Pantanos

La voz de los 1.200 valles vaciados para hacer pantanos se oye por fin

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En la España del siglo pasado más de 50.000 personas fueron echadas de su territorio, los 1.200 valles que fueron vaciados de gentes para llenarlos de agua. Era la política de pantanos que tanto le gustaba inaugurar al dictador. Gentes que fueron obligadas a dejar su territorio y desarraigados, muchos sin compensación económica, que tardaba décadas en llegar, tuvieron que buscarse nuevas vidas. Estas historias silenciadas de quinientos pueblos son rescatadas en el libro ‘Memorias ahogadas’, de Jairo Marcos y María Ángeles Fernández. Es un documento antropológico imprescindible para comprender la historia reciente de este país y la intrahistoria de gentes obligadas a un éxodo climático. No pudieron oponerse entonces y nunca se les había escuchado. Hasta hoy.

Memorias ahogadas (Pepitas Editorial) es un recorrido riguroso, pero sobre todo sentido por los recuerdos de esas gentes a las que se les echó de su tierra sin contemplaciones. Solo desde la implicación y con una investigación exhaustiva se puede recorrer las vidas quebradas de quienes fueron echadas de sus hogares, de sus vidas sin poder siquiera opinar. La excusa del bien común, que no lo era tanto, valía para expulsarlos y de malas maneras.

Como lectora y periodista leo muchas páginas a final del año, pero debo reconocer que impacta leer tu propia historia, la de tu familia y tus raíces en páginas impresas y encuadernadas. Porque la historia que cuentan Jairo Marcos y María Ángeles Fernández me toca. Es relato tan intestina que me da cierto pudor y, obviamente me resulta muy emotiva.

Hace unos años, en un curso sobre medios de comunicación y tercer sector, en La Casa Encendida, una activista de Ecooo pronunció unas palabras que fueron una revelación para mí. Intervino y anunció unas jornadas sobre el éxodo climático que supusieron la construcción de embalses, en los años 60 y 70, y que provocó miles de desplazados en el interior de España.

Ahí me di cuenta de que esa realidad, que siempre asociaba a otros, a lo lejano, a inmigrantes de África o de islas de Oceanía, me tocaba muy de cerca. Fue el momento de verme en otros, ver lo propio que puede ser lo ajeno. Mi familia formaba parte de esa masa ingente de personas a las que el cambio climático les ha echado del suelo en el que vivieron y murieron sus ancestros.

Investigación e implicación

En aquella jornada, conocí a María Ángeles Fernández, una periodista que ha estado muy sumergida en esta realidad, buceando en la historia de los desplazados por embalses en la España del siglo pasado y de este. Con Jairo Marco han mantenido su empeño durante más de cinco años de recorridos por esas tierras inundadas. Ha sido más de un lustro de riguroso repaso a documentos, cartas, noticias. Años y muchos viajes han sido necesarios para llegar a esas personas y ganárselas para que compartieran recuerdos que aún les son dolorosos.

Una generación, que va desapareciendo, que fue expulsada de sus tierras (a menudo de muy mala manera, sin contemplaciones y con amenazas y dinamita) para la construcción desaforada de pantanos. La política que tanto gustaba a la dictadura franquista y que siguió en democracia (aún hay proyectos vivos actualmente después de varias décadas).

Junto a la historia que me toca más de cerca, la del pantano de Jánovas (y Lacort y Lavelilla), Memorias ahogadas, recoge otros relatos similares. Realidades que son todas muy singulares y a la vez parte de unas vivencias colectivas y compartidas. El éxodo climático es un sustrato común, aunque a veces lo olvidemos, que coincide con migrantes que buscan otras vidas a bordo de cayucos (salvado las distintas circunstancias y las tragedias que nunca son equiparables).

Memorias ahogadas es un documento antropológico imprescindible para adentrarse en intrahistorias, tan desconocidas como silenciadas. Aquella época en las que la política y las grandes empresas diseñaban grandes infraestructuras pasando por encima de las vidas de las gentes. Que no digo que ahora sea diferente. Aquellos tiempos en los que la necesidad de agua ya era argumento para generar riadas de desplazados, éxodos obligados.

El bien común que resultó privilegio para unos pocos

Hablan los autores de injusticias y de recuerdos que han sido estrangulados en las gargantas de aquellos que fueron despojados de lo suyo. En algunos casos, como en el de mi familia, la reversión de las tierras –obliga la ley a devolver lo expropiado porque no se construyó el pantano–, no cicatriza la herida. Cinco décadas después, la actual empresa ha apremiado a antiguos propietarios y herederos a recomprar las tierras, eso sí devueltas en ruinas y a un precio que ni se acerca a ser justo. Ahora las directrices las dicta Endesa, heredera de la hidroeléctrica Iberduero, que fue en la que inició el proyecto.

Este libro lo he tenido que leer a sorbitos porque no es fácil lidiar con la emoción y la rabia. Tampoco la presentación resultó menos emotiva. Este es un tema imprescindible para conocer esa parte de nuestra historia tan acallada, para entender cómo políticas de hace décadas han influido medioambientalmente y sociológicamente.

Es un libro “rabioso, emocionante y triste”, como ha dicho el antropólogo y escritor Ramón J. Soria, encargado de presentarlo en el Ateneo La Maliciosa, en Madrid. Contiene miles de voces de los expulsados de 1.200 valles anegados por embalses por toda la geografía española. Aquellos que tuvieron que dejar sus hogares, en lo que fueron, y aún son, ‘zonas de sacrificio’ para que hubiese electricidad o agua en ciudades y huertas lejanas. “Para un bien que no fue común, sino de cuatro o cinco terratenientes o unas pocas compañías hidroeléctricas”, apuntó certeramente Soria.

Hace unas décadas no se viajaba como ahora, no se conocía lo lejano como podemos hacerlo hoy y aquellas gentes que se les expulsaba de sus casas, “perdían su territorio que era su mundo”, decía el antropólogo. España es el país de la UE con más embalses, 1.250, y el quinto del mundo. La construcción de estas presas obligó el desalojo de 500 pueblos, en un país que tiene censados 8.500 municipios.

La mayor tragedia laboral de España

María Ángeles Fernández y Jairo Marco llevan años dedicados a seguir el curso de las aguas, en América Latina y en España y cómo domeñar los cursos de ríos es un arma política y económica con imprescindibles lecturas sociológicas, antropológicas y más íntimas.

Los embalses cambian los paisajes y convierten todo en “desiertos de agua”, como señaló Jairo Marcos que matan toda la vida bajo sus escolleras. Entornos bucólicos reconvertidos en atractivo turístico que entierran historias. “Es peligroso decir que son un bonito paisaje porque se desconoce lo que hay debajo”, apuntó el autor. “Genera un turismo desmemoriado”, añadió María Ángeles Fernández.

En esta desmemoria ambos escritores se refirieron, entre otros, a la mayor tragedia laboral de España, en la construcción de la presa de Torrejón el Rubio, en Monfragüe, en el que murieron un centenar de personas, no hay cifras oficiales y muchas de las tumbas siguen siendo anónimas. Un episodio que ya apenas se recuerda y del que nadie que se asome al embalse tiene noticia. Esa es otra memoria ahogada y hay muchas más recopiladas en este gran libro.

Inma Muro

Periodista especializada en temas de denuncia social. Más venticinco años de trayectoria en medios de información general e investigación. Entre ellos las ediciones digital y en papel de la revista Interviú. Gabinetes de prensa, comunicación institucional y agencias de publicidad.