha dado un tiro en el pie?
J.L.A.: Bueno, Yolanda [Díaz] fue señalada por el propio Pablo Iglesias como sucesora en el liderazgo, por lo tanto, todo esto es parte de la decisión que tomó la dirección de Podemos.
C. L.: Pero le ha salido una alumna aventajada.
J.L.A.: Suele pasar, por eso lo mejor es nunca designar. Es mejor que esos procesos surjan sin señalar a nadie. En cualquier caso, creo que SUMAR no compite con el PSOE, compite con Vox, tiene que ser el tercer partido, el partido que haga posible la gobernabilidad de la izquierda.
Aquí hay un gran reto para el PSOE, que es un partido con mucho arraigo. Se trata de la fuerza mayoritaria sobre la que ha pivotado toda la acción de gobierno, y el PSOE tiene que defender su gestión y validarla. Tiene que aglutinar la respuesta de freno a esta ola reaccionaria.